Jesús Llopis, reivindicativo, en una foto de Fran Lorente. |
La primera obra de
teatro que vio Jesús Llopis fue Historia
de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, con siete años. Su padre,
electricista en el teatro, le colocó una silla entre foco y foco, y es que este
oficio era de los que se transmitía de padres a hijos. Era el padre de Jesús
electricista en el teatro Marquina, en el Infanta Isabel y en el Eslava, y le
metió al hijo la magia del teatro.
Jesús es
tramoyista, técnico de iluminación en el municipal Teatro Fernán Gómez, que él
sigue denominando Centro Cultural de la Villa. Explica que hasta los años
noventa estos oficios eran muy familiares, que se requería un carné profesional
con dos avales, que, lógicamente, venían a ser familiares muy cercanos. En 1992
entre las olimpiadas y la capitalidad cultural, hubo que abrir la mano porque
se necesitaban muchos técnicos.
Nuestro tramoyista
se crió en las tablas de los teatros, como técnico de iluminación desde los 24
años. Previamente estuvo realizando reformas eléctricas en los teatros de la
capital. Reformas que se impusieron a raíz del incendio del Teatro Español.
Madrileño, hijo de madrileño, hoy, a los 53 años sigue enamorado de su oficio,
consciente de que “las nuevas tecnologías van menguando el número de
trabajadores”, consciente de que “la máquina se come al artesano”.
Evidentemente ha
vivido un montón de anécdotas ante imprevisibles artistas, pero el oficio hace
que no se pierda el foco. Asegura que aunque ser técnico en una función que se
representa día tras día puede parecer monótono, no lo es, porque los
espectadores siempre son nuevos, nunca dos funciones son iguales, siempre hay
que saber improvisar y…, “el espectáculo no para”.
MACSA
Es Jesús en la
actualidad trabajador de Madrid Arte y Cultura S.A., una empresa cien por cien
municipal creada en 2004 por Gallardón. Cuando nació la empresa se constituyó
con el teatro Fernán Gómez y el Español. Además se añadieron las fiestas
populares (San Isidro, Carnaval, campaña navideña...) En un momento dado, el
alcalde monta el Price como circo estable, y también se hace cargo de él MACSA.
Y después, Las naves del matadero (una nave industrial adaptada, explica
irónico Llopis) también se sumaron a la empresa; y después el Espacio Cultural
Centro Centro; y ahora también el Centro Conde Duque.
Por todo ello, lo
que ha resultado tan increíble como inexplicable es que el Ayuntamiento de
Madrid haya intentado llevar a cabo su primer ERE municipal con MACSA, una
empresa que hasta 2009 daba beneficios. Se ha intentado despedir a 75 trabajadores,
considerados simples números en una cuenta de resultados, pero no han podido.
Mientras hablo con Llopis, está a punto de cerrarse un acuerdo por el que no
habrá despidos.
Jesús, delegado de
CCOO en el comité de empresa, deja entrever cierta satisfacción. La plantilla
de MACSA ha parado su ERE, pero también ha evitado que se abra una espita en el
Ayuntamiento. Sí se puede.
La tramoya
Jesús explica con
ojos brillantes de amante del teatro el trabajo que está detrás de la escena.
Explica que la “magia del teatro” es la tramoya, es la transformación de la
escena. Son equipos en muchas ocasiones mayores que el de actores y actrices.
Cada detalle está bajo control sin que el espectador descubra truco alguno.
Tramoyistas son las personas de la sección de maquinaria que mueven los suelos;
es la iluminación, todo un arte para crear ambientes; es la utilería, o sea, el
atrezzo, el “poner todo bonito”, colocar cada elemento del decorado con
continuidad, casi como un “script” en el cine; es la sastrería, la peluquería,
el maquillaje… Y cuenta Jesús oficios de detrás del escenario, no ya de
tramoyistas, como el de apuntador, que van desapareciendo gracias a los
pinganillos. Y todo ello bajo el mando del regidor, o regidora, la persona que
dirige la función. La auténtica maga de cada espectáculo. Porque…, en teatro es
todo mentira.
La bronca
Los espectadores
del Fernán Gómez y el director del centro protagonizaron durante la huelga de
MACSA una bronca digna de los tiempos de las corralas, una bronca casi
valleinclanesca con intervención policial incluida.
Durante la huelga
se obligó a los técnicos a dejar encendidos los circuitos con sus consiguientes
riesgos. La productora, que no la empresa, por su parte, contrató a un técnico
para cubrir el puesto de uno de los huelguistas. Nadie informó que la función
no se iba a realizar con normalidad, por ejemplo, sin iluminación a causa de la
huelga hasta instantes antes, asegurando que se iba a devolver la entrada a
quien lo deseara.
Y fueron muchos
espectadores quienes decidieron esto. Repentinamente los responsables cambiaron
de opinión y se armó el lío bajo los ojos estupefactos de los huelguistas. No
había hojas de reclamación, las luces de seguridad no estaban encendidas…,
policía nacional, policía municipal tomando nota del escándalo provocado por
una dirección irresponsable, y una denuncia por suplantación de puesto de
trabajo. Cuestión de talante.
Y aquí os dejo con La Lupe, que al fin y al cabo, la vida es puro teatro...
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