Aquella mañana la radio nos alertó de un posible atentado en la Estación de Atocha. Luego se confirmó el atentado. Luego se fue confirmando su magnitud. Y sentimos el vértigo del terror. Los teléfonos móviles, los SMS echaban humo en Madrid. Una extraña atmósfera lo inundó todo. Una extraña atmósfera que perduró durante semanas. En Madrid se respiraba tragedia y dolor. Y se respiró indignación contra el intento de manipulación, contra la mentira de un Gobierno que nos había metido en una guerra a fuer de ser lacayos de George Bush.
Hoy ha vuelto el homenaje a las víctimas, a los muertos, a los heridos, a los familiares, a los amigos. Hoy, al recordar, el aliento se nos ha vuelto a helar. Luego, la noche nos ha traído una enorme luna llena que sobresale por encima de cualquier farola de Madrid. Una enorme luna llena para iluminar otra noche de 11-M.
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