Cruzando Puente de Deusto, al fondo el Giggenheim. |
“La margen izquierda era pobre y sus
habitantes vivían del trabajo (…) Vivir en una u otra ribera acarreaba la
atribución de un privilegio o el padecimiento de un estigma…” Pedro Ugarte. El país del dinero. Pero ahora la cosa
no es así. Al menos tan así en la orilla izquierda de la ciudad. Fue a finales
del siglo XIX cuando, ante el crecimiento demográfico del Casco Viejo, se
decidió dar el salto al otro lado de la ría. Es lo que se vino en llamar El
Ensanche. De hecho hubo, digamos, inspiración en el ensanche barcelonés, sus
cuadrículas y sus diagonales. También hubo inspiración madrileña, que el
reparto por zonas según procedencia social estaba tomado del Plan Castro de
Ensanche para Madrid.
También
es cierto que el plan no pudo ser culminado según la idea original porque toda
la iniciativa urbanística quedó en manos privadas, que se reservaron las
mejores fincas para las clases más adineradas y las entidades financieras…
Pero
vayamos a lo nuestro. Esto es, a pasear por el Bilbao de hoy. Como decíamos
ayer, se puede atravesar el Puente de
Deusto por la acera de la derecha y fotografiar la ría dirigiéndose hacia
el mar con la Karola asomando y
encontrarnos con el centro Comercial
Zubiarte; o cruzarlo por la acera de la izquierda y fotografiar el Guggenheim y llegar a la base de la
impresionante Torre Iberdrola, en la plaza de Euskadi. En frente, el Museo de
Bellas Artes, la tercera pinacoteca más importante de España.
Parque de doña Casilda
Puente Deusto, Torre Iberdrola y Zubiarte a la derecha. |
En
este entorno nos encontramos con el parque
de doña Casilda, ilustre mecenas de la ciudad; pequeño, coqueto y cuidado.
Por él podemos llegar al Palacio de Congresos y de la Música, Euskalduna, para grandes espectáculos,
como Los Miserables. El parque de
doña Casilda también nos lleva a la plaza del Sagrado Corazón, donde comienzan los cuatro kilómetros de la Gran
Vía, Gran Vía de don Diego López de Haro
desde 1879; arteria de asfalto de la ciudad.
Gran Vía
Desde
la plaza del Sagrado Corazón a la plaza
Circular, pasando por la plaza Moyúa,
o Elíptica, se puede acceder a
muchos lugares de interés sin realizar grandes desvíos. La imitación de todos
los estilos posibles habitan en los edificios de la Gran Vía: romano, medieval,
gótico, renacentista, modernista, neoclásico…, aunque impere el eclecticismo.
Con todo, el conjunto es armónico y las calles llenas de vida. Si antes de
arrancar queremos tomar unos pintxos, por la bocacalle Gregorio de la Revilla,
una callecita paralela, García Rivero, es lugar para ello: que si El Puerto,
Nashville, Gaztandegi…
Nuevamente
en la Gran Vía, pasando por las Casas de
Lezama (número 58) y las de Sotas (45), llegamos a la plaza Moyúa, corazón de la city bilbaína. Su mote, Elíptica, le
viene por contraposición a la Circular, donde termina la Gran Vía.
Osakidetza en Recalde y sus reflejos. |
Plaza Moyúa, o Elíptica
En
la misma plaza Moyúa encontramos el Hotel
Carlton, el primero de gran lujo de la ciudad, de fines de los años veinte,
que en 1937 fue sede del primer Gobierno vasco en 1937. Enfrente, está el
edificio de la agencia Tributaria,
que mantiene el escudo preconstitucional en su frontón, como ya conté un día de 2011.
Junto
al Hotel Carlton podemos avanzar un
poco por la Alameda Recalde y disfrutar de los reflejos del edificio de Osakidetza, muy cerca, el muy
recomendable centro cultural de la Alhondiga,
que mantiene su imagen de 1909 exterior. Si somos muy futboleros, y aunque nos
suponga desviarnos más de lo recomendable, ahí se puede tomar la alameda
Urquijo y llevarnos a la otra catedral, recién renovada, San Mamés.
De la Diputación al Iruña
Jhon Adams en la Diputación. |
Pero
retornemos por la acera de la derecha de la Gran Vía, dirección plaza Circular,
enseguida se levanta ante nosotros la Diputación
Foral de Vizcaya, con una estatua en honor de John Adams en su entrada. Si cruzamos de acera nos encontramos con
la calle Astarloa. Ahí podemos potear por Ledesma
y, al lado Berástegi, donde se ubica el café
Iruña, con todo el sabor tradicional de la tertulia y la mesa de mármol.
Desde
el Iruña, podemos retornar en pocos metros a la Gran Vía. A pocos metros, la
plaza Circular con la estatua de don
Diego López de Haro, señor de Vizcaya, sujetando en su mano derecha la
carta fundacional de la villa. La estatua fue realizada por el valenciano Benlliure en Roma en 1889 y tuvo que
ser trasladada por piezas, que mide cuatro metros de altura alzándose sobre un
pedestal de 12 metros. La verdad es que el rascacielos del BBVA que está al
lado le quita fuerza a don Diego, además de estropear las fotos…
Y bueno.
Ya aquí, podemos cruzar el puente del Arenal y…, volver a Casco Viejo.
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