Soy
donante de sangre y heterosexual. De hecho, bastante donante y bastante
heterosexual. Jamás se me ha ocurrido, cuando me extraen la sangre, decir que
si Ángela Merkel necesita mi plasma a efectos de sobrevivir me niego a que sea
usado mi rojo líquido. En Europa, esta Europa tan moderna se ha legislado para
que países como Alemania o Francia puedan impedir a los homosexuales donar
sangre por ser “un peligro”. Así va Europa.
La
Media Luna Turca también se niega a que los homosexuales donen sangre. Ahora
que la Comunidad de Madrid ha regalado, creo que ilegalmente, mis datos
personales a la Cruz Roja (prima hermana de la Media Luna Roja), la próxima vez
que done, en el hospital eso sí, voy a decir que soy gay. Incluso negro, que
debe ser peor. Voy a decir que soy gay y negro y supongo que ipso facto toda Turquía sabrá que soy
peligroso. Que por mis venas seguramente corran todos los vicios contagiosos
del Universo, no como por las venas de esos heterosexuales blancos que, aunque
frecuenten prostíbulos y lupanares de todo tipo y condición seguro que no
contagian ni una gripe.
Personalmente
me fío más de la sangre de un gay que de la de un machirulo de prostíbulo, sea francés o alemán, especialmente si ha
estado de vacaciones en la costa española. De cualquier forma, ¿no es más fácil
que la sangre pase controles de calidad que andar haciendo alarde de homofobia?
El
17 de mayo es el Día contra la homofobia, no estaría de más dar la lata con
estos asuntos y contra esas palizas que renacen en Madrid contra gais al grito
de “maricones”. Vuelve el hombre valiente que, escondido en el grupo y la
oscuridad, da palizas a homosexuales. ¿Serán donantes de sangre estos bestias?
No. Europa no es lo que parece y Madrid no es ni su sombra.
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