Era imposibe acabar este espantoso año sin hablar de uno de los cincuentenarios fundamentales: My fair lady. Era imposible no encontrar una excusa para sacar a colación a Audrey Hepburn, compañera, o mejor, amor platónico de esta Vida desde el lago.
Son bastante conocidos los líos que hubo con esta peli desde el principio. Que si la tiene que interpretar fulanita, que si menganita, que si tal que si Pascual. Y..., consultando libros y páginas en internet, casi me dan la uvas.
También es bastante conocido que la pelicula está basada en el musical de Broadway, Pigmalion. En su origen Pigmalion era una leyenda mitológica grecolatina que recrea la historia del rey de Chipre, Pigmalión, y Galatea, la escultura de una bella mujer que cobra vida y de la cuál acaba enamorándose su creador. Esta leyenda la apañó Bernard Shaw para el teatro musical, reflejando a Pigmalión en el profesor y a Galatea en la
florista. El escritor fue galardonado con el Óscar al mejor guión adaptado,
algo que al propio escritor le pareció absurdo llegando a decir “es como si
premiasen al rey de Inglaterra por ser rey” con lo que ni fue a recoger el
premio. La obra musical tuvo la friolera de 2717 representaciones entre los
escenarios de Broadway y Londres, desde 1956 a 1962, con Rex Harrison en el
papel del profesor y Julie Andrews como Eliza Doolittle.
Y ahí estuvo el origen del lío. A la hora de hacer la peli se
pensó que Julie Andrews, pero aunque
había triunfado en el teatro con Pigmalion, no era
cinematográficamente conocida y ponía en peligro la taquilla. Jack Warner, de la compañía Warner Brothers, insistió en dar el
papel a Audrey Hepburn, pues era ya
una estrella reconocida de la pantalla. Pero había muchas más candidatas para
interpretar a la florista recogida del arroyo por el profesor: Vanessa Redgrave, Leslie Caron, Shirley Jones,
Angela Lansbury y Elizabeth Taylor.
Cuentan
las crónicas que todas ellas habían hecho un pacto consistente en rechazar el
papel para que éste fuera de Julie
Andrews. Después de que la buena de Audrey
Hepburn lo rechazara, Elizabeth
Taylor anunció que ella actuaría en la película. Rápidamente Audrey Hepburn
aceptó el papel, pues consideraba a Elizabeth Taylor poco creíble en el papel
de una chica inocente…
Pero
en los previos hubo más líos. Para la dirección se pensó en contratar a Vincente Minnelli, pero el director
quería filmar en exteriores en Londres y Jack
Warner tenía ya muy ajustado el presupuesto así que finalmente se puso en
contacto con George Cukor, quien en
un momento de vanidad le dijo a Warner: “Acaba usted de hacer la mejor
elección”. Efectivamente, el tiempo le acabó dando la razón, pues con su
habitual elegancia y maestría Cukor consigue en esta película que el ritmo
narrativo no se rompa en ningún momento de sus casi tres horas de duración,
estando las canciones perfectamente integradas en el argumento.
Elegancia e integración
Esas
son las dos grandes genialidades de Cukor al crear esta cinta: elegancia e
integración de los números musicales en la trama. Integración que también
lograría su película casi morbosamente rival: Mary Poppins. Y es que…,
la maltratada Julie Andrews fue
reclamada para interpretar a Mary, que conseguiría el Óscar a la mejor actriz,
mientras Audrey ni siquiera fue nominada. My
fair lady logró ocho estatuillas,
entre ellas, mejor película y mejor director. La de Walt Disney logró cinco
estatuillas de trece nominaciones, pero los resultados de taquilla fueron
espectaculares alcanzando los cuarenta y cinco millones de dólares frente a los
doce de My fair lady.
Aquel
año fue duro para la gran derrotada, Becket, de Peter Glenville, que con doce nominaciones, sólo logró el óscar al
mejor guión adaptado. Otra de mis pelis favoritas, Zorba el Griego, también
sufrió las consecuencias de la rivalidad entre los dos grandes musicales.
Pero
volvamos a My fair lady.
Personalmente, quizá por querencia, creo que el resultado final es mucho mejor
con la Hepburn que con cualquiera otra actriz, independientemente de sus
problemas para entonar. Problemas que supondrían el éxito de Moon River, tres años antes, en Desayuno con diamantes. Dicho esto
podéis escuchar diferencias en el tema Wouldn’t it be loverly, clicando
aquí, la Hepburn; aquí, Marni Nixon, La voz de Hollywood; y aquí Julie Andrews en Pigmalion.
En "My fair lady" se usó el primer micrófono inalámbrico de la historia del cine
Grandes
momentos de la cinta, en mi opinión son The rain in Spain o los monólogos
del profesor. En 1994 se puso en circulación una versión restaurada, donde se
ve a Audrey cantar el tema mencionado en el párrafo anterior, Wouldn’t it be loverly. El trajín que supuso las dificultades de la
Hepburn con el pentagrama también influyeron en el trabajo del oscarizado Rex Harrison, interprete del profesor.
Harrison
se negaba a hacer playback en el
rodaje como se venía haciendo desde el invento del cine musical. Decía que la
cosa no era convincente, que él cada vez interpretaba los temas de una forma
distinta. Para permitir que Rex Harrison cantara sus canciones en directo
durante el rodaje, el estudio colocó un micrófono inalámbrico en las corbatas,
siendo el primer micrófono inalámbrico usado en la historia del cine. André Previn dirigió la versión final
de la música escuchando la grabación de voz de Harrison. El departamento de
sonido ganó un Óscar por sus esfuerzos…
Con
todo, aquí os pongo un video que me envió hace ya tiempo alguien que coincide
conmigo en su amor por Audrey (muchas gracias si ve esta entrada), y donde
podemos observar que, efectivamente, se salía del pentagrama hasta por los
costados. No os perdáis el final. No vale reírse.
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