"No hay futuro sin tomar en cuenta el
presente que tenemos"
Esta mañana ha tenido lugar en El Escorial la sesión inaugural del Curso de Verano de la Universidad Complutense Pasado, presente y futuro democrático en España, organizado por la Fundación Sindical Ateneo 1º de Mayo y la Fundación Abogados de Atocha.
Jaime
Cedrún, secretario general de CCOO de Madrid, ha saludado a ponentes y
auditorio, destacando que hay esperanza en el futuro. Cedrún protagonizará la
jornada de clausura con la conferencia Alternativas
frente a la crisis.
Por
su parte, Javier López, presidente de la Fundación Sindical Ateneo 1º de Mayo y
director del curso, ha comenzado con una breve exposición para presentar la
jornada de la mañana, que ha contado con dos ponentes de excepción: Alejandro
Ruiz Huerta, sobreviviente de los asesinatos de Atocha y presidente de la
Fundación Abogados de Atocha; y Eduardo Saborido, detenido y encausado en el
Proceso 1001 y director de la Fundación de Estudios Sindicales de CCOO de
Andalucía.
López
ha explicado que se podía haber organizado un curso sobre lo que nos preocupa:
crisis, desempleo, reformas…, pero esta tarea la viene abordando el sindicato
día a día. En este sentido, ha argumentado que en la crisis que padecemos hay
algo que subyace, y es la crisis de valores, de ética, de identidad de país. Y
ha explicado cómo desde la memoria se puede entender lo que está ocurriendo en
estos momentos.
Refiriéndose
a personas como los ponentes, ha asegurado que hubo gentes que, desde la
renuncia a la violencia, abrieron las puertas a las libertades. En su opinión,
personas como los protagonistas del Proceso 1001, en 1972 detenidos por ser
“delincuentes por convicción”, hoy serían calificados de “terroristas”, tal
como son calificados los presos políticos.
“Si el eco de su voz se debilita,
pereceremos”
Antes de acometer su ponencia Abogados de Atocha, Alejandro Ruiz
Huerta, sobreviviente de los asesinatos perpetrados por la ultraderecha en
enero de 1977 y presidente de la Fundación Abogados de Atocha, ha opinado que
muchos de los problemas de hoy vienen de la Transición, y que “el presente
actual nos lleva al caos”. Huerta también ha criticado en su introducción que
mecanismos actuales, como internet, son artefactos para que olvidemos.
Ruiz
Huerta ha hecho rápido un relato histórico de lo acontecido entre 1969 y el
brutal atentado de Atocha, que lo fue contra todos los trabajadores.
En
su relato, ha contextualizado ese momento histórico en el que “España fue
devuelta a los españoles”, citando a Julián Marías. Según el presidente de la
Fundación Abogados de Atocha, en este momento de “pretransición”, confluyen dos
ideas fuerza. En primer lugar, la política de reconciliación llevada a cabo por
el PCE y la Iglesia, con el objetivo de cerrar las heridas de la Guerra Civil;
y por otro, la aprobación de la Ley de Convenios en 1959, que abre tímidamente
la puerta de las empresas.
A
raíz de esta ley de Convenios comienzan a abrirse los primeros despachos de
abogados laboralistas por parte de unas Comisiones Obreras clandestinas y el
apoyo de estudiantes de Derecho.
El
segundo momento histórico importante destacado por Huerta, “el corazón de la
Transición”, transcurrió entre 1976 y 1979, momento en el que se asientan los
elementos claves de la transición a una democracia creíble. Y en este contexto
histórico cobran especial protagonismo los “sujetos colectivos”, esto es, los
trabajadores, las trabajadoras; profesionales como abogados, personal
sanitario, periodistas… Todos ellos fueron la clave de la lucha antifranquista,
porque, ha detacado Huerta, “aquí se luchó contra el franquismo”.
También
ha explicado lo que para él fueron elementos negativos de la Transición, “los
límites y zonas oscuras” que todavía se mantienen vivas, como la monarquía o en
otras instituciones. Estas zonas oscuras vienen siendo “un lastre para la
democracia”.
