En medio de este bloqueo caótico en el que nos han metido,
sin otra cosa que pensar más que en la miseria que vivimos o que podemos vivir,
la Iglesia católica afianza su poder y logra que la mujer española viaje en el
tiempo hasta esa España franquista de “la mujer en casa y con la pata quebrada”.
A esa España de mujeres encadenadas sin ser dueñas de su cuerpo.
El ministro Gallardón vuelve a enviar a las mujeres a la
clandestinidad. A las mujeres que quieran, que tengan que abortar y no tengan
ingresos las volverá a enviar a lugares terribles. Volverán a la aguja de
punto, aspirinas y hemorragias. A curanderos sin escrúpulos. Las mujeres con
ingresos volverán a Londres. Visita de fin de semana de soledad y tristeza en
la capital de esa Gran Bretaña tan envidiada por estos neocapitalistas.
Margaret Tatcher hizo barrabasadas a raudales para acabar
con el estado social, pero no prohibió el aborto.
En medio de esta España casi desahuciada, al hedor de corrupción
hay que unir también esa peste a naftalina nacionalcatólica de mujer de sección
femenina.
Y las mujeres volverán a las cárceles. Las quieren en las cárceles
de su cuerpo; en la cárcel de sus casas o entre rejas.
Vuelve a ser gris España, convertida en cárcel de mujeres.
Pero tenemos la fuerza de la rebeldía y siempre seguir a Benedetti defendiendo
la alegría.
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