DEL 14-D AL “PINGANILLO”
Madrileño,
hijo de catalana, criada en San Sebastián, y de gallego, en aquellos años de
infancia era más bien gordito. La lectura preferida de su hermana mayor era Celia,
y Celia tenía un gato que se llamaba Pirracas. Siguiendo la tradición
familiar hubo que ponerle apodo y por ello, José María Fraguas es Pirracas. A sus casi sesenta y tres años
se le ve un tipo activo, de mirada inquieta, con tanta experiencia y experiencias
variopintas como proyectos. Pero él se considera más “polifacético” que
hiperactivo. En el segundo sorbo de café se evidencia un tipo entrañable y
familiar, “somos nueve hermanos y yo soy el pequeño de los chicos. En nuestra
familia hay mucho cariño”. Y claro, tiene que salir en la conversación Forges,
a quien Pirracas considera “la
maravilla de la familia”. No ahorra palabras: “Además de ser un buen compañero
de viaje es un hermano mayor fantástico. Para mí ha sido un segundo padre de
quien cada día me siento orgulloso al abrir el periódico”.
José
María Fraguas, Pirracas, empezó a
trabajar en 1976 en Televisión Española.
Está escrito que en 1989, “después de la huelga del 14-D se pidió una
excedencia voluntaria”. Claro. Esto requiere una explicación… Y él explica ese
“momento importantísimo” de su vida profesional y del colectivo de trabajadores
de TVE: “En TVE teníamos la rémora, por algunos malos ejemplo, de ser la
televisión franquista, pero había un poso social en el que yo me encuentro
junto a compañeros como Marcel Camacho,
Fernando Noya, Jaime Martínez…, donde queríamos poner de manifiesto que nos
habíamos incorporado a ese trabajo con 24 años en 1976, que ni éramos
expolicías, ni veníamos del franquismo…”
“Se demoniza a los sindicatos de una forma peligrosísima”
Y
llegó la histórica huelga del 14 de
diciembre de 1988… “En aquel momento tomé partido a la hora de colaborar en
realizar una estrategia para que a nadie cortaran la cabeza. Se me ocurrió
proponer en una asamblea realizar una cuenta atrás con los relojes de TVE y RNE en el estudio 4 de Torrespaña. Pareció muy bien y a las doce de
la noche, todos a una, nos levantamos. Luego se intentó individualizar la
iniciativa pero fue un movimiento colectivo de control, de continuidad, de
todos, que evitó sanciones. Fuimos todos. Eso fue lo extraordinario y por eso
tuvo esa repercusión. El país se acostó en huelga”.
Pirracas ha sido y es culturalmente
inquieto: profesional de la televisión, director de una revista de cine,
miembro de un grupo musical, novelista…, por eso es crítico con el Gobierno,
“el IVA que se aplica a cines y teatros es una muestra de la inexistencia de
una buena simbiosis entre el mundo de la cultura y el Gobierno”.
Pero
si el autor de El espejo donde te mirabas
debe aparecer en las enciclopedias es por ser inventor de la palabra “pinganillo”. O sea, ese artilugio que
presentadores y presentadoras de televisión llevan en la oreja y que se cae en
el momento más inoportuno. “Cosas de la familia, que tenemos mucha costumbre de
inventarnos palabras…”
Bueno. Tal como hace poco os decía al hilo de la lectura de su novela, pues quedé con él para hablar de ello y lo que surgiera. Gran conversador Pirracas.
Retratado por @frlorente, Fran Lorente. |
“No tenemos unos gobernantes a la altura de nuestro pueblo”
P. Usted ha calificado El espejo donde te mirabas como una
novela de amor…
R. Es porque en la novela se quiere,
hay amores inconclusos, hay renuncias, muchas renuncias y hay muchas mujeres.
Para mí, el amor se materializa en la figura de la mujer. El hombre es una
parte fundamental en la consecución de un amor que es muy difícil de
materializar si no hay renuncia. La vida de las mujeres es una vida llena de
renuncias, y en la novela se habla de esas renuncias que algunos personajes
malinterpretan como cobardía o silencio, pero yo creo que aflora el amor sobre
el cariño con el que se ha silenciado.
P. Siguiendo el hilo de la novela y sin
destriparla… ¿es posible amar a dos personas a la vez sin estar loco?, que
decía el bolero.
R. Por supuesto. A dos, a tres, incluso
a más. En la literatura de los boleros se insiste mucho en el tema de los dos
amores y creo que hay mucho de verdad en ello.
P. Más allá del amor, la memoria también
es un leit motiv en El espejo donde te mirabas. Por una
parte la amnesia individual, pero también la desmemoria colectiva. ¿Padecemos
desmemoria en este país?
R. Sí. De una forma crónica. Y además,
la gente que observa la desmemoria y se complace de que exista, lo hace con una
altanería y una soberbia hiriente. Creo que eso es lo que desierta los odios y
los recelos. Si se viera la desmemoria como una enfermedad grave…, si la
memoria fuera un bien común y no algo que tememos, seríamos un país mucho mejor
de lo que somos. No tenemos unos gobernantes a la altura de nuestro pueblo.
Ahora están frenando una inercia de libertad que comenzó hace treinta años. Por
ejemplo, el frenazo que han dado a la lucha sindical en este país es increíble.
