Es San Isidro…,
jornada de pradera, verbena en Las Vistillas, parfusa y safo, mantones de
manila, agua del santo, rosquillas listas y tontas, sangría, limonada,
azucarillos, aguardiente, licor de madroño y como no…, jornada del rey de los
platos: del cocido. La tradicional lluvia isidril es un coadyuvante para
ingerir los tres vuelcos, que bien podría decir el zarzuelero Espasa en La del manojo de rosas. Claro, nos viene a decir la ONU que lo más
sano son los insectos, pero…, donde abunde un buen cocidito madrileño,
repicando en la buhardilla.
El cocido aparece en El
Quijote de Avellaneda; en el entremés Famoso
del convidado, de Luis Quiñones de Benavente; en El villano en su rincón, de Lope – para quien debe llevar verdura,
pernil, gallina y chorizo-. Moreto considera que el tocino es imprescindible en
Primero es la honra… Impensable fue
el éxito que tuvo a finales de los cuarenta el pasodoble Cocidito madrileño, que Quintero, León y Quiroga compusieron para
Pepe Blanco.
El cocido y los
judíos
Aunque no existe certeza, parece que el cocido madrileño es
heredero de un plato hebreo sabático: la “adafina” o “tefina”. Los judíos
españoles o sefardíes, allá por la Edad Media, dejaban cociendo entre las
cenizas de la lumbre del viernes este guiso para no tener que encender la
lumbre el día sábado. El sábado o sabath
es el día sagrado para los judíos, durante el cual no pueden realizar ninguna
tarea.
Debido a la persecución que los judíos padecieron en España
a finales del siglo XIV – que acabaría con su expulsión en 1492- muchos
seguidores de esta religión se convirtieron al cristianismo entre 1391 y 1415.
Son los llamados judíos conversos. En muchas ocasiones, los conversos querían
dejar muy clara su nueva fe y, quizá, gracias a ellos nació el cocido.
La explicación es muy sencilla. Siguieron cocinando su tefina del sabath de la misma manera de la misma manera, pero le añadieron
todos aquellos ingredientes que prehibía su antigua religión, como el cerdo; y
cambiaron los huevos cocidos por la morcilla. Vamos, para disimular. Y bendito
disimulo.
Cocido y clases
sociales
Pero si protagonista es algún ingrediente del cocido
madrileño, ese es el garbanzo, que antes de incluirlo en el guiso debe reposar
en agua templada unas diez horas. El garbanzo fue traído a España por los
cartagineses, convirtiéndose en una legumbre esencialmente hispana y producto
agrícola de Madrid.
El cocido rápidamente se extendió por todas las mesas, desde
las más nobles –existen pruebas de que era un plato degustado por la reina en
1665- hasta los más humildes. Quizá la diferencia entre unos y otros fuera el
número de ingredientes, pues como dijera Dionisio Pérez, ensayista sobre temas
culinarios: “El cocido madrileño representa una fórmula sintética de todos los
cocidos españoles; con el sentido de equidad característico del pueblo de
Madrid, sabe ampliarse o estrecharse según la grandeza o humildad de cada
mesa”.
Amante de este plato fue el rey Alfonso XIII, que envió,
firmada por él, la receta a una asociación de cocineros de Washington llamada
Club Congresional Cook. Según Dionisio Alonso, “la esposa del embajador de los
Estados Unidos en España le pidió al monarca, quien galante con la dama, dictó
su texto, que fue enviado por cable a Washington y divulgado por los Estados de
la Unión yanqui por radio desde la estación WRC, voceándole ante el aparato
transmisor la bella esposa del secretario del Trabajo, durante la presidencia
de Coolidge. Y no sólo galante la dama, sino intérprete de un interés
nacional”.
Tres vuelcos
Aunque a partir del siglo XX y especialmente tras la guerra
civil comenzó una cierta decadencia del cocido, aún hay en la capital
restaurantes con rancia tradición, cuyo exclusivo plato, plato estrella, es el
cocido. Y durante el invierno, rara es la “casa de comidas”, más o menos
económica, que una vez a la semana no incluye este típico plato en su carta,
por breve que esta sea.
El cocido madrileño es un plato prototípico de la
gastronomía hispana. Al decir de Martínez Llopis –erudito en el arte de la
gastronomía- . se trata de la “olla de tres vuelcos”, lo que también conocemos
como “sota, caballo y rey”, recurriendo a nuestra castiza baraja de cartas.
Esto es, un primer tumbo nos ofrece el caldo sustancioso y bien oliente, que
invita a sopar pan y al buen vino que va abriendo camino. Al segundo vuelco
caen las verduras y legumbres y al tercero, las carnes y los tocinos.
La primera parte de la comida –la sopa – puede ser de
pastas, arroz, pan… Los garbanzos se colocan sobre una fuente completamente
escurridos. La carne se puede presentar cortada de una forma regular, y a sus
lados, el jamón, tocino, pie de cerdo, gallina
y “pelota”, todo ello cortado en
trocitos. Para muchas personas, la verdura es es más apetecible si previamente
se ha sofrito con un poco de aceite y unos dientes de ajo y se presenta con el
chorizo, la morcilla –hecha rodajas- y las patatas.
Los restos
Reutilizar los restos del cocido forma parte de la tradición
madrileña y, antaño, una eficaz forma de reducir gastos domésticos. En la
actualidad, recetas con los restos del cocido pueden parecer más apetitosas que
el alimento base. Desde unas cremosas croquetas, hasta elegantes conchas con
besamel.
En definitiva, quizá no estén nuestros estómagos preparados para aguantar día
sí, día no, un gran cocido madrileño, pero lo que no podemos es olvidarlo.
De acuerdo en que no hay mejor plato que el cocido madrileño, y siempre es un placer no sólo comerlo sino degustarlo a través de unas cuantas letras tan bien expuestas que se me hace la boca agua. ¡Qué rico cocidito madileño!. TOñi
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