Siempre pienso que cuando leemos una novela, los personajes
dejan de ser del autor y pasan a ser de nosotros. Siempre pienso que de las
distintas historias que aparecen en una novela, los lectores nos quedamos con la
que más nos apetece a pesar de que en los análisis de literatura del cole se
empeñaran en que explicáramos cuál es el tema principal, cuáles las historias
secundarias y cuál el leit motiv.
Después de leer El Gran Gatsby de F.
Scott Fitgerald no sé que película habría hecho yo. Primero, porque no se hacer
películas y segundo porque no he leído El
Gran Gatsby.
Seguramente si me pillara con el día indignado destacaría lo
repulsivos que son los millonarios con vidas basadas en la hipocresía. Gentes
sin escrúpulos, gentes “diferentes” con la mentira en la base de sus vidas,
gentes que siempre están por encima del resto del mundo, incluidos los ricos de
nuevo cuño. Gentes que hacen de su vida una mentira hasta para amar. Gent
es
cuya preocupación no es sobrevivir sino ser vividores. Pero cobardes cuyo poder
está exclusivamente en la cartera.
Si tuviera el día histórico destacaría como la crisis que
vivimos, que no es crisis, es peor, ya la vivimos y no aprendimos nada. Los
años previos al 29 fueron años de locura, de pelotazos, de fiesta y locura. Y
de ahí al desastre. Evidentemente el común de los mortales no aprendió nada,
pero los capitalistas aprendieron mucho. Ahora no se tiran ellos por los
balcones porque se arruinan; ahora son los pobres y menos pobres endeudados los
que se suicidan porque su vida es un desahucio.
Seguramente si me pillara con el día moñoño y romanticón la lectura de El Gran Gatsby, destacaría esa vertiente. Un tipo que lo da todo
por una mujer, por un amor algo obsesivo, por un amor que al final está
desequilibrado. Un tipo hecho a sí mismo, fuerte y seguro, que cuando ve a la
mujer que ama en secreto año tras año y sin verla se desarma y tiembla como un
flan. Pero no hay forma... Los ricos siempre ganan. Es mentira que los ricos
también lloran. El dinero, el poder, está por encima de cualquier sentimiento.
No saben renunciar a ello.
En la mente tengo la protagonizada por Robert Redford en
1974, y la recuerdo como algo pelín hortera, la verdad, pero debería volver a
verla para hacer odiosas comparaciones. La versión de Alan Ladd…, pues menos.
Seguramente la vio mi madre, que estaba enamorada de él, pero nunca me mencionó
nada.
Con El Gran Gatsby
de Leonardo di Caprio, calificada de drama romántico, he pasado el rato. Baz
Luhurman, ya sabéis, el de Moulin Rouge,
es el director de esta adaptación y, efectivamente, se nota. No he leído la
novela así que no puedo destrozar esta versión en la que di Caprio creo que
hace un buen papel. Y aunque no soy de leer críticas antes de ver pelis, sí oí
que en Cannes fue mal acogida y que en Estados Unidos ha sorprendido en
positivo. Pues ni una cosa, ni otra. Lo mismo estoy en pasota y mi base
cultural es mediocre.
Lo que no sé si haré es leer la novela, que ahora ando con
líos. Pero si algún día lo hago opinaré si me apetece. Y bueno, si queréis ir
al cine y dudáis entre La Mula con Mario
Casas y este Gran Gatsby, pues sintiéndolo mucho, mejor la cosa hollywoodiense.
Eso sí. Si seguís pudiendo pagar la entrada de cine hacedlo, que estoy viendo que
nos quedamos sin salas.
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