Hoy se nos ha ido Armando López Salinas y me sobrevienen recuerdos. Andaba yo por los 25 años y era el jefe de
la sección de Economía en el semanario Mundo
Obrero. También era el delegado de personal de CCOO. En aquel verano de
1991, el Comité Central del PCE andaba con cerrar la revista, lo cual suponía
un debate político y, evidentemente laboral porque nos despedían. Fue un
proceso largo y duro. El sindicato, evidentemente apostó por la plantilla. No
olvidaré el apoyo de Felisa como asesora de CCOO, que si no yo me habría
sentido más solo que la una.
Recuerdo
que intervine en aquel Comité Central
como representante de los trabajadores. Recuerdo cómo Anguita torcía el gesto cada vez que denominaba al PCE “empresa”. Claro, Anguita no estaba
afiliado a CCOO y él era el
responsable de la empresa. En mi intervención usé algunas citas de Mariano José de Larra, cosa que debió
gustar a Armando López Salinas,
miembro de aquel Comité Central. De hecho, fue de los pocos que dieron la cara
por la continuidad del semanario asegurando que había que evitar cualquier
cambio que supusiera una interpretación de que el PCE desaparecía. La agonía se
prorrogó unas jornadas más, y en aquel intervalo de tiempo López Salinas me
buscó y me regaló un libro dedicado.
A
Armando López Salinas se le conoce por su magnífica novela social La
mina, que fue finalista del premio
Nadal en 1959. Siendo yo muy joven me impactó aquella lectura. Pero no. No
me regaló autografiado un ejemplar de La
mina, sino una Antología de Mariano José
de Larra preparada por el camarada Salinas. Reconozco que, en mi juventud, me
emocioné íntimamente. Que un veterano luchador, un intelectual de su talla me
regalara aquel ejemplar…
Explica
Salinas en aquel libro la tradición enfrentada a los inquisidores. Esto es, “la
de los irmandiños agermanados y comuneros, la de los heterodoxos denunciados
por Menéndez Pelayo, la de los Riego y Porlier, Pi y Margall y Salmerón, Pablo Iglesias y José Díaz,
de Fermín Galán, la de muchos de los
intelectuales de la II República”, y en esta tradición situaba Salinas a Larra,
al igual que hoy “se sitúan una buena parte de las nuevas generaciones de las
fuerzas del trabajo y de la cultura. No, no es difícil rconocer en el ayer
denunciado por Fígaro el rostro de
los agnósticos y ultramontanos de hoy.
Armando
López Salinas era un rojo, pero era de esa tradición heterodoxa. Nació el mismo
día que mi padre, un 31 de octubre, pero cuatro años antes. También era lógico
que tuviera especial cariño a Mundo
Obrero, que fue subdirector cuando el periódico era diario. Además fue
corresponsal en Madrid de La Pirenaica,
aquella radio clandestina que anduvo 40 años funcionando.
Salinas
fue relegado al ostracismo por rojo. En Madrid
Sindical, el mensual que ahora intento dirigir lo entrevistamos en febrero
de 2009. Bueno, lo entrevistó mi amigo Mariano
Asenjo para una contraportada de esas en la que nos gusta no perder la
memoria. La pequeña foto que ilustraba la entrevista en estilo indirecto lleva
un pie: “Armando López Salinas rodeado de sus libros, un republicano a secas”. En el homenaje a Miguel Hernández le podemos ver y escuchar hablar sobre la III República. El titular
era bien clarito: “Es todo tan evidente que no hace falta ser marxista para
tener opinión”. Lo tenía muy claro: “una
de las cosas más marxistas que hay es la de trabajar y comer”.
Como
este país es de reconocer a las personas cuando mueren, espero que se reediten
sus obras y que se lea o se relea: La
mina, Caminando por Las Hurdes, Por el río abajo, Viaje al país gallego…,
Realismo social en estado puro. No creo que su nombre tenga que ilustrar un
aeropuerto, pero no estaría mal algo que hiciera que no se borrara su memoria. Que somos flacos de memoria.
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