
"Escribo sobre
Dios: cuento con pocos lectores y aspiro a pocas aprobaciones. Si estos pensamientos no gustan a nadie, sólo podrán ser malos, pero si gustaran a todos los consideraría detestable". Con este pensamiento de
Denis Diderot, (1746) zanjo, de momento mi pequeña ciberpolémica con Dios. Y como Dios tiene mucho de mito, me he ido a ver
Guerrilla, la segunda parte de
Che, la superproducción de
Benicio del Toro, que ya logró el Goya por la primera parte,
Che, El Argentino. La primera entrega a mí me dejó algo frío, pero era un gran trabajo con una sólida base documental. En la primera parte, la acción se desarrolla en tres tiempos diferentes, perfectamente solapados: una cena de preparación de la lucha armada; la guerrilla hasta la toma de La Habana y la visita del Che a la sede de la ONU.
Steven Soderbergh combina los recursos cinematográficos para trasladarnos a los escenarios. Angustiosa la selva con un Che asmático en la que no hay banda sonora, sólo el ruido de los animales, del viento, de la lluvia. La toma de la ciudad de Santa Clara hace que cambie el ritmo y nos encontremos, casi, en una película bélica. Algunos mensajes de aquella revolución son destacables, como la obsesión de Guevara por la educación, su obsesión por que los guerrilleros aprendieran a leer, la formación de escuelas. O algunos principios que tenía meridianamente claros y de los que la izquierda debería tomar nota: «el día que tenga que disparar contra un compañero, abandonaré la lucha». Si la primera entrega digo que me dejó algo frío por el escaso tratamiento de la ideología, en esta segunda entrega, este asunto me ha dejado congelado. Lo mejor, la cámara al hombro en algunas escenas y la cámara subjetiva cuando Che es asesinado. Nada se profundiza en el por qué del fracaso de la guerrilla en Bolivia y poco se tratan las relaciones humanas de los guerrilleros. En fin, que hay que verla porque hay que verla, que si no… Menos mal que Benicio ya se llevó el Goya. Después me he ido a un concierto, antes de
House. En la calle del Carmen, casi en Callao, a la entrada El Corte Inglés. El video tiene poca calidad, que anochece temprano, pero queda claro que, como decía el viernes, en Madrid las gentes se van, como mínimo, meando. De la música sí se puede disfrutar en medio de la jungla de asfalto:
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