Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

lunes, 22 de febrero de 2010

La conspiración de las lectoras, "por mí que no quede"

En la entrada de ayer mencionaba cómo la película de dibujos Tiana y el sapo está basada en un cuento de los hermanos Grimm. Muchas cintas de la factoría Disney están basadas en cuentos. Pero alguna han sido… ¿robos? Robar a una mujer española y exiliada no debía ser muy difícil y algo así debió ocurrirle a María Lejárrega, autora de Merlín y Viviana o la gata egoísta y el perro atontado.

Corría el año 1950 y María envió a Walt Disney un original del mencionado manuscrito. Dos meses despué se lo devuelven. Al cabo del tiempo estrenan La dama y el vagabundo, ¡con el mismo argumento y sin otro cambio que el de haber convertido a la gata Viviana en una perra elegante!

Esta historia viene relatada en un magnífico ensayo escrito por José Antonio Marina y María Teresa Rodríguez de Castro (Anagrama), donde se narra la historia, desde 1926 hasta el comienzo de la guerra civil, de un club de mujeres, el Lyceum Club Femenino, que como escribió una de sus socias, María Teresa León, “conspiraba para adelantar el reloj de España”.

Junto a la mencionadas María Lejárrega y María Teresa León, María de Maeztu, Victoria Kent, Clara Campoamor, Hildegart, Carmen Baroja, Zenobia Camprubí, Concha Méndez, Maruja Mallo, Ernestina de Champourcín, Constancia de la Mora, Elena Fortín, Isabel Oyarzábal y otras muchas, desfilan por las páginas del libro en un acto de justicia histórica con la que, seguramente sea la generación de mujeres españolas más brillante y, quizá por ello, más desconocidas.

Este grupo de mujeres que se reunía en torno al Lyceum anteponían la educación frente a cualquier ideología, política o religiosa. Citando a Concepción Arenal: “¡Sería fuerte cosa que los señoritos respetasen a las mujeres que van a los toros y faltaran a las que entran en las áulas!” Pero fue difícil, imposible en esta España visceral y cainita. El libro describe esos desgarros entre ellas mismas conforme el partidismo virulento tomaba posiciones en nuestro país, como el debate entre Victoria Kent y Clara Campoamor acerca del derecho al voto femenino. Aquí lo puedes recordar.

Destacan los autores en el libro algo que ahora está muy en boga, que el Lyceum surge, sin que existiera Internet, ni face book, ni twitter, de “una red de redes”, porque las mujeres establecen con más facilidad esas redes sociales y el Lyceum actuó como una institución “tejedora”.

Y entonces, como ahora, existe temor a la palabra “feminista”, al “problema feminista”, en vez de a la “cuestión feminista”. En este sentido, en La conspiración de las lectoras se cita una obra de Gregorio Martínez Sierra que aborda este supuesto “problema”, Feminismo, feminidad, españolismo:

“Por saber más no es una mujer menos mujer, por tener más conciencia y más voluntad no es una mujer menos mujer. Por haber vencido unas cuantas perezas seculares y encontrarse capaz de trabajo y de interés por la vida, no es una mujer menos mujer. Por haber adquirido medios de defenderse y defender a sus hijos sin ayuda ajena, no es una mujer menos mujer. Al contrario, puesto que todo ello, ciencia, conciencia, voluntad, capacidad, cultura al cabo, o cultivo, si ustedes lo entienden mejor, no puede dar de sí más que un perfeccionamiento de sus facultades naturales, nunca un cambio de naturaleza”.

Evidentemente desconocemos la historia de las mujeres, una mayoría silenciosa e invisible que ha tenido enfrente una organización patriarcal del mundo para machacarlas. Independientemente de las ideologías. En La conspiración de las lectoras se relata también cómo en el Congreso Internacional de Ginebra (1866) sostuvieron que el trabajo de la mujer, “sacerdotisa del hogar”, debería ser condenado y prohibido como causa de degeneración e inmoralidad de la especie humana. Y es que los obreros estaban en contra de las mujeres en las fábricas. Tanto era así, que en 1868, los obreros textiles de Igualada se movilizaron masivamente contra el trabajo femenino, y al final lograron de los empresarios el despido de 700 operarias.

En fin, el libro es recomendable. Yo finalizo esta entrada con un lema de María de Maeztu: “Por mí que no quede”.
Y con este video breve, que nos recuerda que la conspiración vive:


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