Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

miércoles, 17 de julio de 2013

Abogados de Atocha y Proceso 1001


"No hay futuro sin tomar en cuenta el presente que tenemos"

Esta mañana ha tenido lugar en El Escorial la sesión inaugural del Curso de Verano de la Universidad Complutense Pasado, presente y futuro democrático en España, organizado por la Fundación Sindical Ateneo 1º de Mayo y la Fundación Abogados de Atocha.


La presentación del curso, que concluye el próximo viernes, ha corrido a cargo del vicepresidente de la Fundación Abogados de Atocha, Francisco Naranjo.
Jaime Cedrún, secretario general de CCOO de Madrid, ha saludado a ponentes y auditorio, destacando que hay esperanza en el futuro. Cedrún protagonizará la jornada de clausura con la conferencia Alternativas frente a la crisis.

Por su parte, Javier López, presidente de la Fundación Sindical Ateneo 1º de Mayo y director del curso, ha comenzado con una breve exposición para presentar la jornada de la mañana, que ha contado con dos ponentes de excepción: Alejandro Ruiz Huerta, sobreviviente de los asesinatos de Atocha y presidente de la Fundación Abogados de Atocha; y Eduardo Saborido, detenido y encausado en el Proceso 1001 y director de la Fundación de Estudios Sindicales de CCOO de Andalucía.
López ha explicado que se podía haber organizado un curso sobre lo que nos preocupa: crisis, desempleo, reformas…, pero esta tarea la viene abordando el sindicato día a día. En este sentido, ha argumentado que en la crisis que padecemos hay algo que subyace, y es la crisis de valores, de ética, de identidad de país. Y ha explicado cómo desde la memoria se puede entender lo que está ocurriendo en estos momentos.

Refiriéndose a personas como los ponentes, ha asegurado que hubo gentes que, desde la renuncia a la violencia, abrieron las puertas a las libertades. En su opinión, personas como los protagonistas del Proceso 1001, en 1972 detenidos por ser “delincuentes por convicción”, hoy serían calificados de “terroristas”, tal como son calificados los presos políticos.

Ha concluido López proclamando que personas como Ruiz Huerta o Saborido “son las voces del presente y no hay futuro sin tomar en cuenta el presente que tenemos.


“Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”

Antes de acometer su ponencia Abogados de Atocha, Alejandro Ruiz Huerta, sobreviviente de los asesinatos perpetrados por la ultraderecha en enero de 1977 y presidente de la Fundación Abogados de Atocha, ha opinado que muchos de los problemas de hoy vienen de la Transición, y que “el presente actual nos lleva al caos”. Huerta también ha criticado en su introducción que mecanismos actuales, como internet, son artefactos para que olvidemos.

Ruiz Huerta ha hecho rápido un relato histórico de lo acontecido entre 1969 y el brutal atentado de Atocha, que lo fue contra todos los trabajadores.

En su relato, ha contextualizado ese momento histórico en el que “España fue devuelta a los españoles”, citando a Julián Marías. Según el presidente de la Fundación Abogados de Atocha, en este momento de “pretransición”, confluyen dos ideas fuerza. En primer lugar, la política de reconciliación llevada a cabo por el PCE y la Iglesia, con el objetivo de cerrar las heridas de la Guerra Civil; y por otro, la aprobación de la Ley de Convenios en 1959, que abre tímidamente la puerta de las empresas.

A raíz de esta ley de Convenios comienzan a abrirse los primeros despachos de abogados laboralistas por parte de unas Comisiones Obreras clandestinas y el apoyo de estudiantes de Derecho.
El segundo momento histórico importante destacado por Huerta, “el corazón de la Transición”, transcurrió entre 1976 y 1979, momento en el que se asientan los elementos claves de la transición a una democracia creíble. Y en este contexto histórico cobran especial protagonismo los “sujetos colectivos”, esto es, los trabajadores, las trabajadoras; profesionales como abogados, personal sanitario, periodistas… Todos ellos fueron la clave de la lucha antifranquista, porque, ha detacado Huerta, “aquí se luchó contra el franquismo”.

