Los recuerdos de infancia de estos días me
llevan a mis padres escribiendo christmas e intercambiando participaciones de
lotería de Navidad. A mí abuelo materno preparando una infinita lista de
números para tenerla el día 22 perfectamente preparada. Una lista en la que
siempre faltaba un número: el décimo clandestino que jugaba a escondidas del
mundo. Uno de sus grandes secretos…
Debió
ser el entorno el que me afectó porque el único juego de azar en el que
participo es la lotería de Navidad. Y es cierto que sigo intercambiando números
desde hace muchos años con gente que aprecio y me aprecia. En el fondo es una
manera de mantener un vínculo, una excusa para mantener un contacto, para
decirnos que seguimos bien, o mal, pero en la brecha. Aunque es cierto que con los
años muchas personas han ido dejando de estar en la brecha.
Y
toca, la lotería de Navidad toca. No saca de pobres, pero toca.
Con
la llegada del euro padecí una pequeña crisis, que la musiquilla que entonaban
las criaturas de San Ildefonso no era lo mismo con los euros que con las
pesetas. Poco a poco he ido remontando pero si pienso en run run de fondo que
invade todo, me siguen apareciendo las pesetas.
El
sorteo está repleto de costumbres, tradiciones, anécdotas, supersticiones. De
una puesta en escena única con los lustrosos bombos en el salón de loterías,
programaciones especiales en la radio y la televisión, cientos de periodistas
alertas para asaltar a los ganadores y cientos de directores de sucursales de
bancos a lo mismo. Internet le ha quitado un poco de encanto a la cosa, que en
el momento ya sabes cómo va la cosa hasta de la pedrea.
Y es
que es un sorteo con solera. Aunque viene muy de lejos, fue en 1892 cuando
apareció por primera vez la denominación “Sorteo de Navidad”. Si las esperanzas
se encuentran en cada poseedor de una participación de lotería, los nervios
están en los niños y niñas de San
Ildefonso, encargados de extraer las bolas y repartir la suerte.
Fue
el 9 de marzo de 1771 cuando por primera vez un alumno de esta benéfica
institución, el niño de siete años, Diego López, sacó y cantó el premio. Desde
entonces los niños de esta institución han colaborado en el sorteo. Y desde
1984, también las niñas. Son horas y horas de ensayar lectura rápida de números
y destreza con las bolas.
Pues
eso, voy a ir rematando participaciones y décimos para intercambiar, que no para
regalar. Que las cosas bien hechas, bien parecen.
P.S.
El anuncio de este año de la Lotería es patético. Ha tenido mucho impacto por
patético. Otra cosa patética hecha con mis impuestos. Claro, ha hecho que la
creatividad se haya desbordado. En fin, aquí os pongo la realidad de lo
ocurrido con la agencia de publicidad:
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