Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

viernes, 28 de septiembre de 2012

Berta Ojea y la España inhóspita


Nació en A Coruña, donde, con 14 años inicia su militancia feminista en la Asociación Galega da Muller. Esta militancia la convertirá en una persona comprometida. Después de mucho recorrido artístico, saltó a a la popularidad con el personaje de Ofelia en Mortadelo y Filemón. Recientemente la hemos podido ver La voz dormida, interpretando a Zapatones y en Las chicas de la sexta planta. En teatro, actualmente participa en la comedia Mi sobrino el concejal, una reflexión sobre la burbuja inmobiliaria y sobre quién corrompe a quién.

Berta Ojea, es una actriz que tiene muy claras las cosas. Siempre crítica. La foto es de Fran Lorente.
¿Qué hace una gallega en Madrid?, disparo. Y ella explica que la gallega no viene directamente a Madrid. Que hahecho un recorrido bastante largo: Barcelona, París, Viena, Friburgo, Berlín…, “siguiendo un poco la tradición de mi tierra que es de emigrantes. Empecé a estudiar música de niña y me formé como cantante clásica de ópera, que es a lo que me lleva ese recorrido”.

De cantante, al mundo de la interpretación: “Estaba en París trabajando y una amiga me llevó a ver una clase de John Strasberg [maestro de actores y actrices]. Vi aquello y dije: yo quiero hacer esto. Yo era joven y tenía dotes para el canto, pero siempre, en la balanza, ponía más en la parte interpretativa que técnica, por lo que me reprendían. Aunque cantar da una sensación increíble de libertad. Cantar pone límites muy marcados y, paradójicamente, en esos límites es donde más libertad hay. A partir de esos límites, echas a volar”.

De Mortadelo a la Sexta planta

- Y te conviertes en actriz…
- Hago ese curso con Strasberg y participo, en Francia, en la puesta en escena la obra de Darío Fo, Aquí no paga nadie. Ese es el principio.
- Y empiezas a ser conocida gracias al cine, a su papel en Mortadelo y Filemón
- Digamos que ahí doy el salto a la popularidad. Siempre el cine y la televisión tienen ese poder que no tiene el teatro.

Recientemente la hemos visto en La voz dormida y en Las chicas de la sexta planta. En ambas películas aparece como una señora muy de derechas… Se rie, “pues por algo será. En el fondo alomejor hay algo, aunque yo creo que tiene que ver con el físico. En La voz dormida el papel es muy pequeño…” Pero contundente, opino.

Ella está de acuerdo: “acepté ese personaje, no por su calidad, que es muy lineal. Lo hice porque conocía a Dulce y quería que ese proyecto se hiciese. Además me hacía ilusión trabajar con Benito Zambrano. Ahí trabajamos todos con el mismo corazón. A pesar de las críticas, en este país no se ha hablado tanto de la guerra y la posguerra, lo que ocurre es que este país se ha convertido en un logar muy inhóspito”.

-¿Por qué?
- No es casual a dónde hemos llegado. Estamos en un momento en que la mediocridad ha sido premiada en exceso y donde la excelencia, el trabajo, el buen hacer ha pasado a ser como una cosa de viejecitos.

Sobre Las chicas de la sexta planta… ¿Crees que es la muestra de que en Francia están interesados por la actrices españolas? Berta piensa que “estando tan cerca, es un país con el que trabajamos de espaldas. Esta película ha sido una experiencia gozosa y extraordinaria por las compañeras y por el hecho de trabajar en una sociedad y un país que premia a su cine y lo protege. Envidio mucho a Francia, porque allí la cultura es un derecho y un valor del ciudadano. Allí la cultura es un bien, seas de derechas o de izquierdas. Es un bien del Estado, de la ciudadanía”.