También ha explicado lo que para él fueron elementos negativos de la Transición, “los límites y zonas oscuras” que todavía se mantienen vivas, como la monarquía o en otras instituciones. Estas zonas oscuras vienen siendo “un lastre para la democracia”.

En este relato, el ponente ha prestado una especial atención a los abogados laboralistas, a los que ha calificado como “abogados con compromiso personal y colectivo en cualquier rama del Derecho”, eso sí, con dos especialidades fundamentales: laboral y TOP (Tribunal de Orden Público).

Evidentemente ha dado unas pinceladas a lo que fue el despacho de Atocha, creado en 1973 ó 1974 y que en realidad fueron dos locales: Atocha 55 y Atocha 49. Allí se trataban dos temas clave: “La Costru” y el comité de empresa de Metro, ya que era un trabajo muy técnico.

Ruiz Huerta ha destacado la labor realizada por el PCE como elemento aglutinador del movimiento obrero, de los profesionales y del movimiento ciudadano.   Y así era también la tarea del despacho de Atocha: profesional, político y sindical. Allí se atendía a los trabajadores para cualquier problema y se atendía al centenar de asociaciones de vecinos de Madrid, la mitad de ellas clandestinas. Ha recordado, además, que el trabajo era un trabajo colectivo, “en equipo, en el que todo el despacho cobraba lo mismo, incluida Rosa Roca, la señora de la limpieza”.

Por último, Ruiz Huerta ha relatado, en un momento no exento de emoción, “la semana de enero” y el brutal atentado que él mismo padeció, junto a sus ocho compañeros. Y citando el nombre de todos ellos y una cita de Paul Edouard ha concluido: “Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”.

Proceso 1001: Ingenuos y osados

Eduardo Saborido, detenido junto al resto de la Coordinadora General de las clandestinas Comisiones Obreras en 1972 y víctima del proceso 1001, ha realizado la segunda ponencia de la jornada sobre aquel momento histórico.

Ha rememorado Saborido los dos primeros artículos del primer bando de Queipo de Llano en Sevilla de aquel terrible 18 de julio de 1936:

“ESPAÑOLES: Las circunstancias extraordinarias y críticas por que atraviesa España entera; la anarquía que se ha apoderado de las ciudades y los campos, con riesgos evidentes de la Patria, amenazada por el enemigo exterior, hacen imprescindible el que no se pierda un solo momento y que el Ejército, si ha de ser salvaguardia de la Nación, tome a su cargo la dirección del país, para entregarlo más tarde, cuando la tranquilidad y el orden estén restablecidos, a los elementos civiles preparados para ello. En su virtud y hecho cargo del mando de esta División,
ORDENO Y MANDO
Primero.- Queda declarado el estado de guerra en todo el territorio de esta División.
Segundo.- Queda prohibido terminantemente el derecho a la huelga . Serán juzgados en juicio sumarísimo y pasados por las armas, los directivos de los Sindicatos, cuyas organizaciones vayan a la huelga o no se reintegrasen al trabajo los que se encuentren en tal situación a la hora de entrar el día de mañana”.

Sigue impactando que el segundo artículo fuera dirigido directamente contra los trabajadores y sus organizaciones, por lo que Saborido ha recalcado que “no se camuflaban. Lo primero que atacaban fue el derecho fundamental del trabajador. Eran generales felones. Aquello fue una felonía”. Y ha recordado como el general Mola alardeaba de que había que dar “un escarmiento” que se extendiera en tres generaciones.

De los antecedentes de la Guerra “incivil”, Eduardo Saborido ha recordado “los años de plomo” en el que fueron asesinadas miles de personas en actos que fueron y son silenciados por la historia.
Así, ha asegurado que para hacer frente al franquismo “hubo que esperar a generaciones nuevas, a quienes no vivimos la guerra; la desconocíamos y por ello éramos ingenuos y al tiempo osados”.
En opinión de Saborido la aparición del embrión de las Comisiones Obreras vino de una sugerencia de Stalin (“quien terminó siendo un dictador que acabó hasta con los suyos, aunque de táctica y estrategia entendía”) a Dolores Ibarruri y Carrillo. El líder soviético recomendó utilizar la táctica de la revolución basada en aprovechar los cauces legales que permitía el sistema.

