Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

lunes, 7 de septiembre de 2009

Victoria Rodríguez, Buero Vallejo y una pequeña historia

Era primera hora de la mañana de aquel 29 de abril del año 2000. Aquel sábado, previo a las jornadas festivas del 1 y 2 de mayo convertía las calles de Madrid en un apacible escenario. Las circunstancias me habían impedido descansar aquella noche, al igual que las anteriores. Al igual que la siguiente y la siguiente. Antes de entrar al Sanatorio Infantil del Niño Jesús compré El País en el quiosco. Ese quiosco que casi forma parte del recinto hospitalario. Enfrente, el Retiro era la libertad, la normalidad, un lugar tantas veces paseado y en ese instante imposible.

Una fiebre que no se iba y quizá el miedo causado por la inexperiencia hizo que unas noches anteriores llevaramos a nuestra hija a Urgencias. Miles de pruebas médicas mezcladas con una Semana Santa y posteriores días festivos, sumados a unas décimas de temperatura que no se iban nos dejaron allí encerrados con nuestra angustIa durante un par de semanas. Y en medio de las preocupaciones, la primera del periódico destacaba la muerte de Antonio Buero Vallejo. Diez años hará el próximo, la misma edad que cumple en noviembre nuestra hija, que ni recuerda aquellas jornadas.

Después de tanto encierro, aquel caluroso verano decidimos ir a la sierra de Madrid, a Navacerrada, al Arcipreste, un hotel con una privilegiada situación, que entonces no gestionaba ninguna cadena hotelera, sino sus propietarios, la familia Herrero. Un lugar tranquilo, para tomar el aire serrano, el sol serrano y, si era menester, gastronomía serrana.

Así pues, al final de julio de 2000 nos presentamos en el Arcipreste con una cuna plegable, una bolsa de potitos y los enseres necesarios para unos días. Unos días que terminarían siendo un mes. El Arcipreste estaba casi vacío cuando desembarcamos, de un casi vacío, que casi asustaba. Sí fueron llegando algunos clientes de toda la vida. Pero de toda la vida toda la vida. De hacía más de treinta años.

Un buen día apareció una pareja de mujeres que conocían todos los entresijos del hotel. Mutuamente compartimos la necesidad humana de comunicarse: Lola y Victoria eran, son, hermanas. Vecinas de la calle Atocha en su infancia y juventud, Victoria era, es Victoria Rodríguez, dama de la escena y viuda de Antonio Buero Vallejo, recién enviudada aquel verano. Algunas felicitaciones navideñas y la relación con Victoria se fue difuminando en un lento mutis, hasta que este verano reapareció en la escena del Arcipreste acompañada de su hijo, Antonio. (El escenario ha cambiado sustancialmente, que ahora el Arcipreste lo gestiona la Cadena Husa. No es el momento de ejercer la crítica sobre el establecimiento hotelero).

Y el alma artista de Victoria sigue llenando con su sola presencia la estancia en la que se encuentre, y su voz modulada viaja como polvo de hadas sin entender de distancias ni obstáculos. Victoria es un baúl de anécdotas y conocimiento. De la fina ironía puede pasar a la crítica desgarradora; de la provocación, a la emotiva sensibilidad; de los recuerdos, a la trepidante actualidad. Y siempre, como fondo, Buero y el teatro. Peleando por que se respete a Buero, que en este país respetar a Buero es sinónimo de respetar el teatro y la dignidad del ser humano.



El destino, o la casualidad, nos reencontró con Victoria. El destino, o la casualidad, hace que el próximo año se conmemore el centenario del nacimiento de Miguel Hernández y el décimo aniversario de la muerte de su amigo, compañero de celda y condena, Antonio Buero Vallejo, amistad que quedó reflejada en el más famoso retrato del poeta, realizada por el dramaturgo…, y pintor. ¿Podremos disfrutar de alguna obra de Buero dirigida desde el respeto?

Ese respeto es afán de Victoria que, mirada clara, sonrisa traviesa y elegantemente menuda padece sarpullidos cuando aparecen en escena los micrófonos. Su voz no los requiere, porque su voz surge de la seguridad, de las tablas; cuando no del corazón.

La foto con Victoria, al principio de esta entrada, está hecha por la niña que aquel 28 de abril de va a hacer diez años estaba en el Niño Jesús. El destino, o la casualidad, quien sabe, la han convertido en amiga de Victoria.

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