En
este relato, el ponente ha prestado una especial atención a los abogados
laboralistas, a los que ha calificado como “abogados con compromiso personal y
colectivo en cualquier rama del Derecho”, eso sí, con dos especialidades
fundamentales: laboral y TOP (Tribunal de Orden Público).
Evidentemente
ha dado unas pinceladas a lo que fue el despacho de Atocha, creado en 1973 ó
1974 y que en realidad fueron dos locales: Atocha 55 y Atocha 49. Allí se
trataban dos temas clave: “La Costru”
y el comité de empresa de Metro, ya que era un trabajo muy técnico.
Ruiz
Huerta ha destacado la labor realizada por el PCE como elemento aglutinador del
movimiento obrero, de los profesionales y del movimiento ciudadano. Y así era también la tarea del despacho de
Atocha: profesional, político y sindical. Allí se atendía a los trabajadores
para cualquier problema y se atendía al centenar de asociaciones de vecinos de
Madrid, la mitad de ellas clandestinas. Ha recordado, además, que el trabajo
era un trabajo colectivo, “en equipo, en el que todo el despacho cobraba lo
mismo, incluida Rosa Roca, la señora de la limpieza”.
Por
último, Ruiz Huerta ha relatado, en un momento no exento de emoción, “la semana
de enero” y el brutal atentado que él mismo padeció, junto a sus ocho
compañeros. Y citando el nombre de todos ellos y una cita de Paul Edouard ha
concluido: “Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”.
Proceso 1001: Ingenuos y osados
Eduardo Saborido, detenido junto al resto
de la Coordinadora General de las clandestinas Comisiones Obreras en 1972 y
víctima del proceso 1001, ha realizado la segunda ponencia de la jornada sobre
aquel momento histórico.
Ha
rememorado Saborido los dos primeros artículos del primer bando de Queipo de
Llano en Sevilla de aquel terrible 18 de julio de 1936:
“ESPAÑOLES:
Las circunstancias extraordinarias y críticas por que atraviesa España entera;
la anarquía que se ha apoderado de las ciudades y los campos, con riesgos
evidentes de la Patria, amenazada por el enemigo exterior, hacen imprescindible
el que no se pierda un solo momento y que el Ejército, si ha de ser
salvaguardia de la Nación, tome a su cargo la dirección del país, para
entregarlo más tarde, cuando la tranquilidad y el orden estén restablecidos, a
los elementos civiles preparados para ello. En su virtud y hecho cargo del
mando de esta División,
ORDENO
Y MANDO
Primero.-
Queda declarado el estado de guerra en todo el territorio de esta División.
Segundo.-
Queda prohibido terminantemente el derecho a la huelga . Serán juzgados en
juicio sumarísimo y pasados por las armas, los directivos de los Sindicatos,
cuyas organizaciones vayan a la huelga o no se reintegrasen al trabajo los que
se encuentren en tal situación a la hora de entrar el día de mañana”.
Sigue
impactando que el segundo artículo fuera dirigido directamente contra los
trabajadores y sus organizaciones, por lo que Saborido ha recalcado que “no se
camuflaban. Lo primero que atacaban fue el derecho fundamental del trabajador.
Eran generales felones. Aquello fue una felonía”. Y ha recordado como el
general Mola alardeaba de que había que dar “un escarmiento” que se extendiera
en tres generaciones.
De
los antecedentes de la Guerra “incivil”, Eduardo Saborido ha recordado “los
años de plomo” en el que fueron asesinadas miles de personas en actos que
fueron y son silenciados por la historia.
Así,
ha asegurado que para hacer frente al franquismo “hubo que esperar a
generaciones nuevas, a quienes no vivimos la guerra; la desconocíamos y por
ello éramos ingenuos y al tiempo osados”.
En
opinión de Saborido la aparición del embrión de las Comisiones Obreras vino de
una sugerencia de Stalin (“quien terminó siendo un dictador que acabó hasta con
los suyos, aunque de táctica y estrategia entendía”) a Dolores Ibarruri y
Carrillo. El líder soviético recomendó utilizar la táctica de la revolución
basada en aprovechar los cauces legales que permitía el sistema.