Ya en 1971, recordaba el ponente, el Ministerio de Trabajo y Gobernación, con los servicios secretos del franquismo elaboró los Documentos del miedo, a través de los cuales se designa a Comisiones Obreras, a un sindicato opuesto al Vertical, como “principal fuerza oponente al Régimen”, que podía llevar al “caos”.

Los servicios secretos del franquismo concluyeron que debía de haber una dirección porque se daban hechos similares en todo el Estado y, realmente sí había una pequeña organización: la Coordinadora General de Comisiones Obreras, compuesta por diez ó doce personas, que se reunían de forma “muy clandestina”, aunque asambleas, manifestaciones y huelgas se hacían muy a las claras.
La Coordinadora se reunió muchas veces hasta que fue detenida aquel mes de junio de 1972 en el monasterio de los monjes oblatos, en Pozuelo de Alarcón. Recuerda Saborido que en esa reunión se iba a discutir un documento que versaba sobre el futuro unitario del movimiento obrero, porque “nuestra obsesión era la unidad”.

En el relato de Saborido, realizado con “humor trágico”, ha explicado que los catalanes no fueron detenidos, lo cual tuvo dos consecuencias: la positiva, que desde allí se pudo recomponer la cabeza de la organización; la negativa, que faltaba una pata en toda la repercusión internacional que el proceso alcanzó, algo “que aún se nota hoy día”.

Con ese humor trágico ha explicado el surrealismo de la detención en la que, sin ninguna consigna, cada detenido daba una versión a la policía de lo que hacía en aquel monasterio. Uno dijo que iba a misa; otro que a buscar trabajo; otro a ver al padre Venancio Marcos, figura de la época; otro que era aficionado al alpinismo y pasaba por ahí… Nadie reconoció que eran la dirección de Comisiones Obreras, lo cual “quizá fue un error y generó cierta confusión”, en palabras de Saborido.

Lo que sí tuvo claro la policía en el momento de la detención fue poner inmediatamente una multa que ascendía a 250.000 pesetas (61 veces el salario mínimo de la época). Y de ahí, a Carabanchel, una cárcel dirigida por un nombre que aún hoy suena: Mariscal de Gante.

La petición de condenas sumaron 162 años y, a partir de ahí, la solidaridad y aglutinar fuerzas de la oposición al Régimen a través de los diferentes abogados defensores: monárquicos, demócrata cristianos, comunistas, socialistas de la corriente de Tierno Galván…, faltaba el PSOE porque estaba enfrascado en su Congreso de Suresnes, ha recordado Saborido, aunque luego se intento que también estuviera presente. Fue Felipe González quien se ofreció a llevar la defensa de Saborido, pero éste, “más llevado por el corazón y el consejo de su mujer que por la cabeza” lo rechazó y continuó el proceso con Adolfo Cuellar.

El juicio se llevó en las peores condiciones. ETA había asesinado a Carrero Blanco, presidente del Gobierno el mismo día que se iniciaba el juicio. La organización atentó ese mismo día, a propósito, y “le ganó la batalla al sindicalismo de clase por primera vez”. El proceso 1001 pasó, lógicamente a un segundo término informativo.

“Pasamos mucho miedo”, explicaba Saborido, y recordaba las palabras del presidente del Tribunal al reanudar el juicio: “Me dan ganas de salir a la calle y matar rojos”. La sentencia llegó entre Nochebuena y fin de año. No perdieron las energías y recurrieron al humor para pasar aquellos días recordando el surrealismo de la detención.

Saborido, emocionado, ha homenajeado a sus esposas, a las esposas de los presos “que lucharon lo indecible” enfrentándose a quien hiciera falta. Y, desbordando las risas, ha citado a su mujer, quien asegura: “yo fui persona cuando tú estabas en la cárcel”.

Tiempo después, el Supremo revisó las penas y las rebajó. “Eso fue porque admitió que no éramos los dirigentes. Es decir, se bajó los pantalones, y ahí empezó la Transición, el futuro”.
Una Transición que, según el veterano sindicalista, “no tuvo la culpa de lo que ocurre hoy. Fue una transición de lucha, de pacto sobre pacto”.

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