“¡Mi querido y adorado amigo! Le escribo en un arrebato, en
un éxtasis que me llena el alma y hasta me arruina la salud, pero del que no
quisiera librarme por nada del mundo”.
La primera cita corresponde a la exitosa novela del italiano
Daniel Glattauer, Contra el viento del
Norte, cuya versión teatral acaba de estrenarse en Madrid. La novela está
íntimamente relacionada con las nuevas formas de relacionarse, gracias, o por
culpa de internet.
La segunda cita es un fragmento de una de las cerca de mil
cuatrocientas cartas que la baronesa Nadiezhda von Meck y el compositor Piotr
Illic Tchaikovsky intercambiaron durante quince años. El músico y la baronesa
se escribían hasta tres y cuatro cartas diarias en una relación intensa,
profundamente íntima, repleta de Amor verdadero. Nunca se conocieron. Nunca
escucharon sus voces.
Ella le escribiría: . “Si supiera lo que siento escuchando
su música y como le estoy grata por esas sensaciones. Hubiese querido conocerlo
personalmente, pero siento tan intensamente su encanto que temo la posibilidad
de un encuentro. Si un día tuviésemos que encontrarnos… no podría tomarle la
mano sin decir una palabra. Por eso prefiero pensar en usted a distancia”.
En la novela de Glattauer nos encontramos con diálogos por
correo electrónico de este tipo:
¿Y si no te gusta mi voz? ¿Si te impresiona? ¿Y si piensas:
así ha estado hablando conmigo este tío todo el tiempo? (…)
Re:
¿Y al revés? ¿Y si mi voz no te gusta? ¿Y si se te encoje el
ombligo? ¿Si luego no quieres seguir charlando conmigo?
Quizá, si Tchaikovsky y Nadiezhda hubieran vivido en la
época contemporánea habrían sido los protagonistas de Contra el viento del
norte, o simplemente, una pareja más, atrapada por una ciberrelación.
Tchaikovsky y Nadiezhda, en quince años de relación
epistolar jamás oyeron sus voces. Fue una relación extraña e intensa. Ella
estaba obnubilada por la música del compositor. Pero la cosa iba más allá. Él,
a pesar de su no comprobada homosexualidad, la necesitaba. Ella, además, era su
mecenas. Se necesitaban obsesivamente, vivían la ausencia. En una ocasión, durante
un verano vivieron muy cerca el uno del otro. Y se cruzaron…, una mirada. Tchaikovsky
dedicó obras importantes a Nadiezhda, entre ellas el Eugene Oneghin y la Cuarta Sinfonía.
La primera carta entre Nadiezhda y Piotr es del 18 diciembre
1876, cuando por intermedio de Kotek, violinista amigo de Tchaikovsky, ella le
solicitó transcripciones para violín y piano. “En compañía de su música la vida
es más fácil y más placentera”, le escribía. Nadiezdha acaba de enviudar.
En Contra el viento del norte, es la casualidad, o el
destino, vaya usted a saber, quien une a los protagonistas a través del correo
electrónico. El humor, la distancia, las palabras escritas será el material que
irá uniendo esa relación. Y los debates, la confianza, la intimidad, la
intensidad que surge entre dos seres que no se conocen de nada. No. No es
internet el responsable de estas relaciones. La prueba la tenemos es
Tchaykovsky y Nadiezhda.
Son cosas del ser humano. Me explicaba mi amigo Reoyo, y
creo que sirve el ejemplo, que un amigo médico, él también se dedica a esos
menesteres, le contaba en una ocasión cómo una paciente que padecía paranoia
decía que escuchaba voces, “pero…, ¿voces de dónde?”, preguntaba el doctor. Y
ella, “voces de la tele”. El médico, que ya tenía unos años explicaba, que con
esos síntomas, unos años atrás habría oído “voces de la radio”. Eso las
tecnologías son instrumentos que están a nuestro servicio, también en
patologías y sentimientos, que quizá el amor es una patología.
El “camino inverso” en una relación es ahora más fácil
gracias a los correos electrónicos, a las redes sociales, a los SMS, a los
whatsapp, a internet, en definitiva. El protagonista de Contra el viento del
norte, en esa montaña rusa de sentimientos asegura: “No pienso pasarme la vida
con una mujer que solo está disponible para mí en la bandeja de entrada” (…)
“De repente vuelvo a tener ganas de
conocer a una mujer de una manera de lo más conservadora: primero la veo, luego
escucho su voz, luego la huelo, tal vez la beso. Y más tarde en algún momento
posiblemente le escriba un correo electrónico”.
Tchaykovsky vivió quince años con una mujer en su buzón. El
protagonista de Contra el viento del Norte (“con qué pocas palabras puede
desatarse la pasión”)…, mejor no desvelar finales. O segundas partes, que la
respuesta final está en Cada siete olas.
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