El heterodoxo gazpacho por excelencia. |
Más allá de patrioterismos, el gazpacho es
español. Nace al sur de Despeñaperros y será en Andalucía donde más arraigo
tendrá. En Madrid, donde convergen todas las cocinas del estado, el gazpacho es
ayuda indispensable para superar el calor estival. Personalmente, en estos
días, ingiero unos trescientos litros de gazpacho diarios. Por las mañanas. A
la noche sólo caen doscientos litros.
De
los orígenes del gazpacho poco se sabe por más que uno busque y rebusque. A
pesar de algunos precios desorbitados actuales, como tantas exquisiteces
culinarias, sí está claro que el gazpacho como alimento de campesinos y gentes
pobres. Es en el siglo XIX cuando se internacionaliza su conocimiento.
Y es
que…, si no hubiera sido por los románticos, el gazpacho no sería lo que es, ya
que fueron los viajeros románticos ingleses y franceses (Cook, Merimé,
Custine…) los que comenzaron a hablar de él en ese periodo en que España
cimenta sus esteretipos con fragancia romántica. El gazpacho viaja de la mano
del bandolerismo y del flamenco.
Será
en este momento en el que el gazpacho sea comida de campesinos y gentes pobres
para empezar a degustarse en otros ámbitos. En el Manual de Diligencias de don Antonio Gutiérrez González, en 1842,
se nos cuenta que la Compañía de Diligencias Generales y de Caleseros de Burgos
Unidas, ofrecía en las posadas de los caminos una cena que, por 10 reales,
constaba de: “una sopa de caldo de gallina, un par de huevos pasados por agua,
una menestra, un guisado, un asado, una ensalada de gazpacho, dos postres,
aguardiente y pan y vino a discreción”. Se supone que el gazpacho era de la
variedad de jeringuilla.
El
gazpacho hace acto de presencia en las buenas mesas, llegando a la realeza.
Escribía el poeta Rubén Darío que Isabel II, después de que la Revolución de
1868 – que dio origen a la Primera República Española- la llevara al exilio
francés, exigía: “de perdices hastiado, el rey exige un gazpacho”. Y a día de
hoy, parece que Sofía, la mujer del Borbón real tiene el gazpacho entre sus
platos preferidos. Este secreto real, lo cuenta la periodista francesa
Francoise Laot.
La
elaboración del gazpacho es algo muy personal. Hay tantos gazpachos como
creadores de gazpachos. Eso sí, según José Briz, en su Breviario del Gazpacho, existe lo que se llama el gazpacho padre, cuyos ingredientes
serían: ajo, pan, vinagre, sal y agua. No exento de ortodoxia, asegura que para
hacer gazpacho sobran la electricidad y las batidoras porque se le quita
“sentimiento al gazpacho”.
Para
Briz, el gazpacho es “un plato excelente y diría que exquisito, y hasta
sofisticado, por la sutilísima combinación de sus ingredientes y la casi
indescriptible escala de sabores que puede ofrecer, y ello, precisamente, por
la imaginativa variedad de sus múltiples recetas, en realidad fórmulas, a veces
crípticas, que justifican el sapientismo meneo
con que maneja la maja y el almirez el oficiante, depositario de un mágico
secreto que, como el de la piedra
filosofal, sólo poseen los buenos alquimistas”.
El gazpacho por excelencia
Con
todo, la base del gazpacho (ajo, aceite, pan, agua, sal y vinagre) admite
muchas variaciones, pero el gazpacho por excelencia es el gazpacho rojo, o
andaluz, o sevillano. Este gazpacho comienza a elaborarse después del
descubrimiento de América, de ahí lo de sevillano, por encontrarse en esta
ciudad la Casa de Contrataciones y ser un lugar de introducción de todo lo
americano.
El Ajoblanco malagueño. |
De
América llegarían a la Península el tomate y el pimiento, y entrarían a formar
parte de las recetas del gazpacho. Otros añadidos posteriores, que para unos
gazpacheros irían unidos y para otros separados, serían el pepino, el comino o
el pimentón (ofrece este condimento un sabor extremadamente particular).
A
todos estos elementos se le pueden añadir, como guarnición, trocitos de pan,
pepino, tomate, cebolla y pimiento. Dicen los expertos que el gazpacho debe
realizarse a temperatura ambiente y no debe servirse frío, sino fresco. Hasta
aquí, el gazpacho sevillano, que por ser el más popular también es el más
denostado.
Pero
si nos acercamos a Córdoba, es fácil que nos digan que esta es la capital del
gazpacho. No en vano fue el principal centro andaluz medieval, donde es fácil
que surgiera el gazpacho medieval, claramente influido por la cocina árabe, con
condimentos típicos de esta zona, como la almendra o el piñón. Este gazpacho
fue inicialmente blanco en vez de rojo. Descubierta América (o encontrados con
América), sólo añade el tomate a la base y se convierte también en rojo. Hoy
día, el gazpacho cordobés se ha modernizado tanto como el sevillano,
dependiendo, como no, del gazpachero.
Mencionadas
Sevilla y Córdoba, no podría faltar Málaga, donde sí pervive el gazpacho
blanco: el ajoblanco. El ajoblanco es, en esencia, el que hemos denominado gazpacho padre, con más ajo y con más
almendras crudas. También admite muy bien un racimo de uvas, peladas, claro.
También
es fácil encontrar en muchos lugares el mencionado gazpacho de jeringuilla, una
auténtica sopa fría, y que parece una ensalada a la que se la ha añadido agua.
Así, sobre el troceado tomate, pimiento, pepino y cebolla, sazonado, se vierte
vinagre sin miedo y aceite de oliva, con menos miedo todavía y abundante agua,
hasta que los elementos sólidos floten. También admite muy bien los cominos,
que terminarán en el fondo por mucho que removamos.
Sancho en la Ínsula de Barataria, atiborrándose. |
Los otros gazpachos
Es
difícil saber por qué se denomina gazpacho a platos tan diversos como los
mencionados. Pero es que también hay gazpacho caliente. En El Quijote (buen compendio gastronómico), Sancho, en el capítulo
LIII, tras lamentarse de su fracaso en la gobernación de la ínsula Barataria,
exclamaba: “más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de
un médico impertinente que me mata de hambre”. Casi con seguridad, Sancho se
refiere al gazpa
cho de La Mancha, que también es conocido en la fronteriza
Murcia por el Este, y por el Oeste con Extremadura. Consta este gazpacho, en su
base, de caza: conejo, perdiz, gallina. Todo esto se cuece con laurel y aceite
y se le añade un sofrito de cebolla y tomate. Realizado este guiso se le añade
el otro pilar de este plato: la torta manchega, tan sencilla como amasar agua,
harina y sal.
Pero
esto es otra historia…
“El pan, pan, el vino, vino y el gazpacho con pepino”
“Con el gazpacho nunca hay empacho”
“El pepino en el gazpacho y los negocios en el despacho”
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