Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

sábado, 9 de febrero de 2013

Violeta Medina, poeta heterodoxa


Violeta Medina en una fotografía de Fran Lorente.
Come del periodismo y vive la poesía. En su día participó en el Ateneo Cultural Primero de Mayo. Se dispara a hablar y hablar y hablar con pasión y sentimiento. Especialmente cuando pone sobre las manos del contertulio sus libros cartoneros. Una idea surgida en la otra orilla del charco en tiempos de crisis. Son libros editados con viejos cartones y con ilustraciones. Claro, personalizados. Cada ejemplar es único. La idea empieza a funcionar en Madrid con un grupo de amigas, Las Meninas

Es Violeta chilena de “eses” ibéricas, muy crítica con las terribles desigualdades sociales que vive su país. Profesionalmente ha llevado la prensa de películas como La vida de los peces o Violeta se fue a los cielos. Y ha trabajado con producciones chilenas, argentinas y cubanas. Alaba el cine de países emergentes como Ecuador o Bolivia, con unos costes de producción “irrisorios, pero hechas con ganas”.  Y bueno, ya es madrileña de La Latina.

¿Qué hace una poeta y periodista chilena en Madrid? Violeta vino a realizar un doctorado sobre literatura en la Universidad Complutense. El primer día se encontró cómoda en Madrid, muy a gusto, y quiso quedarse. Y de repente ya van veinte años, como dice el tango. “Me quedé porque es una ciudad que me es grata. Me gusta”.


Me confirma Violeta algo que intuía: “Desde luego de la poesía no se vive”, al menos…, es feliz por ello: “Me alegro de no vivir de ella. Escribo cuando tengo necesidad, cuando son los tiempos, cuando son las vivencias. Yo no envidio nada al novelista que le va bien porque tiene que publicar por contrato. Además yo soy lenta y practico la vaguedad. Necesito estar blanca, sentir que los olores, colores y formas llegan. Lo bueno es que a un poeta no le espera nadie. No hay ninguna editorial tocándote en la puerta. Eso me da mucha libertad creativa”.

Con sus libros cartoneros. Orgullosa del cartón.
P. ¿Se trae entre manos más libros cartoneros?
R. Y electrónicos. Este año tengo varios libros en camino. El primero se presenta en febrero en la Feria del Libro de Calcuta. Es un libro que me publican en bengalí. En abril presento otro, Piel de vidrio, que irá conectado por código QR a otro físico que va en cinco lenguas: bengali, indi, italiano, español y árabe. Es una propuesta audiovisual, porque un libro electrónico  para mí son imágenes.

P. Evidentemente es un tanto heterodoxa con la poesía…, además creo que opina que coger y leer un libro de poesía puede resultar aburrido…
R. No, no, no. Lo que digo es que un recital de poesía no tiene por qué ser una ceremonia de pompas fúnebres. No entiendo que la poesía sea minoritaria y que sea de élites. La poesía es como muy intelectual… ¡Y muy aburrida! Y no veo por qué. Estamos en el siglo XXI, los chavales crecen con un iBook debajo del brazo. Y crecen con imágenes. La metáfora es imagen. A mí me gusta la estética visual. Me gusta mezclar a través de performance, donde nunca sabes lo que va a ocurrir. Yo trabajo imágenes que están dentro de la palabra y los sentidos. Trabajo con actores, músicos, vídeos. Hay una mezcla permanente porque creo que puede ser entretenido. No hay ningún pecado, no hay ninguna ley escrita que diga que tenemos que matar el aburrimiento para hacer buena poesía.

P. ¿Y esa relación tan estrecha con India?
R. Fue una casualidad. Yo no soy nada mística, más bien soy concupiscente. Conocí a Subhro Bandyopadhyay un poeta indio que vino becado por la beca Antonio Machado y nos hicimos amigos. Yo de India sólo conocía a Tagore, y gracias. Él conocía a todos los españoles y latinoamericanos y…, como la igorancia tiene mucho de osadía, con la colaboración del Ayuntamiento de Soria, que es Ciudad de la poesía, nos embarcamos en una antología.

P. Veo que su poesía se traduce a muchas lenguas, pero ¿no pierde la esencia un poema al ser traducido?
Con un té y conmigo, en el Café Central.
R. Toda traducción es una pérdida absoluta. La poesía es intraducible. Para mí, la traducción es como un olfateo, por eso creo que los mejores traductores deben ser poetas, más por su capacidad de recrear imágenes que palabras.

P. En su día, hace pocos años, se comentó sobre la existencia de una generación de poetas latinos en Madrid, entre los que te encontrabas.
R. Sí ha habido una generación que emigró a fines de los 90, extranjeros en general, diría yo, que aportaron mucho a la sensibilidad cultural, pero ahora hay mucha gente que se ha ido por la crisis. Pero…, no hablaría yo de una generación, que cada cual era hijo o hija de su padre y de su madre.

P. ¿Volverías a cruzar el charco?
R. No. Chile es mi país pero no me identifico con él. Culturalmente me gusta mucho lo que se hace, pero socialmente no estoy de acuerdo en la sociedad que se ha creado. Es una sociedad desigualitaria. Es una sociedad muy conservadora en la que sigue siendo demasiado grande la brecha entre ricos y pobres.


 “Un recital de poesía no tiene por qué ser una ceremonia de pompas fúnebres”

...Este es el ejemplo:


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