En un país orgulloso de la tolerancia, por ejemplo, los restos de los
jefes de estado democráticos descansan en lugares solemnes. En este país
nuestro ese lugar de descanso es el cementerio civil, un anexo del Cementerio
del Este (luego llamado de la
Almudena ), construido para albergar en su último descanso a
comunistas, socialistas, masones, protestantes, judíos, agnósticos,
librepensadores, suicidas… En definitiva, una necrópolis en la que, paradójicamente,
vive la tolerancia. El lugar de los repudiados por la Iglesia católica.
No sabemos por qué aquel 8 de
septiembre de 1884, con sólo 20 años, Maravilla Leal González, decidió acabar
con su vida. No sabemos qué pasaría por su cabeza, pero desde luego no
contemplaba pasar a la pequeña historia de Madrid. Los restos de Maravilla
fueron los primeros en ocupar el cementerio civil, ya que, como mandaba la
santa madre Iglesia, se le negó el descanso eterno en un camposanto por suicida.
En 1932, la República quiso que este
cementerio tuviera la misma consideración que los católicos y obligó por ley
derribar los muros de separación existente con su vecino católico de la Almudena. Seis años
más tarde el franquismo rehízo lo derribado.
Cuando octubre ya mira a
noviembre, mes de difuntos, un paseo por el cementerio civil, embarrado por la
melancolía de la llovizna otoñal, nos evoca a un suicida ilustre, Mariano José
de Larra y su irrepetible artículo Día de difuntos de 1836. En él, refiriéndose
a los ministerios imaginaba un epitafio: “Aquí yace media España, víctima de la
otra media”.
En definitiva, el cementerio es
un homenaje a la tolerancia representada por los librepensadores. Éstos tienen
a la entrada, a la derecha su monumento conmemorativo. Es la tumba de Antonio
Rodríguez y García Vao, poeta, escritor que “batalló por la libertad del
pensamiento y cayó bajo acero homicida. El monolito fue erigido por suscripción
popular en 1892.
En el cementerio civil,
paradójicamente, reposan los restos de personas que nunca morirán. Luchadores
de la paz, sembradores de libertad, humanismo, fraternidad… Personajes
variopintos que esperan descansar “por fin, porque ya no hay nada más”, o en un
paraíso, o en el Oriente eterno. Eso es lo de menos.
“Ni nos domaron…”
Allí reposan codo a codo, Pasionaria y Pablo Iglesias. Allí reposan ilustres muertos de
En el paseo podemos encontrar las tumbas de Julián Besteiro y Largo Caballero. También descansa Julián Grimau, fusilado en 1963 por Franco; el pensador Xabier Zubiri; o el teniente Castillo, un hombre de izquierdas acribillado a balazos por los falangistas el 12 de julio de 1936. La venganza de la muerte de Castillo fue la muerte de José Calvo Sotelo el día después, el último argumento de quienes conspiraban contra
(En esta ocasión las fotos son mías, pero la idea de subirlas primero a IG con los filtritos y tal fue de, claro, Fran Lorente).
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