Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

viernes, 7 de marzo de 2014

En el 8 de marzo, uno más de nosotras


Hoy, con Paco Lavado y Fran Lorente, viendo el mundo violeta.
Coincidiendo con la conmemoración del Día de la Mujer  publico en esta vida desde el lago un artículo que me pidieron en esa magnífica revista digital feminista Con la A. Yo soy hombre y feminista. Siempre he pensado que los hombres feministas deben estar en la sombra para poder actuar desde la complicidad casi clandestina. Pero poco a poco nos van sacando del armario. Con la A, por ejemplo, cuenta con un rincón de opinión de hombres. Hoy, en CCOO de Madrid el acto organizado por la Secretaría de la Mujer se ha basado en hacer cómplices a los hombres, nominando y poniendo gafas de color violeta a muchos. Gafas para ver el mundo con perspectiva de género. Con humor, como dicta el feminismo.

Hay muchos hombres machistas, pero quizá el mayor problema son las mujeres-machirulas que han vivido inmersas en patriarcados, inmersas en el catolicismo. Esas que aplauden a Gallardón; esas que no empatizan; que no saben perdonar; que no saben dialogar; que tienen accesos de ira incontrolables; que no saben lo que es la confianza; que no son cómplices con otras mujeres; que no son generosas, que, insolidarias, se aprovechan de las peleas del feminismo y no devuelven la pelota. Mujeres machirulas víctimas del machismo y sin conciencia, caprichosas, egoístas, a las que hay que echar una mano, aunque te arranquen el brazo, para que comprendan que el mundo puede ser un buen sitio para vivir en igualdad de derechos aún siendo diferentes. El fracaso no existe. Hay que seguir tendiendo puentes a pesar de las incomprensiones.

No sé si fue la casualidad o el destino, pero el hecho es que mi primera experiencia profesional en lo que es mi oficio me llevó a una redacción mayoritariamente habitada por mujeres. Era una redacción ruidosa con teléfonos incansables, voces in crecendo, teclear de máquinas de escribir y cigarros consumiéndose a su vera.

Allí había un director, pero el resto, desde la secretaria de redacción, hasta la redactora jefa, las jefas de sección, una fotógrafa y las maquetadoras eran mayoritariamente mujeres. Eran jornadas interminables, algunas con tensión, pero había un humor, una alegría y una complicidad diferentes.

Yo me encontraba cómodo entre tanta jefa, como en casa, que no en vano soy el menor de dos hermanas, con una madre criada en el blanco y negro del franquismo clerical y machista, pero que ya en los sesenta se ponía unos cómodos pantalones para conducir su Citroen Dos Caballos.

Quizá fui educado, involuntariamente, con más perspectiva de género de lo que es habitual y quizá mi paso por aquella redacción, la redacción de Mundo Obrero de fines de los ochenta, influyeron en que mi respeto y confianza hacia las mujeres estuvieran por encima de la media. Anduve después por diferentes medios y gabinetes de comunicación, y el destino, o quizá la casualidad, me llevaron a dirigir Madrid Sindical, el periódico de las Comisiones Obreras de Madrid.

Desde el primer momento surgió la complicidad con la Secretaría de Mujer para eso, para que aquellas personas que son más de la mitad de la humanidad; aquellas personas que nutren con su presencia decenas de concentraciones y manifestaciones; aquellas personas, que están en el día a día en defensa de derechos sociales y laborales, tuvieran presencia o, mejor, visibilidad.

Trabajadoras que tienen más que contar que los hombres, porque a todos los problemas que tienen estos, hay que sumar la condición de ser mujer

Y Madrid Sindical se fue empapando de imágenes de mujeres. Y al tiempo se fue empapando de opiniones de afiliadas, delegadas o simplemente trabajadoras que tienen más que contar que los hombres, porque a todos los problemas que tienen estos, hay que sumar la condición de ser mujer: salarios más bajos, conciliación, puestos de menor responsabilidad… Médicas, enfermeras, celadoras, electricistas, bomberas, atletas, bancarias, azafatas, limpiadoras, cocineras, mecánicas, conductoras, maestras, investigadoras, periodistas…, la ciudadanía, en definitiva, desfila por nuestras páginas. Sin llamar la atención, porque es la realidad la que queda reflejada.

Constantemente recordamos la violencia física, los asesinatos, que escandalosamente padecen mujeres a manos de sus compañeros. Una lacra que poco a poco se ha logrado que saltara de las páginas de sucesos.

Y también empezamos a dar espacio, empezamos a entrevistar a escritoras, a ese mínimo porcentaje de mujeres directoras de cine, a actrices, a cantantes. Y Madrid Sindical, sin que nadie se diera cuenta, comenzó a opinar de películas vistas con ojos de mujer. Y empezamos a desenterrar de la historia mujeres olvidadas, mujeres anónimas, mujeres cuyos trabajos eran vampirizados por hombres.

Así, de puntillas, el periódico mensual de CCOO de Madrid cuenta la vida, y las mujeres son, no ya parte de la vida, si no creadoras de vida. Sin estridencias ni extremismos Madrid Sindical tiene alma de mujer.

Talleres de comunicación utilizan este periódico para explicar cómo llevar la perspectiva de género a la prensa, en un mundo repleto de redactoras mujeres en condiciones extremadamente precarias y directores hombres.

Quizá si yo hubiera sido mujer no habría podido empapar de femenino el periódico. Los hombres que creen en el progreso tienen una importante responsabilidad: convertirse en quintacolumnistas, infiltrarse en las parcelas de este mundo masculinizado para socializar el poder. Por el bien de toda la humanidad, media humanidad no puede vivir en el silencio, invisible; cuando no humillada y oprimida.

Los medios de comunicación tergiversan la realidad, invisibilizan a las mujeres, incluso involuntariamente. La publicidad sigue empeñada en mostrarnos mujeres seductoras, modelos irreales. El cine vuelve al amor romántico, a príncipes azules que ahora son malotes, cabalgan en motos y que hacen soñar a princesas adolescentes con un ideal de hombre que no existe. Con la violencia por delante.

Es tiempo de tomar posiciones y mostrar algo tan simple como la realidad. Es tiempo de educar en casa, en el cole. Es tiempo de abandonar islas y, aún desde la diversidad de opiniones, tender puentes para que fluyan las ideas y la fuerza de la unidad. Mujeres organizadas tienen que hablar con mujeres organizadas. Empresarias con sindicalistas; artistas con abogadas; actrices con economistas; investigadoras con limpiadoras...

Y es tiempo de buscar la complicidad de los hombres, hombres que también quieren descargar la pesada carga que el patriarcado le colocó sobre las espaldas. Hombres que sean uno más de nosotras.

Y aquí os dejo con micropoemas de Anabel Verdín. Ya hablé de ella...

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