Tan bonita de ver como lentita es, en mi opinión, La vida de Pi, que para ese viaje de
moraleja tampoco hacía falta echar tanto rato, pienso. Vamos, que las fábulas
se caracterizan por la brevedad. Así que con estas, viviendo lo que estamos
viviendo, me fui a una comedia francesa, El
Chef, la receta de la felicidad, en plan Ratatouille, pero con personas y
cameo de Santiago Segura. Es una buena receta, una comedia que deja buen sabor
de boca y que no repara en criticar la cocina moderna basada en la química y el
nitrógeno, sin olvidar unas pinceladas de amor, ese amor que inspira. Y visto esto, ya con ánimo, entré a ver El Capital...
Tardó en llegar a
nuestro país esta obra de Costa-Gavras, una película que no vislumbra un futuro
nada halagüeño. Un futuro sin salida, y en el que manda algo tan etéreo como la
coyuntura, somos esclavos de la coyuntura. Es la ambición desmedida y
enloquecida en un juego sin reglas la que influye en esa coyuntura, y la
ambición es característica humana. En la cinta, nuestro protagonista asciende
vertiginosamente en el mundo de las finanzas, un mundo de hombres que
evidencian su virilidad con la entrepierna y la cartera, donde se confunden los
negocios con el lujo el sexo y las drogas; un mundo de chantajes de altos
vuelos, delincuencia y evasión fiscal.
Hay personas
“normales” que rodean a personajes como el protagonista de El Capital y que
quieren hacerle entrar en razón, son la conciencia, los Pepito Grillo que
fracasan estrepitosamente. Un tío, evidentemente de izquierdas que tiene que
escuchar cómo ha triunfado la Internacional, pero la internacional capitalista
en la que un juguete es fabricado en Tailandia con una marca alemana para ser
comprado en Francia. Juguetes que sirven, además para tener desde la infancia
adormecida la conciencia de los más pequeños como muestra un contundente plano
de niños y niñas que abandonan el juego en la calle para adentrarse en la
individualidad de las consolas.
Ni una atractiva
economista inglesa, ni la propia esposa son capaces de espantar la avaricia de
un hombre que hace suya la máxima “robo a los pobres para dárselo a los ricos”,
unos ricos que “son como niños”.
Imprescindible
película para entender la crisis que vivimos. Claro, luego, me dirigí, muy revolucionario a ver Los Miserables...
Director: Constantin
Costa-Gavras
Guión: Constantin Costa-Gavras,
Karim Boukercha, Jean-Claude Grumberg (Novela: Stéphane Osmont)
Reparto: Gad Elmaleh, Gabriel
Byrne, Liya Kebede, Jordana DePaula, Céline Sallette, Hippolyte Girardot,
Natacha Régnier, Paul Barrett, Bernard Le Coq, Eric Naggar
País: Francia
Sí, sí me parece un juego planetario. Juegos de suma cero o “el ganador se lo lleva todo” tal y como explica Sennett en “Juntos” donde los ganadores caen en sus propias ficciones del juego, dedicando toda una vida al éxito para luego descubrir que no era para tanto. Pero ese sería en el mejor de los casos. Me temo que aún necesitamos mucha más conciencia autoreflexiva y desde luego planetaria. Iré a ver la película, seguro muy interesante. Gracias por compartir.
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