Esther Solís en una foto de @franlorente. O sea, Fran Lorente |
Esther Solís
es una madrileña de 42 años que tras vivir en San Blas se convirtió en carabanchelera. Después de pasar por
distintos oficios, hace seis años que encontró su vocación. Realizó un curso y
consiguió un empleo como gerocultora, es decir, como cuidadora de ancianos.
Trabaja en la Fundación Alzheimer Reina Sofía, donde además es delegada de
CCOO. Insiste Esther en
que la encanta su trabajo “a pesar del sueldo”, que es de 800 euros por siete
horas de trabajo en turno de mañana o tarde. Aclara que “el turno de la noche
es fijo porque así lo peleamos y lo conseguimos”. Con todo, se siente
casi una privilegiada ya que, asegura, en muchas residencias sus compañeras
tienen más problemas con los turnos lo que dificulta la conciliación de la vida
laboral.
Como ocurre en este
sector, en el centro donde trabaja Esther hay pocos hombres, sólo cuatro, por
eso hablamos en femenino refiriéndonos a las gerocultoras, quizá por esa
tradición femenina de cuidadora. Eso sí, es un trabajo que requiere mucha
fuerza física para poder mover a los ancianos. En la Fundación Reina Sofía,
“gracias al nombre del centro”, explica Esther, “hay grúas en todas las
unidades”, pero no así en otras residencias, donde llega a haber una grúa para
cincuenta personas.
Esta situación hace
que el trabajo se realice “a destajo, deprisa y necesariamente entre dos
personas. Es muy complicado, por ejemplo, duchar a un anciano que no se puede
mover. La falta de personal es evidente”, nos explica nuestra gerocultora.
El trabajo es
complicado, “los ancianos con alzheimer son como niños pequeños: hay que
levantarlos, ducharlos, darles el desayuno…”, aunque también depende del grado
en el que se encuentre la enfermedad. El más complicado es el tercer grado,
“además de la rigidez y los problemas de movilidad suelen aparecer síntomas de
agresividad”, asegura Esther. Y continúa: “aguantamos insultos y esquivamos
golpes. Yo, las piernas las tengo repletas de cardenales y recientemente a una
compañera le rompieron la nariz de un puñetazo”.
A pesar de ello,
Esther no puede evitar tomar cariño a estas personas y cuando les llega la
muerte tampoco puede evitar llorar, que son muchos días de contacto con ellos.
Con las familias no, no pueden tener contacto. Esa relación es exclusivamente
con los médicos, a quienes considera que están “en un estatus superior, igual
que algunas enfermeras. Todo depende de las personas”.
Ahora, este
colectivo en la región de Madrid tiene un problema gordo. En 2015 van a
necesitar un certificado de profesionalidad y, a pesar de que la Comunidad no
saca la convocatoria; muchas empresas, sin ofrecer opciones, amenazan con el
despido. Academias privadas ya están ofreciendo cursos con un coste de 1.500
euros que acreditará que las gerocultoras están capacitadas para realizar un
trabajo que ya están realizando. El curso, además, es presencial y de 370
horas. Una situación surrealista que sólo se padece en la Comunidad de Madrid y
que ha llevado a estas trabajadoras a comenzar movilizaciones.
Quedan pocos meses
para poder acreditarse y el caos está cercano con un problema que nos recuerda
Esther “no es formativo, sino laboral”.
Miles de dependientes podrían quedar sin asistencia en
2015
Explicándome que el 22 se manifiestan. Pillada de @frlorente. |
Dentro de unos
meses, en el año 2015, se cumple el plazo para que todas las personas que
trabajan como gerocultoras necesiten un certificado que las cualifique para
poder continuar desempeñando su trabajo.
La gerocultura
contempla a las personas mayores de una forma integral e integradas en la
sociedad de la que forman parte. Implica, además, una relación con el nivel y
la calidad de vida, tratando de lograr en esta etapa del ciclo vital comodidad,
seguridad, bienestar y, en definitiva, un envejecimiento saludable. En la Comunidad de
Madrid, la necesidad de esa cualificación en el año 2015 afecta también a las
personas que trabajan en centros de discapacitados y ayuda a domicilio. El
número de trabajadores y trabajadores asciende a unos 30.000, de los que 20.000
se dedican a la gerocultura.
El problema que se
avecina es de tremendas dimensiones tanto en su vertiente laboral como social y
económico. Si no se toman medidas urgentemente, la falta de cualificación de
estos trabajadores provocará miles de despidos, lo cual afectará a la atención
de personas dependientes en nuestra región.
Para obtener la
cualificación, las trabajadoras de este sector deben realizar un curso
formativo de cuatro módulos y 400 horas (300 para ayuda a domicilio). La única
vía para poner en marcha cursos de formación es la subvención proveniente del
Estado y las administraciones regionales.
El problema añadido
en la región de Madrid es que sólo son acreditados los cursos que son
subvencionados por la Comunidad de Madrid. Evidentemente existe la posibilidad
de realizar los cursos en academias privadas acreditadas, lo cual supone un
importante desembolso para las personas que trabajan en estos sectores, que no
se lo pueden permitir.
Con todo, el
elevado número de personas que deben conseguir la acreditación y la escasez de
cursos, que son presenciales con un tope de quince alumnos, ha generado un
embudo imposible de imposible solución si el Gobierno regional no toma medidas.
>Creo que es importante quitar la preocupación de muchas gerocultoras que trabajan en residencias por que aquello de que antes de finalizar 2015 necesitaban tener un certificado de profesionalidad o una cualificación profesional ha sido retirado (o sea, ya no hay fecha límite). Podéis encontrar toda la información sobre la retirada y el texto oficial en este enlace. Creo que será importante para quien trabaje en una residencia de ancianos en Madrid
ResponderEliminarPara todas las gerocultoras, han salido publicadas las tablas salariales para 2017 del convenio marco de atención a la dependencia que rige en la mayoría de comunidades autónomas.
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