Asegura Ana que lo más fácil del árabe es la escritura. (La foto es mía) |
Bilbaina de Indautxu, o sea, “de Bilbao, Bilbao”, a sus 33 años es
traductora e interprete social. Es decir, está especializada en inmigración. De
hecho es técnica en inmigración, por lo que conoce bien los trámites y papeleos
jurídicos relacionados con el asilo político y el régimen de extranjería. Ana,
que siempre ha estado interesada en el mundo árabe, también se desenvuelve con
soltura en francés e inglés, pero, evidentemente, “para cubrir la inmigración
del Magreb, no solo la del África subsahariana, el árabe es un plus muy útil”.
Tras la Universidad, en 2004,
estuvo una temporada en El Cairo,
realizando un curso intensivo para lograr la certificación de nivel medio.
Luego anduvo formándose más en Normandía,
en la Universidad de Caen, con un programa de árabe de mucho más nivel. Asegura
Ana que del árabe lo más fácil es la escritura: “en una semana se aprende a
leer y escribir. Lo complicado es la sinonimia y la diglosia: hay muchos
dialectos, lo que puede crear frustración en el estudiante”.
Las clases que imparte ella son
de “árabe estándar”, el normalizado, “lo que en euskera sería el árabe batúa”. Con este árabe estándar,
se entienden, por ejemplo los periódicos, las noticias…, y es la base para
aprender dialectos. “Con el árabe normalizado una persona se puede desenvolver
perfectamente”.
Lleva Ana impartiendo cursos
desde hace diez años, y en FOREM Euskadi desde hace seis, recién llegada de África. Comenzó impartiendo clases de
francés e inglés, pero dada la realidad migratoria y las necesidades de algunos
alumnos, propuso crear también un programa de árabe. El éxito de este programa fue fulminante,
suscitando gran interés entre el personal de la administración de justicia, los
servicios de inclusión y asistencia social y el sector sanitario (ambulatorios,
centros de día, etcétera).
Asegura nuestra profesora que el
perfil del alumnado se ha ido diversificando cada vez más: las aulas del
programa de árabe cuentan ahora también con antropólogos, historiadores,
agentes comerciales, ingenieros interesados en desarrollar proyectos en los
ricos países del Golfo Pérsico o en
los países emergentes del Magreb, y
personal del sector de la enseñanza: cada vez hay más profesores, especialmente
de secundaria, interesados en aprender la lengua árabe y su cultura para
resolver conflictos culturales y mitigar focos de violencia y acoso en las
aulas. El sector de la cooperación y la acción social también aporta cada vez
más alumnado.
Más allá del idioma
Pero no es sólo el idioma, en sus
cursos Ana también enseña cultura e historia. Por ejemplo, “la diferencia entre
árabe y musulmán, que no son sinónimos”. Considera que “hay muchos mitos y
estereotipos” alimentados por el desconocimiento, los miedos infundados y los
falsos rumores. También se sabe muy poco sobre “los hábitos cotidianos o la expresión
corporal. Es el idioma y más allá. Enseñar los verbos, pero también aquellos
aspectos que nos resultan llamativos o difíciles de comprender desde fuera y
que pueden dar pie a conflictos y nuevos falsos rumores, como los rituales de
saludo, los roles culturales del hombre y la mujer o los hábitos alimenticios”.
Para Ana, “es imposible llegar a
dominar un idioma si no te interesas por aprender la realidad cotidiana de sus
hablantes nativos. Cultura y lengua van siempre de la mano. Es imprescindible superar
los problemas de incomprensión cultural”.
El curso de iniciación-medio que
imparte consta de 160 horas divididas en dos módulos de 80 horas por nivel. Se
aprende a leer y escribir, se trabaja la gramática básica y se abordan todo
tipo de cuestiones sobre la realidad de los países árabes. Son dos horas y
media por las tardes, cuatro días a la semana y, a pesar del esfuerzo, “hay
mucho interés. Son los propios alumnos los que nos piden crear e impartir
cursos de niveles más avanzados, para seguir aprendiendo”.
Está foto durante un curso no es de Fran Lorente. La hice yo como pude. |
El curso es muy práctico,
orientado a desenvolverse en situaciones cotidianas y reales tanto lingüística
como culturalmente y es muy útil “para las personas que trabajan en atención al
público árabohablante, porque ven
enseguida los resultados de manejarse en su idioma (saludar, entender los
nombres, poder dar indicaciones de nombres de calles, medicamentos…; por escrito en árabe, evitar conflictos
culturales…); para aquellos que tienen pensado trabajar en un país árabe (que
llegan sabiendo cómo actuar sin dar pie a conflictos, saben leer carteles y documentación…); y para
las personas desempleadas supone un plus en su formación. Implica también
acercarse a la lengua y la realidad de los migrantes de origen árabe con los
que convivimos en sociedad (en la comunidad de vecinos, en el médico, en las
tiendas…)”
Ana, que más que traductora e
interprete es una emprendedora social, está muy satisfecha con sus cursos,
además “se genera siempre muy buen ambiente”. Con cada curso de árabe se amplía
la red de contacto e información entre alumnos y profesor sobre actividades
relacionadas con el árabe, recursos bibliográficos y web, reportajes que den
por la tele, películas, etcétera. Ana
ultima ya los preparativos para una serie de charlas sobre la realidad de la
mujer en los países del mundo árabe, que se impartirán en FOREM el próximo mes
de junio. El objetivo es no parar de aprender.
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