Madrileño de tercera generación, como el autor de La vida
desde el Lago (toma chulería), Montoliú acaba de revisar, bueno, prácticamente cambiar de
arriba abajo, un libro publicado hace diecisiete años, Madrid 1900. Madrid en el siglo XX y en el periodo de Carlos III,
son las épocas preferidas de este gran conocedor de la ciudad. Cuando habla de
ella, sus ojos brillan y la elocuencia se le dispara con orgullo madrileñista.
Es cronista de la Villa y “firme defensor” de que cuenten con los cronistas
para mejorar la ciudad, cosa que apenas se hace. Claro, el orgullo también se
le escapa cuando habla de Madriddiario,
el primer periódico digital dedicado exclusivamente a Madrid, “una rara avis”
que demuestra que la información local interesa. (La foto de abajo es de Fran Lorente. Claro)
El periodo que
abarca Madrid 1900 es convulso. Es un época de crisis en la que España estaba
“sin pulso”, según escribía Francisco Silvela. ¿Ves paralelismos con la
actualidad? Pedro Montoliú medita un poco y responde: “No creo que llegue hasta
ese punto, aunque sí estamos en una época de transformaciones por otros
motivos, por otra situación económica y sociolaboral, pero sí es cierto que hay
similitudes y que se pasó de un tipo de sociedad a otro tipo diferente. Ahora
disfrutamos de un estado de bienestar y tenemos incertidumbre sobre su futuro.
A principios del siglo pasado no se sabía qué iba a venir. Entonces, el cambio
fue a mejor gracias a las presiones sociales. Pero esa sensación de incertidumbre
la tenían los madrileños de entonces y de ahora.
¿Y no hallas
paralelismos políticos como el bipartidismo o que los ricos cada vez eran más
ricos y los pobres cada vez más pobres? “El bipartidismo era un hecho y la
alternancia se realizaba de una forma casi caballeresca” –asegura Montoliú, y
continúa-: “En aquellos días había una gran carestía de la vida, mientras los
ricos eran cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. En este asunto
sí podemos hablar de cierto paralelismo entre los dos periodos. Los ricos eran
cada vez más ricos porque vendían en Europa los excedentes, incluso de primera
necesidad, porque era más rentable en el extranjero como consecuencia de la
ausencia de suministros provocada por la Primera Guerra Mundial. Además, la pérdida
de las colonias supuso una importante quiebra moral y de imagen internacional y
sin embargo se repatrían dos mil quinientos millones de pesetas en oro. Resulta
que los ferrocarriles militares en España se nutrieron hasta de las vías de
tren que había en Cuba. Aquello se dejó como tierra quemada. Toda esa riqueza
pasó a incrementar las cuentas de determinadas sociedades”.
Falta de conciencia
Cita también a
Corpus Bargas cuando afirmaba que, en Madrid, mientras se perdían las colonias
la gente volvía de los toros… “Eso es algo muy madrileño, o bueno, muy español.
Cuando las situaciones vienen mal dadas, parece que no fueran con nosotros.
Sólo cuando la situación nos ha caído de pleno, somos conscientes de la que
está cayendo. Hay una gran falta de conciencia”.
Volvemos a lo que
comentaba al principio, que los cambios se dieron gracias a las presiones
sociales. Como en la actualidad…, ¿hace falta una chispa? Recuerda el cronista
de la villa, que la situación entonces era mucho más conflictiva. Los ingresos
de los trabajadores eran muy bajos, las condiciones eran penosas, había una
gran explotación laboral…, hablamos de una época en la que se consigue una ley
de descanso dominical, otra por la que se consigue una jornada laboral de doce
horas, que luego fue de once, hasta llegar a las ocho. Es decir, se trabajaban
más de doce horas, infancia incluida. En ese contexto surgen la UGT, la CNT,
partidos que se van sumando como el PSOE, el PCE, el Partido Radical, la Unión
Catalanista…, partidos que se ponen al servicio de la defensa de los
trabajadores. Evidentemente no es una situación comparable con la actual. Ahora
la sociedad está más acomodada, aunque, no crea que había una gran afiliación
sindical, por ejemplo. La chispa surgirá en 1936. La única comparación
posible sobre la cita de Corpus Barga es
que, efectivamente, parece que la gente, con todas las medidas que se están
tomando actualmente, está mirando al tendido como si no fuera con ellos.
Parece que en
tiempos convulsos, la cultura y las artes se agitan con nuevas tendencias. En
1900, Madrid empieza a ser un hervidero, hasta la Guerra Civil. Luego, hasta la movida, no se ha vuelto a vivir ese
Madrid de vanguardias. Nuestro cronista de Madrid considera el inicio del siglo
XX, como “la Edad de Plata”, una época en que coincidieron varias generaciones.
