Ahora las
cosas habían cambiado, el miedo era mayor. La empresa es pequeña. La plantilla
se conoce bien, pero estaban entrando en barrena. «La crisis», el paternalista
iba a aprovechar la crisis: o veinte días por año hoy, o a la calle mañana como
Dios quiera, siempre hay que acudir a Dios para estas cosas.
El miedo
y la incertidumbre, empapar de miedo e incertidumbre a la plantilla es de
manual. Empiezan a pensárselo. «Coge el dinero y corre», que diría Woody Allen,
y a acabar con el calvario de tener que apuñalarnos entre nosotros, entre
nosotras. La hipóteca, el coche, la guardería, la precariedad del trabajo
conyugal..., no tiene mayor importancia. Como dice elbueno de Gus, «somos
nuevos pobres», con todo y sin poder pagarlo.
Siempre
nos queda la vía del exilio y protagonizar un episodio de Españoles
por el mundo. Siempre nos queda huir del miedo.
Los hay
peor, los «viejos pobres». Perplejo me quedo cuando tras naufragar una patera,
el paternalista se pregunta cómo se echan a la mar con mal tiempo. El
paternalista no sabe de seres humanos, sólo sabe de su cuenta de resultados. No
sabe del pánico a no saber si el dinero va a llegar para comer. No sabe que
cuando todo se tiene perdido nada importa. No sabe que hasta se puede perder el
miedo, su mayor aliado.
Y ahí andan entre coger una patera y perder el miedo,
pelear, ir a la huelga, manifestarse y enseñar las garras al paternalista.
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