Una de las grandes satisfacciones de este
mundo es disfrutar, en una sala de cine, con una película que narre algo tan
sencillo como una historia humana, con sensibilidad, sin estridencias. Una
historia en la que puedes sonreír, reír, emocionarte… En Un viaje de diez metros hay de todo ello gracias a la gastronomía.
Gracias a esos sabores sugerentes, a esos olores que como los perfumes, nos
evocan sentimientos. El único peligro de los sentimientos es que se escapan a
la razón. La tolerancia, el perdón, rectificar, son ingredientes indispensables
para avanzar por el camino de la convivencia. Más felices y fuertes sí cabe.
Hassam
Kadam y su familia tienen un restaurante en Bombay, pero por culpa de una revuelta política tienen que huir de
su país. Son acogidos en Inglaterra,
en un lugar espantoso de las afueras de Londres, un país en el que “las
verduras no tienen alma”. Ante esta situación, la familia Kadam, liderados por su Papa
emprenden la búsqueda de algo mejor en la vieja Europa. El destino, la
casualidad o vaya usted a saber, hace que se asienten en un pueblecito francés.
La testadurez del Papa consigue que
compren un viejo local para poner en marcha un restaurante hindú. Eso sí, a
diez metros, en la acera de enfrente, Madame
Mallory regenta otro restaurante de alta y tradicional cocina francesa cuyo
único objetivo es lograr una segunda estrella Michelín…
Y
los hechos se van sucediendo. Esos diez metros son una enorme distancia cuando
hablamos de dos culturas, de dos sabores, de dos formas de ver la vida. El
miedo a lo diferente, el desprecio a lo desconocido…, el alma del fascismo sobrevuela
siendo aniquilado por la “libertad, la igualdad y la fraternidad”.
La
película es una comedia dramática y culinaria, con la gastronomía como excusa.
Quizá doscientos años sean suficientes para una receta, para poder innovarla un
poco, para fusionarla con otros sabores. Pero quizá la “innovación, innovación,
innovación”, tampoco sea la solución. Confundir la ciencia con el arte no es la
solución. Y la cocina es fundamentalmente arte, sensibilidad, todo lo contrario
a la guerra o a esa violencia de programas televisivos supuestamente
gastronómicos.
Más
allá de la fuerza de los personajes principales, me llama la atención un
secundario, el alcalde del pequeño pueblo donde se vive la guerra de los dos
restaurantes. Un político que también hace arte de la política siendo capaz,
desde un segundo plano, de pacificar, de empatizar, de tender puentes en vez de
echar leña al fuego, algo a lo que ya no estamos acostumbrados por estos lares.
Director: Lasse Hallström.
Guión: Steven Knight (Basado en la
novela de Richard C. Morais).
Reparto: Helen Mirren, Manish Dayal,
Charlotte Le Bon, Juhi Chawla, Om Puri, Rohan Chand, Amit Shah, Dillon Mitra,
Farzana Dua Elahe, Malcolm Granath, Sanjay Sharma.
País: India, Emiratos Árabes y Estados
Unidos.
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