Ana Mato tiene un serio problema de identidad que debería tratarse. |
Los grandes árboles de la
corrupción y de esta crisis, que es estafa, nos impiden ver el bosque. El ruido
mediático hace que no oigamos el susurro, que como lluvia fina, está empapando
todo despacio pero sin pausa. Todo está enfangado de ideología ultraliberal e
inmoralidad nacionalcatólica. Con la patente de corso de la crisis, el PP está
hiriendo de muerte la democracia, la igualdad, la participación. La Constitución que, con
sus imperfecciones, fue una conquista ciudadana en los duros tiempos de la Transición , es ya papel
mojado. El progreso, los derechos alcanzados lucha a lucha, están siendo
torpedeados por una derecha retrógrada y clerical, que confunde moral católica
con ética ciudadana.
Ana Mato es uno de los máximos
exponentes de esta política de lluvia fina ultra. La ministra de Sanidad ha
decidido excluir del acceso a la reproducción asistida a través de la sanidad
pública a las mujeres sin pareja (a mí me da igual que sean lesbianas o no). Y
al tiempo, excluye a las mujeres víctimas de violencia de género que no hayan
sido hospitalizadas durante veinticuatro horas para que no formen parte de las
estadísticas. Estadísticas que ya son maquilladas, pero que según el CGPJ
(Consejo General del Poder Judicial) son brutales: sólo en el primer trimestre
del año se tramitaron 3.544 denuncias procedentes de partes de lesiones. O sea,
1.150 al mes.
Ana Mato, separada, pero no
divorciada por “el qué dirán” en su parroquia tiene un serio problema de
identidad que debería tratarse. No es que no tenga perspectiva de género, es
que es machista; inconstitucionalmente, violentamente machista. Discrimina por
género, por orientación sexual y por clase social. Ana Mato flirtea con la
corrupción, le aparecen coches de lujo en el garaje sin saber cómo… Pero, ¿qué
educación están dando esta mujer y su medio marido, líder de la Gürtel , a sus hijos? Quizá
debería intervenir el Tribunal de Menores.
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