“Con la guerra civil llegó el exilio y el miedo. Luego, con la democracia,
Tierno Galván potenció la aparición de grupos jóvenes. Ese boom fue sobre la nada y ahora nos parece un Everest”. explica.
Por tu libro
desfilan locales, teatros que hoy día tienen nombres comerciales… “Es muy
triste para la historia de Madrid que se pierdan los símbolos identitarios de
la ciudad. Personalmente, como historiador, me resulta muy duro escribir
nombres comerciales cuando hablo de edificios de nuestra ciudad, porque además,
el nombre comercial está sujeto a las reglas del mercado”, asegura Montoliú.
Era aquel Madrid de
los cafés y las tertulias, en el que la ciudad cobraba vida a partir de las
once de la noche. Unas relaciones que nada tienen que ver con hoy, fundamentalmente
cibernéticas… En opinión de nuestro madrileñista, ”ha habido un cambio de
costumbres que nos llevan al aislacionismo. Son costumbres que abogan por que
nos quedemos en casa frente a un ordenador. Madrid siempre ha estado muy
volcado en la calle, sin embargo, ha habido un evidente retroceso en los
últimos veinte años. Es una tendencia evidente. Estamos perdiendo la calle como
algo vivencial, como un lugar de confraternización y esto ha sido un error. Es entrañable
como en los principios del siglo pasado había sillas de alquiler en el Paseo de
Recoletos para que las personas se sentaran a charlar, que no sólo eran las
tertulias de café. Ahora, los más mayores o están encerrados en centros o se
tienen que subir a la línea Circular del autobús para poder hablar con otras
personas porque no tienen con quien”.
También hablas en
tu libro profusamente del periodismo de la época, con redactores que tenían
sueldos muy bajos y que daban lugar a la corrupción… Y Montoliú: “Sí, sí. Y
hablo de cómo los periódicos se ponían al servicio de los partidos y los
periodistas al servicio de quien pagara. Me refiero a lo que Manuel Bueno
denunciaba sobre el “chantaje” que terminaban haciendo los periódicos después
de lograr convertirse en un “poder”. Los cambios de línea editorial de los
periódicos en función de quién está detrás económicamente genera una
esquizofrenia en los lectores, un desencanto que lleva a la crisis de la
empresas periodísticas y de la credibilidad de los periodistas”.
De madrileño a
madrileño…, ¿existe el sentimiento madrileño. Y responde, “más que el
sentimiento madrileño, lo que existe es el sentir madrileño, lo que se venía en
llamar madrileñismo, pero no como algo antiguo y casposo, no como chotis,
parfusa y safo, sino como signo de identidad. Y ese sentir vive aunque esté
oculto. Madrid necesita recuperar su identidad. Son miles y miles de personas
las que históricamente, en oleadas, llegan a la ciudad y no se integran. Claro
que Madrid es una ciudad abierta, que a nadie pregunta su origen, pero nos
falta lograr la integración. Las personas que vienen de fuera dan por supuesto,
cuando vienen a Madrid, que no tenemos nada propio que ofrecer. Y tenemos
muchísimo. Los madrileños hemos sido muy respetuosos con los que han venido,
pero no les hemos dicho: “oiga, respete nuestras tradiciones, nuestra forma de
pensar y nuestra forma de vivir”. Hemos hecho dejación de madrileñismo y en
muchos casos, los propios poderes no han potenciado esto”.
Madrid: Donde habita el olvido
Relata Montoliú en Madrid 1900 un grave hecho desconocido
para la mayoría de los madrileños. Un accidente laboral ocurrido el 4 de abril
de 1905 en el tercer depósito del Canal de Isabel II, en la calle Bravo Murillo
esquina a Ríos Rosas, que costó la vida a 30 obreros y tuvo 54 heridos, además
de una manifestación posterior que, por la represión policial, le costó la vida
a otro trabajador.
Explica el autor
que el hecho tuvo una enorme importancia, tanta que la prensa acusó a los
contratistas por ahorrar en los materiales. Hasta Echegaray, que fue premio
Nobel de Literatura, intervino en la defensa de Ribera, uno de los
fundamentales ingenieros de la época en lo que fue el juicio del siglo.
Posiblemente se trata de uno de los grandes accidentes que se han producido en
España. Contiene todos los elementos para ser un “bombazo periodístico”:
situación laboral penosa; utilización de un nuevo material, el hormigón;
sindicatos que comienzan a denunciar; juicio a los responsables y estallido
social porque los trabajadores de la construcción de Madrid sabían que las
cosas no se hacían bien. Pero como ocurre con los grandes acontecimientos de
nuestra ciudad este hecho se ha olvidado. Nada hay que recuerde aquel hecho tan
grave. Nadie se acuerda de uno de los conflictos laborales más importantes del
ámbito local ocurrido en nuestra ciudad.
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