Mientras intento digerir la evolución del caso Ignacio
González, el presidente de la Comunidad de Madrid privatizador que se acaba de
dar cuenta de que era propietario de un ático de lujo en Marbella y que se lo
compró a un tipo que parece entiende de paraísos fiscales, termino las últimas
líneas de Nick, una historia de redes y mentiras. Redes y mentiras que nada
tienen que ver con el PP de Madrid. Se trata de redes sociales y mentiras de
amor, mentiras por amor.
Recuerdo la larga conversación que tuve con Inma Chacón en
su casa a cuento de su Tiempo de arena, finalista al Planeta del pasado año.
Allí, en su casa, me habló de sus hijas y de cómo había escrito una novela “sin
grandes pretensiones” basada en una historia real de una de sus vástagas. La
novelita era Nick y me comentó que existía la posibilidad de que un día fuera
una película…
Así las cosas andaba yo por la FNAC no hace mucho echando un
vistazo en los estantes de libros juveniles, libros para estas edades tontas, y
me topé con Nick. Lo compré y en un pis-pas cayó.
Amor adolescente e internet. Vamos, que es como la hermana
pequeña de best selller de Daniel Glattauer, Contra el viento del Norte y su segunda parte, Cada siete olas.
La obra de Chacón se inicia con una cita de Juan Planas
Bennásar: “A veces tropezamos / con una última celosía. / Más allá está el
mundo. / Como nosotros / en paradero desconocido/.
Después nos encontramos con una máxima de cada uno de los siete sabios de Grecia. Y, por fin el capítulo uno, que arranca en plan mitológico
para comparar a nuestros protagonistas con dioses griegos:
“Y así fue como un día, al salir del colegio, vio Dafne a
Roberto por primera vez, como un díos que aparecía ante sus ojos con el carisma
de lo inalcanzable…”
Sí. Es una historia de redes y mentiras. De amor, ¿de
obsesión?: “Dafne no durmió aquella noche, ni la siguiente, ni la otra. Sus
párpados se negaban a cerrarse mientras recordaba el momento en que pasaba bajo
el arco que él había dibujado para ella con su brazo”.
A las mentiras de amor adolescente hay que añadir las que la
madre ha venido contando a la protagonista y hermanas respecto a su padre. Un
lío que hay que ir desentrañando página a página…
Es interesante la relación de la madre y las hijas. Broncas,
broncas y broncas. Incomprensiones, silencios: “Ella adora a su madre, pero
últimamente parece distinta. Más pesada, más impaciente, más exigente, menos
comprensiva. Nunca la entiende. Y le grita. Siempre le grita”.
Y es que nuestra protagonista tiene una mala edad y se mete
en un jardín complicadillo. Como para no tener el carácter un tanto
desquiciado. Tanto que “salvo con su prima Paula, que conoce el secreto que
está convirtiendo su vida en un tormento desde hace unos meses, no consigue
conectar con ningún otro ser sobre la Tierra”.
No conecta ni con Trufi, el perrito de la familia, que vive
atemorizado con esa irascibilidad. En la casa viven cuatro hermanas, la madre y
Trufi. E internet, claro. Vamos, como en Mujercitas pero en el siglo XXI.
Y sí vemos el peligro de las redes, aunque…, no son lo más
peligroso: “Las redes más peligrosas son las invisibles. Dafne lo sabe. Pero
más peligrosas aún son las que se tejen alrededor de uno mismo, porque esas no
sólo no las aprecia la vista, sino que apenas se sienten”.
Hasta ahí puedo leer. Si eres joven, enredas en redes
sociales y…, has probado la dulce amargura del amor, quizá te puede interesar.
Quizá, que es posible que no estés de humor para recibir recomendaciones…
Si eres chico, ahí te va este tema de mi época. Pincha y escucha. Para ti.
Y ya para todos, pues esta otra cosa un poco más actual, que también viene a cuento e incluye el concepto clandestinidad, que le da más sal a la cosa del amor adolescente. O no adolescente:
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