El 27 de enero se conmemora
el Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto, coincidiendo
con la liberación de Auschwitz. Pero andamos hoy a otras cosas con el Mundial
de balonmano. Andamos con ese orgullo patrio por ganar al balonmano. Otras
veces andamos con orgullo por La Roja, o por el tenis. A otros se les eriza el
vello cuando ven la monumental bandera rojigualda de la plaza de Colón. Yo creo
que esa sensación de orgullo sólo la he vivido una vez, con otra bandera y con
unos decrépitos compatriotas. Esa sensación de decir a quienes me rodeaban,
gentes de todas naciones, “estos son de los míos”.
Hace pocos veranos tuve la ocasión de visitar el que fuera
campo de concentración de Dachau, cerca de Múnich, en Alemania. La primera
sorpresa me asaltó al ver la cantidad de españoles que allí estuvieron
recluidos y que allí padecieron un horror al que no pudieron sobrevivir. Los
españoles eran nada más y nada menos que el tercer grupo y superaban sin duda
los doscientos.
Conforme se avanzaba por aquel museo del espanto humano
grandes paneles explicaban los diferentes reclusos que poblaban aquellos
tétricos barracones: judíos, polacos, yugoslavos, gitanos, brigadistas
internacionales, comunistas, homosexuales... El panel referido a los españoles
estaba semiescondido y con escasas referencias, lo cual me pareció una gran
injusticia.
Avancé por el pasillo del que fuera un barracón, y al fondo,
un monitor emitía un vídeo del día en que Dachau fue liberado. Unos decrépitos
reclusos sostenían banderas realizadas por ellos mismo y... sí, en español una
bandera con las letras "República Española", y me emocioné. Miré,
petrificado, una y otra vez el vídeo y el rostro de aquellos soldados. Creo que
ha sido la única vez que he sentido orgullo de ser español, de que aquellos
hombres representaran a un país en la lucha contra la barbarie nazi. Y luego
sentí desasosiego porque aquellos españoles, tras ser liberados, no tuvieron
una patria a la que volver por el simple hecho del color de la bandera que
llevaban en el corazón.
Veo hoy en twitter que Esperanza Aguirre nos recuerda el
Holocausto. Ni ella, ni ningún patriota recuerda a los 14.000 españoles que murieron en los campos. Yo creo que tenemos que abofetearnos para despertar de la
absoluta amnesia y reconocer las penurias de tantos españoles anónimos que
perdieron todo. En Dachau, no hay una placa, ni un símbolo que resalte el
recuerdo a nuestros compatriotas y deben ser uno de nuestros mayores orgullos.
Aquí os pongo un video del campo de Dachau. Advierto que las
imágenes pueden herir sensibilidades:
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