Hoy es 15 de agosto, o sea que todo se llena de vírgenes con
sus fiestas veraniegas, pero no sólo por la península ibérica, no. Al rememorar
el otro día Vacaciones en Roma,
recordé una peli italiana que vi hace más de tres años, Vacaciones de ferragosto. La historia surge a partir de cómo se
vacía la capital italiana (independientemente de los turistas) tal que un día
como hoy, el día de ferragosto. Por cierto, mucha conmemoración católica, pero,
como no podía ser de otra forma se trata de una festividad pagana que la
Iglesia copió, igual que la Navidad y tantas y tantas…
Va a hacer tres años que Ángela, la mejor redactora jefa que
he tenido y tendré, amiga, camarada y hermana en Cristo me regaló un librito
escrito por el periodista Enric González, Historias de Roma. Lo leí, quizá
demasiado rápido, y aprovechando la lentitud del verano lo retomé la otra
tarde. Emulando a Julio Verne me convertí en eso tan maravilloso que es ser un
viajero de sofá, hamaca o tumbona. Y fue un placer leer el completo cuadro
romano que describe González en sólo 123 páginas.
En Roma sólo he estado un par de veces, una en pantalón
corto por el calor y otra con abrigo de entretiempo por el frío. De Roma sé por
el cine, por alguna música y por las noticias. No mucho más. Bueno, aparte de
lo que se estudia en el cole, apruebas y, a pesar de todo retienes.
Lo bueno que tiene un librito, que sí puede ser considerado
de viaje, escrito por un periodista, es que informa, interpreta y opina,
dejando claro cada uno de los géneros. Y de vez en cuando, pues mete alguna
pincelada de crítica a las empresas periodísticas… El autor estuvo viviendo en
Roma como corresponsal (al igual que hizo en Londres y Nueva York previamente),
por lo que ni es un turista accidental, ni un vecino de Roma. Es un
corresponsal, un buscavidas en el mejor sentido del término.
Cuenta anécdotas. Algunas tan típicas para los castellanohablantes,
como las basadas en el tópico de que “el italiano se entiende”. Así, narra como
un joven cura español, recién llegado a Roma, deseaba comprar un cacharro para
la cocinilla de su residencia. En la ferretería romana dedujo que la versión
italiana de lo que quería era un “cazzo
grosso”, y en la tienda…, pues aún deben estar riéndose, que la traducción
de ello es: cipote de gran tamaño.
A través del librito podemos hacer un recorrido interesante
por Roma, descubriendo la bella Roma en
la esquina de la Via dei Portoghesi; la Biblioteca Casanatense; lugares curiosos como donde sirven “el
mejor café del mundo”, o la sastrería de los papas.
Pero nos adentra también González en la sociología romana:
en la verdadera importancia de la mamma, el
matriarcado y el machismo italiano, con su especial relevancia romana. Cuenta,
por ejemplo, como en una ocasión, un conductor de autocar, que tenía enferma a
su mamma, pidió permiso al pasaje para desviarse de la ruta para poder
visitarla. A los viajeros les pareció normal. El conductor, entonces, se desvió
de la ruta, aparcó “lógicamente en doble fila”, visitó un cuarto de hora a su
madre y reemprendió el viaje entre los aplausos de los pasajeros. Lo bueno es
que estas cosas pasan de verdad, no en una película de Fellini.
Pero también nos habla de política, de cómo algunas
historias de terrorismo acaban en abrazos; de las relaciones mafiosas de
Berlusconi… Y nos explica por qué el fenómeno Berlusconi y conceptos
fundamentales para entender a esa sociedad como la dietrología, el grande
vecchio o el campanilismo. Nos
explica la extrema violencia futbolística entre Lazio y la Roma, con sus
implicaciones ultras. Relata historias de cine, de gastronomía, de timos a
turistas. Historias de religión, judía y cristiana, en la ciudad creada por los
papas.
Sobre el Vaticano asegura: “En lo tocante al dinero, (el
Vaticano) mantiene una tradición muy italiana: abunda en líos, misterios, zonas
oscuras y muertes sospechosísimas”, aunque el considera que a Juan Pablo I no
lo asesinaron, si no que murió en calzoncillos. Y, advirtiendo, opina: “¿Qué es
el Vaticano? Una oficina muy grande y muy antigua, cuajada de mala leche
burocrática. El catolicismo es una religión monoteísta (pese a la filigrana
trinitaria) dirigida por un poder centralizado y literalmente despótico; la
parte del poder y el despotismo está en el Vaticano; la religión en sí, la fe,
los atributos morales, se encuentran con mayor facilidad en cualquier otra
parte”.
Y mientras volvemos a Roma, en persona o desde el sofá, Arrivederci...:
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