Sartorius: “En los enfrentamientos violentos siempre pierden los mismos”
El primer día del curso Pasado,
presente y futuro democrático en España, organizado por la Fundación Abogados
de Atocha y la Fundación Sindical
Ateneo 1º de Mayo contó con otras dos personas que son historia viva de España,
del movimiento obrero, de las Comisiones Obreras: Nicolás Sartorius y Cristina
Almeida. Junto a Eduardo Saborido y Alejandro Ruiz Huerta formaron parte de una
mesa redonda, que por su interés fue ampliada posteriormente como “Conferencia
Extraordinaria” por la dirección de los Cursos de Verano de la Universidad
Complutense de El Escorial.
La primera conferencia fue
presentada por Manuela Temporelli, directora técnica de la Fundación Sindical
Ateneo 1º de Mayo, quien insistió en que “los pueblos que no conocen su
historia están condenados a repetirla”. La conferencia extraordinaria fue
presentada por Francisco Naranjo, vicepresidente de la Fundación Abogados
de Atocha, quien destacó el nexo común entre los encausados por el Proceso 1001
y las víctimas del atentado fascista contra el despacho laboralista de Atocha:
“la lucha por la libertad”.
“Nos cogieron”. Con estas dos
palabras comenzaba Nicolás Sartorius su relato sobre el Proceso 1001. Sartorius
se considera un protagonista, a su pesar, de aquel momento histórico. Fue
condenado a 23 años de cárcel, “una ruina” que se decía en el argot carcelario.
En su opinión, el Proceso 1001 fue el símbolo más importante de la lucha del
franquismo contra el movimiento obrero y “querían darnos un escarmiento”. De
cualquier forma considera Sartorius que “la detención fue un golpe, pero
tampoco desbarató nada”.
Contexto
Y en tan pocas como atinadas
pinceladas explicó el contexto en el que los dirigentes de las clandestinas
Comisiones Obreras se reunieron aquel 24 de junio de 1972. Eran conscientes de
que se acercaba el fin de la
Dictadura tanto por el deterioro físico de Franco; como por
el agotamiento del sistema, tanto a nivel internacional como en el interior.
Recordó Sartorius que en esas fechas estaban ocurriendo muchas cosas: en 1969
el príncipe es nombrado sucesor de Franco; en 1970 es el Proceso de Burgos, por
el que el propio Sartorius es detenido por defender a gentes de ETA “aunque años
después asesinaron a compañeros míos”, recordaba el abogado y periodista.
Era tiempo de mucho movimiento:
se crea Jueces para la
Democracia , se organizan las huelgas de Ferrol, de la
construcción en Madrid, la dirección de UGT cambia con la llegada de Nicolás
Redondo, el PSOE realiza su Congreso de Suresnes, el PCE realiza su VIII
Congreso… Asimismo les hizo reflexionar el mayo francés, el otoño italiano y la
movilización contra la guerra de Vietnam. Y también la Iglesia en España cambia
con el nombramiento de Tarancón como responsable de la Conferencia
Episcopal. Con humor, recordaba Sartorius que aun sin ser
religioso “nunca he pisado tantas iglesias como en aquella época y al final..., nos
detuvieron en un convento”.
Además, había que sumar las
grietas que empezaba a padecer el franquismo entre los conocidos como “el
bunquer” y los “aperturistas”. Y todo ello, como explicaba Nicolás Sartorius, enmarcado por una situación económica, lo más importante, con un 7 por ciento
de crecimiento entre 1960 y 1972, año en que comienza la crisis del petróleo.
Rememoraba el ponente a Quevedo
en una obra poco conocida, Marco Bruto,
donde se afirma que “las dictaduras son tan malas, que cuando se endurecen, se
despeñan y cuando se reblandecen, las despeñan”. En su opinión “nosotros
despeñamos la dictadura”.
En este contexto es en el que la
cabeza de CCOO se reunió clandestinamente para dos asuntos: repartir cien mil
pesetas que se habían recaudado en Italia gracias a una exposición de arte
organizada por la CGIL
y discutir el documento Unidad del movimiento de masas, que constaba de once
folios y veintitrés tesis. Un documento “muy curioso”, aseguraba Sartorius, del
que destacó tres puntos: la liquidación de la dictadura franquista; el papel de
los trabajadores; y la compleja transición a la democracia, con la importancia
que tenía la unidad y la importancia de quien iba a jugar ese papel hegemónico.
“Se avecinaba el futuro y había que tomar posiciones”, explicaba Sartorius.
Al igual que explicara Eduardo
Saborido, según Nicolás Sartorius, había entre los líderes de CCOO cierta
“obsesión por la necesidad de unidad”. Y explicaba que “aunque no vivimos la
guerra ni la República ,
algo habíamos leído, habíamos visto muchas divisiones en ambos periodos y estaba
claro que división era igual a derrota”.
