Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

miércoles, 18 de junio de 2014

El perro del hortelano en La Latina


Seguramente, que mis padres me llevaran a ver teatro clásico en la infancia ha influido en mi gusto por éste. Seguramente, mi platónico amor por la sita Maribel en 7º de EGB, también. Gracias a La Maribela, alternaba yo los tebeos de Mortadelo y Filemón con los Entremeses de Cervantes. De hecho, creo que alimentó cierto fetichismo en mi personalidad cuando me dejó un ejemplar de estas obras y durante semanas no me separé de él.

Hace menos de una semana se ha estrenado en el Teatro La Latina de Madrid, El perro del hortelano, de Lope de Vega, montada por la Fundación Siglo de Oro (RAKATá) bajo la dirección de Laurence Boswell. Y disfruté de lo lindo con esta historia que se desarrolla en Nápoles a principios del siglo XVII.

Disfruté porque los clásicos van directamente al hígado con los temas. En este caso privilegios sociales, amor, desamor, celos, más celos, más amor, donde dije sí, digo no y viceversa…; drama, humor y suspense hasta el final. Y en verso, claro.

Diana, la condesa de Belfor, que también así es conocida la obra, es una bella artistócrata con varios pretendientes a los que rechaza permanentemente. Pero…, ella se enamora, que yo creo que en principio se encapricha con su secretario, Teodoro. Éste a su vez, aunque está liadillo con una de las damas de compañía, pues se deja seducir por la seductora Diana y cae en sus redes. Y casi le vuelve loco. Vamos, que Diana es como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer.

Diana es una mujer con arrestos, más aún tratán
dose del siglo XVII, que pelea entre sus sentimientos y la lógica aristocrática de no mezclarse con plebeyos. Entre drama, inestabilidades, conspiraciones…, nos hace más llevadero el drama, el humor y las ocurrencias (o grandes ideas) del criado de Teodoro, aspirante a secretario del secretario. Estereotipo imprescindible en el mundo clásico, en el mundo y en nosotros mismos.

El montaje, la puesta en escena, la interpretación, el respeto a Lope hacen que me atreva a recomendarla. Y hace que vea de sacar tiempo para ver El castigo sin venganza, que se representa a la par.

Ambas se pueden ver hasta el 29 de junio en el Teatro La Latina, claro.

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