Se demoniza a los sindicatos y a todo lo que huela a libertad de una forma
peligrosísima, cuando hace veinte años parecía que lo necesitábamos como quien
necesita oxígeno para respirar, pero no van a poder con nosotros porque es
difícil luchar contra la razón y la libertad.
“Somos
el segundo país del mundo con más gente muerta en las cunetas”
P. Con su novela, se visibiliza a
determinadas víctimas de este país…
R. Todas las víctimas son una
injusticia, pero en nuestro país las victimas de ETA han ido enterrando a todas
las otras víctimas. No me refiero sólo a las víctimas de la guerra, sino del
franquismo: víctimas por el exilio, por persecución policial, por cárcel, por
muerte, por asesinato, por silencio… Ese lado de la historia está dormido. No
quiero que seamos un pueblo rico en víctimas, pero sí quiero que, además de las
de ETA, se reconozca que hay otras que, a lo largo del tiempo, han sufrido
tanto como las que por desgracia han venido después. He querido, sin levantar
heridas y ampollas, poner voz a ese silencio de tantos años que no entiendo por
qué, ha quedado así.
P. Mencionaba a las mujeres. En mí
opinión es una novela no para mujeres, sino de mujeres: mujeres trabajadoras,
de distintas generaciones, con distintas experiencias… La historia rezuma
perspectiva de género.
R. No me he planteado la perspectiva de
género a la hora de escribir. Mi experiencia personal, la idealización de la
mujer, me ha dado pánico siempre. Obviar el mundo de la mujer, eso sí, me
parece una atrocidad. Creo que lo que destila la novela, sin yo pretenderlo, es
una normalización de la mujer.
“La vida de las mujeres es una vida llena de renuncias”
P. Pero al tiempo, la figura del hombre
no sale muy bien parada…
R. Como tengo algo de gallego,
preguntaría a alguien que lea el libro si lo que está escrito no es cierto.
Cuando este país tiene un nivel de maltrato hacia las mujeres como el actual es
porque existe un poso como el que describo, a pesar de que se ha avanzado en
asuntos de igualdad mucho más, por ejemplo, que en el de la memoria.
P. Y bueno…, también hay algunas
intensas pinceladas de sexo…
R. Ni sé, ni me gusta describir
personajes. Me gusta que los personajes hablen por lo que son. Creo que hay un
momento en la vida que es muy auténtico, que es cuando estamos desnudos con una
pareja. Somos nosotros mismos. Y me interesa mucho, de ese momento, lo
dramático y lo cómico. Un momento sexual intenso que termina con una lágrima es
precioso, poético; pero también el que termina con una carcajada es
maravilloso.
P. Abundando un poco sobre este asunto
y a modo de Kamasutra… ¿Puede describir someramente en qué consiste el “revuelto
de trigueros a la jamaicana”?
R. Forma parte del mundo inventado. Me
parece que la cocina tiene una connotación sexual extraordinaria. La
elaboración, el contacto con el alimento tiene una estética extraordinaria…
Capturados espontaneamente por @frlorente, Fran Lorente. |
“Es harto conocido que los hombres tenemos una polla en el cerebro”
P. En su novela se intuye la crisis de
los cincuenta de uno de los personajes. Claro, entre adolescencia, juventud,
crisis de los cuarenta, de los cincuenta… ¿Vivimos en permanente estado de
crisis?
R. Creo que los hombres tenemos este
problema. Es harto conocido que los hombres tenemos una polla en el cerebro que
nos hace estar en permanente crisis. Por la autoestima, porque parece que si no
estamos seduciendo no nos encontramos a nosotros mismos, porque estamos siempre
en luchas psicológicas en nuestras relaciones, “¡a ver si somos capaces de
tener más nota que los demás!”, en lo afectivo, en el trabajo…, yo creo que en
todas las facetas de nuestra vida. Y nos deberíamos ir feminizando un poquito.
Es decir, quitarnos no sólo el pene de la cabeza, sino también la
competitividad permanente, ese macho alfa que nos hace peores.
P. El libro está plagado de títulos
cinematográficos…
R. Cito películas por situaciones,
incluidas verdaderos bodrios. Más que de películas, soy un gran seguidor de
carreras cinematográficas de directores.
P. También el desarrollo de la historia
es muy cinematográfico…
R. No puedo evitarlo. Un guión
cinematográfico ocupa entre ciento cincuenta y doscientos veinte folios y esa
es la medida que tengo en la cabeza. He escrito cinco novelas y varios guiones.
Y es lo que hay. Espacio, tiempo y movimiento, que es el lenguaje del cine, es
lo que yo uso. Mi aliado es el tratamiento del tiempo y los espacios.
P. Con todo, ¿podemos acabar calificando
su novela de reivindicativa de la memoria, de la justicia, de la reparación?
R. Sí. A mí me gustaría preguntar si
podemos hacer un funeral laico para todas aquellas personas que faltan y que
sus parientes no saben dónde están. Un reconocimiento nacional a todas esas
personas que no sabemos dónde están. Somos el segundo país del mundo con gente
muerta en las cunetas. Eso no puede ser. Y no puede ser que un juez sea
enjuiciado por iniciar una serie de investigaciones para empezar a poner en
claro algo que reivindican una familias.
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