Ya
en 1971, recordaba el ponente, el Ministerio de Trabajo y Gobernación, con los
servicios secretos del franquismo elaboró los Documentos del miedo, a través de los cuales se designa a
Comisiones Obreras, a un sindicato opuesto al Vertical, como “principal fuerza
oponente al Régimen”, que podía llevar al “caos”.
Los
servicios secretos del franquismo concluyeron que debía de haber una dirección
porque se daban hechos similares en todo el Estado y, realmente sí había una
pequeña organización: la Coordinadora General de Comisiones Obreras, compuesta
por diez ó doce personas, que se reunían de forma “muy clandestina”, aunque
asambleas, manifestaciones y huelgas se hacían muy a las claras.
La
Coordinadora se reunió muchas veces hasta que fue detenida aquel mes de junio
de 1972 en el monasterio de los monjes oblatos, en Pozuelo de Alarcón. Recuerda
Saborido que en esa reunión se iba a discutir un documento que versaba sobre el
futuro unitario del movimiento obrero, porque “nuestra obsesión era la unidad”.
En
el relato de Saborido, realizado con “humor trágico”, ha explicado que los
catalanes no fueron detenidos, lo cual tuvo dos consecuencias: la positiva, que
desde allí se pudo recomponer la cabeza de la organización; la negativa, que
faltaba una pata en toda la repercusión internacional que el proceso alcanzó,
algo “que aún se nota hoy día”.
Con
ese humor trágico ha explicado el surrealismo de la detención en la que, sin
ninguna consigna, cada detenido daba una versión a la policía de lo que hacía
en aquel monasterio. Uno dijo que iba a misa; otro que a buscar trabajo; otro a
ver al padre Venancio Marcos, figura de la época; otro que era aficionado al
alpinismo y pasaba por ahí… Nadie reconoció que eran la dirección de Comisiones
Obreras, lo cual “quizá fue un error y generó cierta confusión”, en palabras de
Saborido.
Lo
que sí tuvo claro la policía en el momento de la detención fue poner
inmediatamente una multa que ascendía a 250.000 pesetas (61 veces el salario
mínimo de la época). Y de ahí, a Carabanchel, una cárcel dirigida por un nombre
que aún hoy suena: Mariscal de Gante.
La
petición de condenas sumaron 162 años y, a partir de ahí, la solidaridad y
aglutinar fuerzas de la oposición al Régimen a través de los diferentes
abogados defensores: monárquicos, demócrata cristianos, comunistas, socialistas
de la corriente de Tierno Galván…, faltaba el PSOE porque estaba enfrascado en
su Congreso de Suresnes, ha recordado Saborido, aunque luego se intento que
también estuviera presente. Fue Felipe González quien se ofreció a llevar la
defensa de Saborido, pero éste, “más llevado por el corazón y el consejo de su
mujer que por la cabeza” lo rechazó y continuó el proceso con Adolfo Cuellar.
El
juicio se llevó en las peores condiciones. ETA había asesinado a Carrero
Blanco, presidente del Gobierno el mismo día que se iniciaba el juicio. La
organización atentó ese mismo día, a propósito, y “le ganó la batalla al
sindicalismo de clase por primera vez”. El proceso 1001 pasó, lógicamente a un
segundo término informativo.
“Pasamos
mucho miedo”, explicaba Saborido, y recordaba las palabras del presidente del
Tribunal al reanudar el juicio: “Me dan ganas de salir a la calle y matar
rojos”. La sentencia llegó entre Nochebuena y fin de año. No perdieron las
energías y recurrieron al humor para pasar aquellos días recordando el
surrealismo de la detención.
Saborido,
emocionado, ha homenajeado a sus esposas, a las esposas de los presos “que
lucharon lo indecible” enfrentándose a quien hiciera falta. Y, desbordando las
risas, ha citado a su mujer, quien asegura: “yo fui persona cuando tú estabas
en la cárcel”.
Tiempo
después, el Supremo revisó las penas y las rebajó. “Eso fue porque admitió que
no éramos los dirigentes. Es decir, se bajó los pantalones, y ahí empezó la
Transición, el futuro”.
Una
Transición que, según el veterano sindicalista, “no tuvo la culpa de lo que
ocurre hoy. Fue una transición de lucha, de pacto sobre pacto”.
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