Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

martes, 5 de mayo de 2009

Niki

Era yo un veterano en el cole aquel curso de 4º de EGB, 4º-A. Tutor, don Heliodoro. Aquella mañana de septiembre de hace más de 35 años hacía poco que habían comenzado las clases. Y entró uno nuevo. Largo como un día sin pan, con una melena rubia y una cartera roja. De un rojo que todavía me duele el fondo del ojo de recordarlo. Su altura le hacía sobresaliente y sus notas, yo creo que más bien notable. En el momento que estaba de pie con unos cuantos de nosotros, parecía Blancanieves rodeado por los siete enanitos.

No recordaré yo a don Heliodoro como un profesor magnífico, aunque dejara huella gracias a La Antonia, un palo con el que nos atizaba, más o menos cariñosamente, cuando nos tomaba la lección. Pero don Heliodoro materializó una buena idea. Montó un campeonato de ajedrez y tuve que batirme con el Largo, Soria, que entonces nos llamábamos por el apellido.

Nunca podía imaginar que un sobresaliente y notable compañero cayera inocentemente en las garras de un pastor, el capítulo I de los mates. Y cayó. Gané en un par de minutos, yo me sentí un poco culpable y el supo perder con humor. Yo creo que desde entonces se empezó a fraguar una amistad que indudablemente es la más duradera que conozco. Una amistad que se fue cocinando lentamente, que a veces ha pasado por periodos de ausencia física, pero que de la que en ningún momento he dudado.

¿Cómo se van a engañar unas personas que fueron amaneciendo a la vida juntas? ¿Cómo se van a engañar unas personas que han echado horas y horas durante años dando vueltas por las calles, en los cines, en los billares, en el Retiro, en el El Corte Inglés, en las casas, buscando chicas…?

Al Largo yo siempre le he llamado Niki, que es como le conocían en su casa. No sé, si las amistades que haya ido forjando más allá de los ochenta le llamarán por su nombre. Pero a mí no me sale.
Haría un par de años que no nos veíamos. El otro día nos telefoneamos (da igual quién a quién, pero reconozco que fue él) y quedamos como cuando nos citábamos en la esquina de Atocha con San Eugenio, como si nos hubiéramos visto la semana anterior.
Un poco hartos de crisis, de bregar por vivir, de ir de acá para allá, reconforta esa sensación de estar con alguien como cuando teníamos 12 años. Esa época en la que los únicos cuchillos eran imaginarios para emular a Sandokan.
Niki y yo tenemos gustos y creencias muy dispares, por lo que debemos ser más tolerantes de lo que pensamos. Y nunca ha sido muy de Serrat. Si entra en este blog, cosa que dudo. Si llega a estas líneas, cosa que dudo, no sé si tendrá valor suficiente para lanzarse a este video, cuya canción sí me evoca en buena parte nuestra madura, por no decir vieja relación. Y por muchos años más.


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