

Lo bueno de ir al cine un viernes a las cuatro de la tarde es que si la peli es mala el sopor se va apoderando de uno lentamente. Era viernes. El primer viernes después del trajín navideño, después de la primera semana laboral completa para quienes tenemos la fortuna de contar con un empleo. Y decidí poner a prueba la película de la gran Icíar Bollaín.
La intensidad de la película crece a velocidad, que no hay que esperar muchos planos hasta mantenerla en un elevado punto y, lo más complicado, esa intensidad se mantiene hasta que aparecen los créditos.
No nos engañemos, igual que en tantos ámbitos de la vida, el hecho de ser mujer hace que, en este caso Icíar Bollaín, tenga que demostrar que su trabajo es excepcional. Y como mujer, trabaja las emociones con especial sensibilidad. Con También la lluvia el cine militante, político, social, o como los cinéfilos quieran llamar, se asoma a las salas para trastear en nuestras conciencias.
Es un cine militante porque hace que nos rebelemos contra la injusticia contextualizada en la Guerra del agua que aconteció en Bolivia, concretamente en Cochabamba en 2000, cuyo detonante fue la privatización de la gestión del agua (la misma teoría política que propone Esperanza Aguirre en nuestro Madrid con el Canal de Isabel II). Injusticia porque con esa privatización se quitaba la vida a los más desfavorecidos, a los indígenas… Y ahí surge el paralelismo con el descubrimiento y la conquista de las Indias.
Tambien la lluvia es una película dentro de una película repleta de matices. Un equipo se traslada a Cochabamba para grabar un filme basado en la conquista de América, y las barbaridades que allí se hicieron con los indígenas, cuando les sorprende la revuelta. A partir de ese instante cada miembro del equipo irá evolucionando, algunos sorprendentemente. Costa, el productor, interpretado por Luís Tosar, iniciará su viaje particular desde el egoísmo absoluto hasta empatizar con la causa de la justicia. Sebastián, el director, interpretado por Gael García, hará el viaje contrario. Ambos espoleados por la figura de Daniel, el indígena testarudo, luchador, líder nato.
Pero el resto del equipo también se descubre a sí mismo: Antón, trasunto de Colón, interpretado excelentemente por Karra Elejalde, un lobo solitario, como el descubridor; pero irónico, bebedor, que será icono de la coherencia. Frente a él, dos actores que interpretan a Fray Bartolomé de las Casas y a Antonio Montesinos, frailes defensores de los indígenas. Ambos, como los frailes que interpretan, son radicales defensores de los derechos hasta que ven las orejas al lobo. Son el prototipo de revolucionarios de café. Como tantos. Yo, por cierto, indignado, al salir del cine me fui a tomar un café y a despotricar contra los mercados. Y a imaginar la revolución.
Ahí va el trailer:
Dirección: Icíar Bollaín.
Guión: Paul Alberti.
Reparto: Luis Tosar, Gael García Bernal, Juan Carlos Aduviri, Karra Elejalde, Raúl Arévalo.
País: España, Méjico, Francia.
Quienes hayáis visto mi última entrada entenderéis que han sido estos, días de recoger bártulos, papeles y fotos. Esas instantáneas que recorren una vida. Y me ha venido a la cabeza una novela corta que recientemente leía, titulada, precisamente, Instantáneas, de Pury Estalayo. Que yo creo que habrá conversación con esta polifacética mujer.
Que sea novela corta implica en este caso que cada frase, cada párrafo, cada instantánea de las que se compone la obra sea una frase comprensible pero densa. Densa en el sentido de que detrás de cada frase puede haber una nueva historia. Es como reducir La Regenta a la esencia, complicado trabajo que deja mucho espacio a la imaginación del lector. Si el lector, o la lectora quiere imaginar…
Pury Estalayo nos narra la vida de la protagonista, Rosa, a través de sus ojos, ojos de mujer que tiene cerrados para ignorar la realidad. En la familia de Rosa todas las mujeres llevan nombre de flor, tradición que ella rompería con el nacimiento de su hija. Una ruptura no traumática, pero que está ahí.
Ejemplo de esa esencia que antes destacaba es un momento que a mí me ha llamado especialmente la atención. Es la aparición de un hombre, el marido de Laura, que ha sufrido un duro accidente laboral. Me ha llamado la atención la aparición de un siniestro laboral porque es algo que está desaparecido de cualquier faceta artística siendo una realidad abrumadora.
David, nombre de este personaje vive atormentado y recuerda al empresario: “Ni olvido sus lágrimas el día del accidente. Y sus falsas palabras: Todo empleado de esta empresa es hijo mío” (…) “tendría que haberlo matado”. Es una simple pincelada que podría dar pie a una larga historia…
En Instantáneas los secretos de familia, y las relaciones entre los miembros de esa familia, “maldita familia” en boca de la hermana de Rosa son el leit motiv. Bueno, la familia y un matrimonio amigo que no puede tener hijos. Y en esas instantáneas aparecen embarazos, muertes, divorcios, menopausias, primeros amores, primeros besos, miserias humanas… Y pocas risas, las de una madre que sólo surgían en momentos especiales y unas “risas contenidas”, “las únicas risas de las que recuerdo haberme sentido realmente protagonista”, que explica Rosa en una instantánea infantil.
La obra es corta, que sus 146 páginas se devoran mientras intentamos unir todas las piezas del puzzle, todas las fotografías que van surgiendo. No es desde luego una novela corta para el sol del verano. Es durita, intimista y para el intimismo del invierno. Lo cual está muy bien.
Ah, se puede comprar en la librería de mujeres de Madrid (San Cristobal, 17).
Aquí os dejo con otras instantáneas: