Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

domingo, 12 de julio de 2009

La magia de Figueiredo y…, el PP / Alzheimer

No sólo me ilusionó durante una hora, consiguió que me sintiera el artista de la pista durante unos segundos, que tengo yo facilidad para que en los espectáculos me reclamen para dar el espectáculo. Alberto de Figueiredo es un mago televisivo, pero la magia es mejor sin cámaras de por medio.

Claro, lo de ser elegido como partener tiene seguramente su explicación por estar en la fila 2, en la fila de los listillos, en la fila del "a ver si le pillo el truco", pero independientemente de ello, ese ego, esa vanidad de actor no ya frustrado, sino no nato, se vió recompensada.

Y es que los artistas; especialmente en este tipo de espectáculos, mitad magia, mitad comedia y que siguen la estela del genio Tamariz; llevan ventaja. Desde su elevada posición y a pesar de los focos tienen los artistas todo el poder de la sala: nos subliman, nos manipulan, no ilusionan. Después de mi magistral interpretación de un notario que daba fe de que un truco no tenía truco con un complicado guión: "La bolsa está en mi poder", Figueiredo solicitó la colaboración de una mujer. Claro, la mujer no era Bea la fea, que tenía todo el patio de butacas para elegir.

La mujer, cuyo nombre no recuerdo porque mis sentidos se centraban menos en el oído y más en la vista (por supuesto para pillar el truco, que no por otra cosa), explicaba, a preguntas de Figueiredo, qué se llevaría a una isla desierta, o por quién le gustaría ser rescatada, que por Geroge Cluny, y tal y tal. El mago se sacaba al final del rollo verbal una carta del bolsillo en la que aparecía todo lo explicado por la mujer. La dama en cuestión tenía curvas excepcionales, pero era ya madurita, que el mago tuvo la precaución de preguntarle si necesitaba gafas de cerca para leer el texto. Ella negó rotunda mientras le clavaba los ojos con una mirada asesina, pero limpia de presbicia.

En fin, humor y magia de la que es mejor no pensar cómo la hace, porque ante esa pregunta se termina perdiendo la ilusión. Aunque, ¿cómo es capaz de hacer lo que hace?

Al ver esta mañana la prensa, pensaba que los politicos son un poco como Figueiredo: nos subliman, nos manipulan, no ilusionan. Con la diferencia que la entrada no supera los 15 euros y el afán de los Gürtel, Barcenas, Camps, tiene otro precio. Eso sí, hoy, gracias a El Mundo me queda la cosa de saber si por fin alguien será capaz de llevarse por delante a Espe, Esperanza Aguirre. Lo dudo. Pero el espectáculo que está dando el PP es para sentarse tranquilamente a seguirlo mientras se comen palomitas.

También me acordé de Figueiredo después de comer, cuando –aunque suene a coña- un familiar que está avanzando en las etapas del Alzheimer se perdió durante media hora por la calle. Ni el mejor mago le hacía aparecer, ni el mejor mago le devuelve los recuerdos. Luego surgió doblando una esquina, con la mirada ausente y dando explicaciones sin ningún sentido.


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