“Puede haber una ciudad inmaculada, pero estar podrida por dentro”
Fernando Figueroa por @frlorente con su nuevo libro entre las manos. |
Es actor, clown, artista gráfico-plástico, novelista, monitor de
ajedrez…; pero le he buscado por tener el doctorado en Historia del Arte y encontrarse entre las dos
personas de este país que más saben sobre el fenómeno grafiti (admitida ya esta
grafía por la RAE ).
Sobre el tema ha escrito diversos ensayos como Madrid Graffiti (2002), El
graffiti universitario (2004) o Graphitfragen
(2006). Ahora acaba de presentar El
grafiti de firma (editorial Minobitia), donde defiende que “sin cultura,
sin alfabetización, no existe el grafiti”. Reconoce que nunca ha hecho una
pintada, ni un grafiti, ni nada de nada, aunque más que persona de orden se
considera “una persona que busca la coherencia, con suficiente sensibilidad
para saber que la marginalidad forma parte del sistema, y que la ley es para
proteger a los débiles, no para beneficiar a los poderosos. Por eso estallan
las revoluciones y por eso la ley no puede atacar al grafitero”.
P. Imagínate que eres concejal de
Limpieza del Ayuntamiento de Madrid. ¿Cómo actuarías con los grafitis?
R. Discriminaría. Haría una
limpieza selectiva. También escucharía al vecindario, que muchas veces adopta
el grafiti como propio. No por ley vamos a borrar todo como sucede hoy en
Barcelona, por ejemplo, que borran hasta los grafitis contratados por los
comerciantes para decorar cierres. Mi objetivo sería una concordia social. Hay
que ser flexible. Quitar un mural habla muy mal de la democracia. Permitimos la
publicidad porque paga un canon, unas tasas. El argumento de contaminación
visual no se aplica a la publicidad en chirimbolos, en autobuses. No se aplica
a algo tan horrendo como llamar “Vodafone Sol” a una estación de Metro
histórica porque un tribunal dice que eso es sano higiénicamente y no contamina
a los ciudadanos. Es absurdo y, personalmente, me irrita. El grafiti es neutro.
Expresa simplemente lo que quiere expresar la gente: amor, rabia…
P. ¿Eres entonces favorable a las
paredes de las ciudades repletas de grafiti de firma?
R. Lo entiendo y lo justifico. El
grafiti no es sólo una manifestación de protesta contra algo, es también un
festejo de las libertades y la tolerancia. Tiene una cara combativa y otra de
celebración. En Madrid, a principio de los ochenta, “Muelle” era una firma que
celebraba que la democracia había llegado; ese fue el relevo al grafiti de la
transición, que fue combativo y de reconquista de la calle.
“Reivindico la existencia de bienes comunales en el tejido urbano”
P. ¿Pero que arte hay en un
garabato que dice “Farlopa”?
R. No todo el grafiti es arte
como no todo lo que está pintado en un lienzo es automáticamente artístico. Lo
que sí es cierto es que es que en el siglo XX, la dimensión artística es
tremenda.
Haciendo un poco el chorra y pillados por @frlorente, Fran Lorente. |
P. ¿Cuál es el objetivo de tu
ensayo?
R. El objetivo es plasmar que a
través del grafiti, como barómetro social, se observa que el hombre, el ser
humano, está en conflicto con el modelo de desarrollo actual. El grafiti es una
válvula de escape y un medio a través del que se plantean diferentes caminos
para construir una vida social futura. Si construimos civilización no se puede
destruir el grafiti. En parte, el grafiti es la señal de alarma por la que el
ser humano está en conflicto con un modelo de sociedad que está construido
desde la alta cultura. Falta un dialogo entre las bases sociales y todo lo que
conforma la sociedad libre. La complejidad social es muy grande, hay mucha
población en un espacio muy pequeño y esa convivencia exige una regulación. El
debate actual es que esa regulación cuente en su diseño con las bases sociales
y también implique a los de arriba. Puede haber una ciudad inmaculada pero
estar podrida por dentro.
P. En una sociedad utópica,
libertaria, ¿existiría el grafiti?
R. Por supuesto. E incluso una
escritura regulada, pero los márgenes serían muy amplios. Habría espacios
especiales para el grafiti, muros de uso libre autorregulados, muros cuyo uso
sería para el vecindario y muros utilizados por la administración pública. Yo
reivindico la existencia de bienes comunales en el tejido urbano, que parece
que es algo del mundo rural. Incluso en el mundo rural están eliminando las
propiedades comunales con el pretexto de la crisis. Mucho bien comunal ha
pasado a ser público pensando que es de todos, y no, eso es de la
administración pública. Lo comunal es de los vecinos y gestionado por los
vecinos. Hay que enriquecer el abanico con nuevos modelos de propiedad, tiene
que haber una participación directa de los ciudadanos.
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