yo que fuera una estafa en toda regla, pero aquel hombre con aspecto de relaciones públicas de discoteca se lo estuvo llevando religiosamente: estábamos en sus manos.
Gracias a él, eso sí, mantengo una obsesiva prevención
dentro de mis posibilidades: cepillado exhaustivo, cepillos interdentales, hilo
dental… Con todo, treinta años después, colegas de…, llamémosle don Mariano, me
dicen que si la mordida no sé qué, que si le tengo que sacar las del juicio,
que si no se qué, que si no sé cú. Que tenía que haber acudido antes. ¡Pero si
empecé a ir con ocho años!
En Madrid, en esos tiempos, los dentistas empezaron a estar
en la cresta de la ola. Ya no eran barberos dentistas, eran “señores dentistas”
a pesar de meter sus narices en malolientes bocas y tener que vérselas con
trozos de ternera putrefactos que habían encontrado acomodo entre muelas.
Se llevaban el dinero a paladas. Dinero que repartían entre
coches de lujo y viajes, que Hacienda no somos todos. De hecho, no sé yo si don
Mariano fue el inventor de los paraísos fiscales. Don Mariano me fue cargando
con el tiempo. De considerarle un tipo simpaticón y dicharachero a mis ocho
años; pasé a considerarle un tipo con mirada rara a partir de los 15. Charlatán
socialmente prestigiado, de permanente sonrisa mostrando su dentadura
artificiosa. Un liante con pulseras de oro, algo de pluma, ramalazos de nuevo rico y donativos
a la Iglesia.
Su cacareado sólido matrimonio hacía aguas en el recibidor
de su lujosa consulta. Aquella joven recepcionista, abría la puerta, apuntaba
citas y cobraba a toca teja. Además de recepcionista evidenciaba una relación
intensa con don Mariano. Un tipo que tenía la masculinidad y el poder en la
cartera. Bueno, y en la información que manejaba de algunos pacientes. Y algunas
pacientes.
Una clienta también me narró en la salita de espera la
extraña sensación que tenía cuando don Mariano introducía los dedos en su boca.
Una sensación bastante desagradable…
¡Vive dios que no es esto un ataque a tan necesaria
profesión!, y menos ahora que la cosa se va reconduciendo. Quizá queden
dentistas en provincias al estilo don Mariano, con tres o cuatro empleados o…,
empleadas. Consultas entre lujosas y horteras donde el dinero legal se oscurece
y escapa a la cosa de los impuestos. Al fin y al cabo, junto a traficantes de
droga y armas ahora, gracias al PP del otro don Mariano, tienen la posibilidad
de ponerse al día gracias a la amnistía fiscal. Quizá fuera de la gran urbe ser
dentista sea cosa de elite, pero por
aquí la cosa ha cambiado.
Las aseguradoras con grandes clínicas te enganchan igual que
siempre, y como siempre, te presupuestan una cosa y te cobran otra, eso sí, con factura, como si
fueras el coche en el taller porque van saliendo pequeñas averías. O resulta que “el molar
queda descolocado si colocamos el premolar como lo estamos haciendo, pero…, no
se preocupe que con los quinientos euros de más, le regalamos un
blanqueamiento”.
Ahora los dentistas, y las dentistas, se organizan en
cooperativas y hacen descuentos a afiliados a sindicatos. Quién te ha visto y
quién te ve. Hay dentistas que se han
dado cuenta de que son trabajadores. Y se han dado cuenta del privilegio que
esa profesión ha tenido por no estar incluida en la Seguridad Social.
Que conozco alemanes menores de edad, con doble nacionalidad, que les sale más
a cuenta pagar el avión y tener el dentista en Alemania, que en España.
Y ese es el miedo de la privatización de la sanidad:
“Resulta que no era gripe, son quinientos euros más por la bronquitis, pero le regalamos
una operación de apendice”.
Vale. Ayer fui al dentista. Supongo que lo mismo que le ocurrió a quien subió el video que enlazo AQUÏ
Este tiene más humor:
.
No hay comentarios :
Publicar un comentario