Lara, entre máquinas del Metro en una fotografía de Fran Lorente |
Es madrileña de Oviedo después de haber vivido en Barcelona hasta los
cinco años. Lara
Martín Santos, Lara, como la protagonista de Doctor Zhivago, es menuda, con manos pequeñas, feliz sonrisa y
elocuente discurso adquirido gracias a su madre, una mujer concienciada.
También, gracias a su madre, ingresó en CCOO, donde ahora es delegada y
responsable del sindicato de Metro de Mantenimiento e Instalaciones Fijas.
Acaba de cumplir 26 años y lo tiene claro, “hay que intentar la lucha”.
Es mecánica y empezó a trabajar
en Metro en 2007, en donde ingresó a través de una bolsa de trabajo. Se queja
de que tardó un tiempo en lograr empleo, en comparación con sus compañeros
hombres, después de haber estudiado Desarrollo de Productos Electrónicos, una
disciplina que conoció gracias a una excursión que hizo en los tiempos del
bachiller. Reconoce que no había mucha vocación, pero que enseguida la encantó la Electrónica , algo que
en su familia se lo tomaron bien, a pesar de ser unos estudios masculinizados.
Antes de Metro estuvo dos meses y
medio en una empresa de electromedicina. Y recuerda el machismo imperante: “Era
un laboratorio en el que todo eran hombres. En la entrevista de trabajo me
hicieron preguntas increíbles y a los trabajadores les preguntaron que si les
importaba trabajar con una mujer. Lo peor, si cabe, es que uno dijo que sí.
Decían que una vez trabajó una mujer y que enseñaba la pechuga y tal y tal. Yo hasta me fui a comprar ropa para que no
dijeran lo mismo de mí, pero claro…, el problema lo tenían ellos”. La pena es
que el trabajo en esa empresa le gustaba, arreglaba bombas de inducción, un
trabajo bonito, más metódico de lo que realiza ahora en Metro.
En el subterráneo arregla
máquinas de venta y peaje (o sea, los torniquetes), que se estropean
fundamentalmente “por la suciedad, porque no se realiza un trabajo de
prevención que a la larga implica averías”, explica Lara.
Sin incluir las personas que
realizan labores multifunción y las contratas que trabajan en estaciones
modernas que están en garantía, son alrededor de cincuenta personas para toda
la red de Metro, Lara es la única de su sección. En toda la red calcula que no
habrá más de diez mecánicas.
Su jornada se inicia a la siete y
media de la mañana, cuando los encargados le dan una ruta con las máquinas
estropeadas, de las que, previamente, el personal de estación ha dado los
aviso. Una vez al mes tiene un fin de semana de guardia, que los fines de
semana también se estropean las máquinas, especialmente a final de mes, cuando
es el momento de la compra de abonos de transporte.
Recortes y movilizaciones
Lara es consciente que los
recortes están haciendo que la calidad de Metro disminuya. “El objetivo que
tienen es acostumbrar a los viajeros a que el servicio sea peor y que no se
queje”, cuenta Lara, “por ejemplo, las máquinas ya sólo admiten tarjetas de
crédito para pagos superiores a cinco euros, por no hablar de la reducción de
trenes, que está haciendo que cada vez haya que esperar más al tren y que los
viajeros vayan como sardinas”.
Se refiere también a las
movilizaciones que vienen protagonizando en Metro, lógicamente por las
agresiones que está recibiendo la plantilla, como el recorte en la Incapacidad Temporal ,
o quitar el salario de un mes, o las jubilaciones…; pero “es más que un
problema propio de Metro. Hacemos asambleas conjuntas con EMT, con Telemadrid…,
la cuestión es defender lo público, el transporte, la sanidad, la educación y
pelear contra los recortes, que son el anuncio a las privatizaciones que
afectarán especialmente a la calidad del servicio”.
Pocas mecánicas
Explica Lara que en Metro no existe discriminación por sexo hacia las mecánicas a la hora de ingresar y que, en su sección, los compañeros son “muy majos, hay muy buen rollo”. Ahora bien, explica que las instalaciones (duchas, baños, vestuarios…) no están preparadas para las mujeres.
No entiende Lara por qué hay tan pocas mecánicas, “vendría muy bien que fuéramos más incluso para adecuar las instalaciones”. Igual que no entiende por qué las chicas no se animan a estudiar estas cosas, “es un trabajo perfectamente realizable por una mujer. Yo nunca he tenido que llamar a nadie para pedir ayuda”.
Y le preocupa a nuestra mecánica que la crisis afecte especialmente a las mujeres porque “parece que el Gobierno pretende que nos quedemos en casa como antaño”.
Entretanto, Lara mira al futuro
preocupada pero con optimismo. Está a punto de iniciar un proyecto familiar
con David, su chico, un conductor de Metro.
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