Tiempo perdido

- ¿Al revés que aquí?
- Aquí, con la llegada de Zapatero hubo grandes esperanzas, pero no se hizo nada. Fueron ocho años en los que se podía haber hecho una transformación muy fuerte, pero no se hizo nada. Aquí nunca ha habido voluntad de crear una política cultural. Los ministros han sido meros gestores culturales que no han convertido a los ciudadanos en cómplices de esa cultura. El PSOE no hizo una ley del cine ni de la propiedad intelectual y se dejó que el problema lo enquistasen los medios de comunicación de la derecha, enfrentando el problema de las descargas con los ciudadanos, con ese discurso tan falso y tan terrible de la cultura gratis.

Sin duda, los recortes en Cultura por parte del Gobierno de Rajoy son incalificables. Ojea la considera algo fundamental: “De la cultura dependen casi un millón de puestos de trabajo directos e indirectos. La cultura, además, tiene un valor intangible. Es una pata fundamental para que un país camine, sin embargo aquí se sigue fomentado y tolerando la burbuja inmobiliaria. Sólo hay que ver el desmadre de los ayuntamiento, construyendo grandes espacios que nunca se iban a usar. La cultura no es hacer grandes contenedores sin proteger el contenido”.

La excusa de la crisis

- Las últimas medidas no ayudan mucho tampoco…
-  Ahora llegan estos señores e imponen el IVA más caro de Europa, mientras en Francia llega Holland y lo rebaja al cuatro por ciento porque entiende que es un bien ciudadano, no un artículo de lujo.

- ¿Y qué opinas de el siempre recurrente asunto de las subvenciones?
- El aceite de oliva está más subvencionado que el cine o el teatro porque hay una cosa que se llama Organización Mundial del Comercio donde se generan políticas para que determinados productos sean protegidos y no desaparezcan. Si el aceite de oliva no estuviese subvencionado y protegido estaríamos tomando aceite de cacahuete. Con la cultura pasa igual, si no la subvencionas y proteges, desaparece.

-  ¿Es una excusa la crisis?
-  Hay una voluntad política de acabar con el estado del bienestar. Están aprovechando la crisis para imponer su ideología.

- Y se desprestigia la política…
-  Me preocupa mucho el desprestigio de la política y los sindicatos. Cuando se dice que todos los políticos son malos, parece que el problema económico que tenemos es por el sueldo de los políticos, y eso es falso. Eso es una necedad. ¿Qué ocurre cuando caemos en eso de que todos los políticos son iguales?, pues que no se juzga a ninguno y estamos olvidando a los que han robado en casos como Gürtel. Se pone el foco en el sueldo de los políticos y en que tiene que desaparecer el Senado, cuando habría que intervenir en esos corruptos que tienen nombre y apellidos. A esos hay que gritarles en las manifestaciones. Esta crisis la creado el sistema financiero, que la resuelva el sistema, yo no voy a dedicar mi vida a salvar Bankia.

Volvemos a la subida del IVA que no afectará al teatro público… “El teatro público actual es un modelo viejo y acartonado. Cualquier modelo europeo, en lo que se basa es en el apoyo a la nueva dramaturgia y a los grandes textos. Es un teatro de gran calidad con los mejores profesionales. Hace mucho que eso no ocurre en el teatro público español, porque es el feudo de unos señores que llegan dependiendo  del Gobierno de turno. El teatro público, en este sentido, no puede ser una competencia desleal para la industria”.

-  Hemos abierto un paréntesis con Las chicas de la sexta planta… ¿Es cine feminista?
- A mí ese grupo de mujeres me parecen auténticas heroínas en las que se da una solidaridad muy de mujeres. Son muy diferentes, llenas de miedos, pero son seres humanos a quienes se les derriten los estereotipos. A los fantasmas no hay más que ponerles un poco de luz para que se destruyan.

-¿Esa solidaridad se ha perdido entre la clase trabajadora?
- Creo que se ha perdido el concepto de clase. A día de hoy creo más en la ciudadanía. Ahora, pienso que en estos momentos, sin los sindicatos no podemos tirar. Los necesitamos hoy más que nunca.

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