El famoso documento también
sentaba las bases de los que serían las Comisiones Obreras, con su elemento
“sociopolítico, que espero que no se haya perdido”, en palabras de Sartorius;
así como “algo que ahora está tan en boga como la democracia directa y la
participación de las bases”. El otro gran pilar del sindicato y que aparecía en
ese documento era el carácter autónomo e independiente de Comisiones Obreras.
“Una unidad e independencia que ponía nerviosos a los partidos, incluido el
PCE, que pensaba que queríamos sustituirle aunque mayoritariamente también
éramos dirigente del partido”.
En este sentido recordaba
Sartorius que querían acabar con la leninista “correa de transmisión”, una
“batalla muy seria con consecuencias positivas muy serias, como que la crisis
del PCE, años después, no se llevó por
delante al sindicato”. El documento fue muy criticado, y… “se hubiera discutido
si la policía no hubiera llegado”.
Transición
En opinión de Nicolás Sartorius,
de la democracia a la dictadura se pasa porque hubo una movilización enorme,
sobre todo de Comisiones Obreras. La reflexión que se hacía sobre ese tránsito
es que podía ser de cuatro formas diferentes: Continuidad; una dictablanda; la idea del presidente del
Gobierno, Arias Navarro. Es decir, una salida
turca , que diría el coronel San Martín, en la que se legalizara a partidos
y sindicatos excepto el PCE y CCOO. En tercera opción, una democracia
homologable a las europeas; y en última opción, una democracia europea, pero
más avanzada en el terreno político y social, “que es la que queríamos, pero la
relación de fuerzas, de lo que éramos unos artistas, lo impidió”.
Luego vinieron los Pactos de la Moncloa y la Constitución , “que es
una conquista, no una Carta Otorgada”, afirmaba Sartorius, que además recordó
que “Fraga y otros querían reformar los Principios Fundamentales del
Movimiento”. Esto es, “el procedimiento fue una reforma pero el resultado fue
una ruptura. No hubo venganzas”.
Ante las críticas que se realizan
últimamente al periodo de la Transición,
Sartorius considera que fue “valiosa, inteligente, valiosa.
Se llegó a donde se quería llegar. Se evitó el enfrentamiento violento, porque
en los enfrentamientos violentos siempre pierden los mismos. Las armas las
tienen ellos”.
Y concluyó: “Trajimos la
democracia, que es una planta delicada que hay que cuidar porque si no un día
te la vacían, que es lo que puede estar pasando ahora. Hay que mejorar esta
democracia. Si no hay ética, las instituciones y la Democracia , sufren; y
la corrupción es un cáncer para la democracia”.
Almeida:
“Luchar por la democracia hizo crear la democracia”
Cristina Almeida, abogada que fue en el Proceso 1001 y acusadora de los
asesinos de los abogados de Atocha realizó una intervención trufada de
anécdotas, sentimiento, vivencias y, como ya dijo Eduardo Saborido, “humor
trágico”.
Siguiendo el hilo del título del
curso: Pasado, presente y futuro democrático en España, Almeida aseguró
sentirse una luchadora por la democracia en el pasado, en el presente y en el
futuro. Y en esta lucha alabó la “alianza entre el mundo del trabajo y el de la
cultura”. Aseguraba Cristina Almeida que en aquellos años finales del
franquismo, “luchar por la democracia hizo crear la democracia”.
Rememoró aquel domingo en que
estaba en su casa y a través del teléfono se enteró de la detención de la
cabeza de CCOO: “lo primero que hice fue ponerme a llorar porque sabía que
Saborido tenía pendientes seis años de cárcel”. Para ella, aquella detención
también fue un golpe a la dictadura porque la solidaridad con los diez de Carabanchel se extendió por
todo el mundo”.
Una solidaridad internacional que
también hizo que se unieran en torno a los detenidos las fuerzas de la
oposición franquista, por lo que hubo abogados de, prácticamente todas las
tendencias políticas opositoras al Régimen.
En sus intervenciones
relacionadas con el Proceso 1001, Cristina Almeida destacó la enorme tensión
vivida en el juicio durante los tres días que se prolongó como consecuencia del
asesinato cometido por ETA contra el presidente del Gobierno Carrero Blanco.
Había una multitud esperando poder entrar en el juicio, pero a las nueve y
media saltó la noticia del atentado y todo el mundo se disolvió, al tiempo que
los fascistas llenaron la calle y las puertas del Tribunal.
Respecto al atentado contra los
abogados de Atocha, donde Almeida actuó como acusadora, la abogada tenía claro
que los fascistas querían que interviniera el ejército y jugaban constantemente
a la provocación. Por eso, destacó la actitud del PCE, que aseguró, con cinco
mil militantes, la seguridad en la calle el día del entierro. Esta actitud
facilitó la legalización del Partido Comunista tres meses después.
No obvió tampoco el dato
sobrecogedor de que entre 1976 y 1979 hubo doscientas personas muertas en las
calles, por lo que la
Transición tampoco fue tan tranquila, se luchó y se murió.
En este sentido, Almeida lamentó
de que en la actualidad se esté olvidando la historia y de que “no se conoce la
represión”.
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