La crisis a la que nos ha llevado un capitalismo salvaje
sustentado en la estafa y la corrupción hace que el Primero de Mayo tenga la
misma vigencia, si no más, que cuando nació en 1884. En aquél año, la American
Federation of Labor decidió promover con el apoyo de todos los sindicatos
estadounidenses que la jornada normal de trabajo en todos los oficios fuera de
ocho horas a partir del 1 de mayo de 1886. Previamente, la proclamación de la
Ley de ocho horas fue firmada por el presidente de los Estados Unidos, Ulises
S. Grant, y el secretario de Estado, Hamilton Fish, el 19 de mayo de 1869. Esta
ley sólo afectaba a los trabajadores pagados por el Gobierno, pero fue un
importante precedente.
En muchas ciudades las empresas accedieron a la
reivindicación sindical. En otras, la patronal se opuso frontalmente. La
tragedia estalló en Chicago poco después de que estuviera prevista la entrada
en vigor de la jornada de ocho horas en todos los oficios. Fue el 4 de Mayo de
1886 cuando August Spies, Albert Parsons, Samuel Bielden, Oscar Neebe, Adolf
Fischer, Georg Ángel, Michael Schawb y Louis Linng fueron detenidos y, tras una
farsa de juicio, condenados a la horca. Sólo Schawb, Neebe y Bielden se
libraron de la muerte al conmutarse su pena por quince años de prisión.
En aquellos
tiempos, hombres, mujeres y niños realizaban jornadas laborales de 10, 12 y 14
horas por lo que la reivindicación básica era la de la jornada de ocho horas
para hacer valer la máxima de “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el
sueño y ocho horas para el hogar”.
Entre 1884 y 1886
fue calando la reivindicación de las ocho horas de jornada promovida por la
American Federation of Labor. Todas las uniones regionales decidieron ir a la
huelga si a partir de mayo de 1886 no se alcanzaba esa reivindicación. El
presidente Andrew Johnson promulgó la denominada Ley Ingersall que establecía la
jornada de ocho horas.
La Noble Orden de
los Caballeros del Trabajo (la principal organización de trabajadores en EEUU)
remitió una circular a todas las organizaciones adheridas donde manifestaba que
ningún trabajador adherido a esa central debía hacer huelga el 1 de mayo ya que
no había dado ninguna orden al respecto. Este comunicado fue rechazado de plano
por todos los trabajadores de EEUU y Canadá, quienes repudiaron a los
dirigentes de la Noble Orden por traidores al movimiento obrero.
Al tiempo, tal como
ocurre en la actualidad, la prensa, mayoritariamente, emprendió una campaña
contra la huelga y la jornada de ocho horas. El New York Times afirmaba:
“Las huelgas para
obligar al cumplimiento de las ocho horas pueden hacer mucho para paralizar
nuestra industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad de
nuestra nación, pero no lograrán su objetivo”.
El 1 de mayo de
1886, 200.000 trabajadores iniciaron la huelga, mientras que otros 200.000
obtenían esa conquista.
En Chicago las
condiciones laborales eran mucho peores que en otras ciudades. Las
movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. El único centro que trabajaba
era la fábrica de maquinaria agrícola McCormick que estaba en huelga desde el
16 de febrero porque querían descontar una parte del salario para la
construcción de una iglesia.
La producción se
mantenía a base de esquiroles. El día 2 la policía había disuelto violentamente
una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una
concentración en frente de sus puertas, cuando estaba en la tribuna el
anarquista August Spies sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas.
Los concentrados se lanzaron sobre los esquiroles comenzando una pelea campal.
La policía, sin aviso alguno, comenzó a disparar sobre la multitud. El
resultado fueron seis muertos y varias decenas de heridos.
El 4 de mayo se convoca una concentración de repulsa en Haymarket
Square. Se consiguió un permiso del alcalde Harrison para realizar el acto a
las siete y media de la tarde.
La revuelta de Haymarket
El acto se alargó y
la policía decidió disolver por la fuerza a las 20.000 personas que seguían
concentradas. Repentinamente, entre la policía estalló un artefacto que produjo
la muerte de uno de ellos. A partir de ahí abrieron fuego sobre la multitud
provocando un número indeterminado de muertos y heridos. Se declaró el estado
de sitio y el toque de queda. Y cientos de obreros fueron detenidos, golpeados
y torturados acusados de la muerte del policía. La prensa inició una campaña
solicitando juicios sumarísimos.
El 21 de junio de
1886, se inició la causa contra 31 responsables, siendo luego reducido el
número a ocho. Pese a que el juicio fue en todo momento una farsa y se realizó
sin respetar norma procesal alguna, la prensa amarilla sostenía la culpabilidad
de todos los acusados, y la necesidad de ahorcamientos. Aunque nada pudo
probarse en su contra, los ocho de Chicago fueron declarados culpables,
acusados de ser enemigos de la sociedad y el orden establecido. Tres de ellos
fueron condenados a prisión y cinco a la horca.
La Historia ha
determinado que su juicio estuvo motivado por razones políticas y no por
razones jurídicas, es decir se juzgó su orientación política libertaria y su
condición de obreros rebeldes.
Los vaivenes de España
Entre el 14 y el 20
de junio de 1889 se celebraba en París el Congreso Internacional Obrero
Socialista, al que acudió Pablo Iglesias en representación de los socialistas
españoles. En aquella reunión se aprobó la resolución de celebrar una
manifestación internacional el Primero de Mayo para reivindicar la jornada
laboral de ocho horas. La fecha conmemoraba los trágicos sucesos de 1886
ocurridos en Chicago.
En España, aquella
primera manifestación fue un rotundo éxito en Madrid, Barcelona y otras grandes
ciudades. Lo socialistas, en su congreso nacional deciden repetir la
celebración en años sucesivos. En 1891 el Gobierno conservador de Cánovas
prohíbe las manifestaciones que no volverán a ser legales hasta 1902, bajo el
ministerio de Alfonso González y Lozano. Desde ese año y hasta 1931, bajo el
reinado de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera, la legalización
sufre vaivenes. Fue el 1 de mayo de de 1931, dos semanas después de proclamada
la República cuando las calles de España se llenan de libertad. Luego, con el
franquismo, volvería la oscuridad y la represión hasta que las manifestaciones
del Primero de Mayo son legalizadas en 1978.
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