Si alguien nos habla de huelgas históricas, nuestra mente evoca
movilizaciones obreras en el industrial siglo XIX, pero que va, que va…Lo
cierto es que el conflicto ha existido desde que los poderosos han intentado
abusar de los trabajadores. Y así será siempre. La primera huelga de la que
tenemos documentación data, nada más y nada menos, que del año 1166 a . C. (o sea, hace casi
3.200 años), y se desarrolló en ese Egipto faraónico de grandes obras, en un
lugar llamado Deir el-Medina (la aldea en que se alojaban los trabajadores).
Allí, al grito de "¡Tenemos hambre!" se llevó a cabo una huelga de ocho días. Los
trabajadores lograron sus objetivos y descubrieron la huelga como instrumento,
ya que en este mismo lugar, durante años se realizaron huelgas
intermitentemente. Deir el-Medina se convirtió en un lugar en que la unidad de
los trabajadores daba sus frutos.
En aquellos días reinaba en
Egipto Ramsés III y, como tenían por costumbre los faraones, se le iba el
presupuesto en grandes obras que le hicieran pasar a la posteridad aunque no
tuvieran gran sentido práctico, algo que ha seguido dándose en el mundo
contemporáneo.
El problema añadido en esos años es
que al derroche había que sumar conflictos bélicos con vecinos fronterizos; la
corrupción; la mala administración…, vamos, que
el mundo no ha cambiado tanto
en los últimos treinta siglos.
Pues bien, los 120 trabajadores
de la tumba de Ramsés III se alojaban en la aldea Deir el-Medina junto a sus
familias en 70 casas. Una cuadrilla de trabajadores estaba formada por 60
hombres divididos en dos equipos: un capataz, un delegado y uno o varios
escribas. Había albañiles, canteros, pintores, tallistas de relieves y
escultores, además de escribas, vigilantes, obreros con y sin cualificación y
campesinos. Todo ello supervisado por un visir o un delegado real. Para
complementar la vida del poblado estaban los pescadores, pajareros, aguadores y
lavanderos. Además, a cada brigada se asigna un médico que visita regularmente
el poblado.
El
contramaestre era quien dirigía y vigilaba la actividad, anotando las faltas al
trabajo. Según la documentación que ha llegado de este lugar, estaba
justificada la ausencia por enfermedad, por la celebración de la fiesta de la
madre, y por discusión con la esposa. Las ausencias no justificadas recibían
una sanción.
Ramses III |
La crisis
Los salarios se calculaban sobre
la base del valor del grano de diversas calidades. Por ejemplo, el jefe de los
obreros percibía un salario de 133 litros de un grano de primera calidad y
otros 640 litros
de segunda calidad; cada obrero cobraba 174,75 litros y 466 litros
respectivamente; el vigilante 88,25 y 174,75… El salario se paga en víveres, pues
diariamente cada obrero recibía cerveza, grano, pan, pescado seco y verduras.
Pero Egipto en aquellos días se
sumió en una profunda crisis económica (esto también nos suena). En aquellos
años ya estaba de moda el hierro y la plata y, al perder poder en Asia, Ramsés
III tuvo que empezar a comprar estas materias primas que no existían en el
país. Como pasa hoy día, Ramsés adoptó unas "medidas de ajuste", que
produjo una terrible inflación, poniéndose el precio del grano a precios
imposibles. Entretanto, los funcionarios corruptos se enseñoreaban.
La primera huelga de la historia
surge en este contexto, los trabajadores, unidos se manifestaron al grito de
"tenemos hambre" e hicieron una sentada a las puertas del templo.
Desconfiados de las promesas se pasaron toda la jornada acampados. Lograron que
se les pagaran las raciones del mes anterior, pero ya expertos en detectar
abusos, exigieron la paga del mes en curso. Al octavo día de huelga les fueron
entregadas las raciones del mes.
Así lo contó la prensa
Según El Papiro de la huelga, conservado en Turín (Italia), junto a
otros documentos encontrados en la zona y que hoy se conservan en El Cairo y
varias ciudades europeas, la huelga comenzó el día 10 del mes de Peret, en el
año 29 del reinado de Ramsés III, (1166 a .C.) debido al retraso de una paga
"distraída" por el gobernador de Tebas Oeste. Su redactor fue el
escriba Amennajet, que hoy se convierte en colaborador de La vida desde el lago. Escribía así:
"Año 29, segundo mes de la
segunda estación, día 10. Este día el bando cruzó las cinco paredes de la
necrópolis, gritando: "¡Tenemos hambre!'"… y se sentaron a espaldas
del templo de Tutmosis II, en el límite de los campos cultivados. Los tres
interventores y sus ayudantes fueron a instarles que volviesen al recinto de la
necrópolis, e hicieron grandes promesas…"¡Podéis venir, porque tenemos la
promesa del Faraón". Sin embargo, no era bastante una promesa en nombre
del rey, pues los huelguistas pasaron el día acampados detrás del templo, y no
volvieron a sus habitaciones de la necrópolis hasta que se hizo noche. El tesoro real se abrió, y se les
entregaron las raciones del mes anterior.
Los trabajadores se ablandaron un
tanto con la paga, pero la dura experiencia les había decidido a no contentarse
con una satisfacción parcial: pidieron también la paga del mes corriente. Al
día siguiente se reunieron en "la fortaleza de la necrópolis", que
debía ser el cuartel general de los policías. Montumosis, jefe de la policía,
reconoció la justicia de sus demandas, pero les rogó que guardasen orden:
"Mirad, os doy mi respuesta: Subid (a vuestras casas) y recoged vuestros
utensilios y cerrad las puertas y traed a vuestras mujeres e hijos. Y yo iré al
frente de vosotros al Templo de Tutmosis II y os permitiré estar allí hasta
mañana". Por último, al octavo día de huelga, les fueron entregadas las
raciones del mes.
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