Seguramente, que mis padres me llevaran a
ver teatro clásico en la infancia ha influido en mi gusto por éste.
Seguramente, mi platónico amor por la sita
Maribel en 7º de EGB, también. Gracias a La
Maribela, alternaba yo los tebeos de Mortadelo
y Filemón con los Entremeses de
Cervantes. De hecho, creo que alimentó cierto fetichismo en mi personalidad
cuando me dejó un ejemplar de estas obras y durante semanas no me separé de él.
Hace
menos de una semana se ha estrenado en el Teatro La Latina de Madrid, El perro del hortelano, de Lope de Vega,
montada por la Fundación Siglo de Oro (RAKATá) bajo la dirección de Laurence
Boswell. Y disfruté de lo lindo con esta historia que se desarrolla en Nápoles
a principios del siglo XVII.
Disfruté
porque los clásicos van directamente al hígado con los temas. En este caso
privilegios sociales, amor, desamor, celos, más celos, más amor, donde dije sí,
digo no y viceversa…; drama, humor y suspense hasta el final. Y en verso,
claro.
Diana,
la condesa de Belfor, que también así es conocida la obra, es una bella
artistócrata con varios pretendientes a los que rechaza permanentemente. Pero…,
ella se enamora, que yo creo que en principio se encapricha con su secretario,
Teodoro. Éste a su vez, aunque está liadillo
con una de las damas de compañía, pues se deja seducir por la seductora Diana y
cae en sus redes. Y casi le vuelve loco. Vamos, que Diana es como el perro del
hortelano, que ni come ni deja comer.
Diana
es una mujer con arrestos, más aún tratán
dose del siglo XVII, que pelea entre
sus sentimientos y la lógica aristocrática de no mezclarse con plebeyos. Entre
drama, inestabilidades, conspiraciones…, nos hace más llevadero el drama, el
humor y las ocurrencias (o grandes ideas) del criado de Teodoro, aspirante a
secretario del secretario. Estereotipo imprescindible en el mundo clásico, en
el mundo y en nosotros mismos.
El
montaje, la puesta en escena, la interpretación, el respeto a Lope hacen que me
atreva a recomendarla. Y hace que vea de sacar tiempo para ver El castigo sin
venganza, que se representa a la par.
Ambas
se pueden ver hasta el 29 de junio en el Teatro La Latina, claro.
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