La
palabra indignación está de moda. Pero no fue indignación lo que sentí. Atocha
55, lugar en el que se encontraba el
despacho de los Abogados Laboralistas del CCOO y del PCE asesinados por el
terrorismo ultra en 1977. Allí luce una placa con los nombres de todos aquellos
defensores de nuestros derechos. Como cada 24 de enero, al lado, en la plaza de
Anton Martín, a los pies del Abrazo de Genovés nos reuníamos para que no se
olvide lo que ocurrió.
La
señal de que en la mítica Transición algo no se hizo bien es lo que este año ocurrió:
La placa conmemorativa apareció llena de pintura amarilla y roja. Una
profanación fascista incalificable. La generosidad de la izquierda para evitar
males mayores sigue teniendo la provocación como respuesta. No permiten que
cicraticen las heridas. No quieren el perdón. Siguen siendo asesinos. Siguen
queriendo acabar con todo.
Es
vomitivo. Da asco.
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