Reciente autorretrato de mi coyuntural sombra. |
El día 9 de septiembre quedé
coyunturalmente manco tras un lance a espada. Un truhán hizo diana en mi hombro
derecho por dos veces. Él salió peor parado… Eso sí, mi conciencia está
tranquila. En estos días de inmovilidad, drogas legales bajo prescripción
médica y dolor he podido pasar revista a diversos asuntos divinos y humanos;
propios y ajenos. He repasado traiciones y engaños; sinceridades y lealtades…
Pero que nadie se asuste, no aburriré con ello. Eso sí, la imposibilidad de,
por ejemplo, realizar el giro escatológico, me ha llevado a pensar en lo poco
que valoramos cosas tan simples como el propio giro escatológico o asirse a la
barra del metro o el autobús; lavarse los dientes, afeitarse, lavarse la cabeza…
No valoramos el valor de las personas que padecen alguna minusvalía.
Y en
una noche de pastilla cada cuatro horas volví a ver ese peliculón de mar,
aventuras, amistad y algo más: Master and Comander, donde un niño
que se prepara para oficial de la marina británica pierde un brazo, pero no por
ello las ganas de seguir peleando y aprendiendo. Me sentí un poco patético
empastillado en el sofá con el brazo en cabestrillo.
Luego
vinieron a mi mente Cervantes y Valle-Inclán. Unos días después comí con
mi amigo Germán, El neutrino, y me recordó a Nelson,
a René Lavand (el mago manco), a Bethany Hamilton (la surfista manca) y
sí, a otro que he venido parodiando cuando alguien me preguntaba que qué tal y
yo respondía que “¡muera la intelectualidad traidora!” o “¡a mí la Legión!”. O
sea, a Millán Astray.
Cervantes
Fue
precisamente en octubre, pero de 1571, cuando Cervantes se embarcó para
participar en la Batalla de Lepanto
donde “peleó como valiente soldado”. Eso sí, le metieron dos arcabuzazos, uno
en el pecho y otro en la mano izquierda. Parece que el plomo le llegó al nervio
y se le anquilosó la mano, por lo que no hubo que cortarla. A pesar de ello, ya
se quedó con el apodo de El manco de Lepanto. Claro, eran
otros tiempos, que si hubiera conocido a Sara, la fisio que me viene tratando a
mí, le hubiera desanquilosado la mano aunque le hubiera costado sangre, sudor y
lágrimas que diría Churchill.
Nelson
También
en la mar perdió el brazo derecho el legendario capitán Nelson. Fue en 1797,
después de ser derrotado en las costas de Cádiz
frente a la playa de La Caleta,
parece que no tuvo suficiente y el 25 de julio sufrió una gran derrota en un
ataque a Santa Cruz de Tenerife. El “cañón Tigre”, que es pieza de museo, se
llevó por delante la parte inferior del brazo derecho. Hay que decir que la
isla estaba defendida principalmente por milicias populares, dirigidas por el
general Antonio Gutiérrez de Otero,
cuyo segundo apellido coincide con el del traumatólogo que tan pronta y
sabiamente me intervino tras el lance.
Valle-Inclán
Quizá mi manco preferido sea Valle-Inclán, que a la edad de Cristo perdió su brazo
izquierdo, como no podía ser de otra manera, de una forma esperpéntica. Aquella
noche madrileña, tertuliana y dicharachera del 24 de julio de 1899 (seguro que
era una noche calurosa insoportable para un gallego), don Ramón María del
Valle-Inclán se dirigió al Café Nuevo de
la Montaña. Sí, en el mismo lugar donde hoy se ubica la famosa Apple Store
de la Puerta del Sol. Allí estaba un periodista, amigo de Valle, más de
derechas que el palo de la bandera, Manuel
Bueno Bengoechea, y…, bueno, que se enzarzaron a cuento de una tontería.
Discutían sobre la legalidad de un duelo que se iba a llevar a cabo porque uno
de los duelistas era menor de edad. Valle terminó tirando una botella de
cristal y Bueno le metió un bastonazo de cuidado. De hecho, parece ser que el
bastón era más arma que bastón. La cuestión es que los gemelos del escritor
terminaron incrustados en el antebrazo y aquello hubo que amputarlo porque se le
empezó a gangrenar.
Luego
habría mil anécdotas sobre el suceso, sobre la operación. La imaginación de Valle, autoproclamado Marqués de
Bradomín, su capacidad de hacer humor hasta de las tragedias, también
parece que funcionó. La cuestión es que según contó Pío Baroja, el escritor gallego estuvo a punto de perder el otro
brazo como consecuencia de otra bronca de tertulia, que luego decimos de las de
la tele. “A ver si se queda manco del otro brazo”, dicen que dijo uno de los
tertulianos presentes.
Millán Astray
Menos
simpático, evidentemente, resulta Millán Astray, uno de los creadores del mito
de Franco como Caudillo y del que en una ocasión recordé su bronca fascistoide con Unamuno. En la guerra de Marruecos, entre 1921 y 1926 le metieron un tiro en el pecho, otro en la
pierna, otro en la cara que le dejó sin ojo derecho y otro en el brazo
izquierdo, que tuvieron que amputar. Astray era un personaje. Se casó con 26
años con la hija de un general que la misma noche de bodas le dijo que ella
siempre iba a ser virgen. El joven y hormonado militar se debió quedar
estupefacto. Parece que a Elvira, la mujer, le habría gustado que el también
fuera célibe, pero no. Se convirtió en un mujeriego consentido por su esposa y
hasta por Franco. Lo curioso es que parece que el hombre tenía éxito con las
mujeres a pesar de su aspecto. Es más, se enamoró perdidamente a los sesenta y
tantos años de Rita Gasset una treintañera familiar de Ortega y Gassett. Tanto
se enamoró que la dejó embarazada y pidió permiso a Franco para divorciarse,
que al fin y al cabo, a efectos católicos no había hecho “uso del matrimonio”.
Pero Franco le dijo que no podía ser. Así que Astray se marchó con su amante a
Lisboa para tener a su hija, Peregrina...
Como siempre he disfrutado de lo afilado de tu pluma. Esta vez didáctica y erudita. Prometo visitar el lago más. El bellaco Otero con su estilete se salió con la suya, pero tampoco te dejó manco dle todo. Un abrazo
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