El alma de Bilbao es su ría, la ría del
Nervión. Cuentan las crónicas que Bilbao nació allí donde la ría comenzó a ser
navegable. La ría atraviesa la ciudad y la divide en dos: la orilla derecha y
la orilla izquierda. Más allá de la ciudad, quedan unos veinte kilómetros de
ría hasta la llegada al mar. En la margen derecha, más allá de Deusto, los
municipios de Erandio y Lejona hasta Getxo con el mar. En la margen izquierda,
más allá de Zorroza, los municipios de Baracaldo, Sestao y Portugalete y, en la
desembocadura, Santurce y Ciérvana.
Las
orillas de la ciudad, antaño nada tenían que ver entre sí. La orilla izquierda era la
zona obrera, industrial; la derecha era la tradicional zona residencial. Esto
empezó a cambiar a finales del siglo XIX, cuando la orilla izquierda se
reurbaniza convirtiéndola en El Ensanche. La Gran Vía de don Diego Lope de Haro y la plaza Moyúa han hecho de este margen el centro económico de la
ciudad. Ámbas orillas, en los últimos años han conocido un desarrollo
urbanístico y turístico, sin duda empujado por el Museo Guggenheim.
Mercado de la Ribera
Un
par de días pateando Bilbao es suficiente para hacerse una idea de lo que es la
ciudad. Como ya sabemos cual es cada orilla, podemos situarnos en el norte de la orilla derecha, en el mercado de la
Ribera para comenzar un intenso paseo. El mercado tuvo que ser remodelado y
sus 10.000 metros cuadrados lo convierten en el mercado cubierto más grande de
Europa. Imprescindible pasear por sus puestos de productos frescos, antes de
adentrarnos, a la derecha, en el Casco
Viejo o Las Siete Calles.
El coqueto bar Nervión. |
Iglesias y bares en Casco Viejo
Es
el barrio más antiguo y el núcleo originario de la ciudad. En él se encuentran
la Catedral de Santiago, que es la
iglesia más antigua de la ciudad y las iglesias
de San Antón, San Nicolás y Santos Juanes, pero fundamentalmente
hay locales. Locales para tomar unos pintxos, unos vinos o sentarse a cenar. En
unas pocas calles hay sitio para todo, desde una cena romántica hasta tascas
tradicionales o garitos de copas. Pintxos y txikitos que se pueden degustar en
el lugar de encuentro que es la plaza Nueva.
Antes
de adentrarnos en Las siete calles podemos acercarnos desde el Mercado de la
Ribera hasta el Puente de la Merced
para empezar a fotografiar puentes y la ría. Si cruzamos el puente nos
encontramos con lo que fue el convento de Merced y hoy es Bilborock, un espacio cultural municipal. Lo mismo programan algo de nuestro
gusto. Al lado, el bar Nervión, un
coqueto lugar para desayunar, comer, cenar o tomar una copa, dependiendo de la
hora.
Arquitectura civil y bares en Casco
Viejo
Puente de la Salve en una puesta de Sol. |
Pero
volvamos a la orilla derecha y al Casco Viejo para rematar la faena sin
perdernos emblemáticos lugares de obra civil: el edificio de la Bolsa, desde donde se atisba a lo
lejos la Basílica de Begoña; la Biblioteca Municipal y el espectacular Teatro Arriaga, iluminado por la noche.
Justo en la orilla de enfrente, la Estación
de Santander. Atravesando el puente del Arenal se puede visitar
rápidamente, una de eclecticismo que data de 1902. Y si hemos decidido acudir a
algún espectáculo en el otro gran teatro, estamos al lado. Detrás de la
estación se encuentra el Teatro Campos
Eliseos, ejemplo de Modernismo, también de 1902 aunque reinaugurado
recientemente como una de las salas con mayores avances técnicos de Europa.
Del Ayuntamiento al Guggenheim
Si
continuamos paseo por la orilla derecha desde el Arriaga, a unos metros se alza
el Ayuntamiento inconfundible por su
escalinata y la bandera de la ciudad, claro. Obra de Joaquín Rucoba, data de
1892. Allí podemos hacer más fotos desde y al puente del Ayuntamiento, para
luego encarar el Paseo de Campo Volantín.
Desde este paseo iremos viendo perspectivas del Museo Guggenheim, que se vislumbra en la orilla de enfrente en conjunto
con el puente de la Salve.
Evidentemente el museo es para echar un ratillo. Más allá de la exposición
temporal, merece la pena conoce su
interior. Una genial obra arquitectónica de titanio que acaricia la luz,
especialmente de las puestas de Sol.
El Guggenheim es para echar un rato por fuera y dentro. |
Si
nos quedan fuerzas para pasear, lo suyo sería volver a la orilla derecha y caminar hasta el puente de Deusto
haciendo parada en la Universidad
del mismo nombre. Podemos pasear por la
Ribera Botica Vieja, en la misma orilla o cruzar el puente en un bonito
paseo hasta el Museo Marítimo con la Karola como testigo de otro tiempo...
De cualquier forma, es el momento de hacer una pausa antes de intentar
fotografiar entera la torre Iberdrola.
También hay truco. El tranvía nos
lleva desde el Puente de Deusto hasta el Mercado de la Ribera en un santiamén,
pero esa es otra historia.
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