A pesar del IVA brutal que va a acabar con el teatro y la
cultura en general, sigue siendo el teatro un lugar para que nuestro cerebro,
nuestro corazón, nuestro alma viajen a un mundo mejor. Con El crédito de Jordi Galcerán me reí, me reí y me reí. Es sano reir
y salir del teatro con satisfacción.
Si alguien quiere sumergirse en una tragedia griega o en
alguna tendencia vanguardista, absténgase. Pero si lo que buscas es echar un
rato agradable con presentación, nudo y desenlace y ver a dos grandes actores:
Carlos Hipólito y Luis Merlo, El crédito
es la opción más acertada de la escena madrileña.
Todo el mundo sabe que es complicado, a día de hoy, que el
banco te conceda un crédito. Pero…, quizá no sabemos que somos nosotros, los
clientes quienes tenemos la sartén por el mango. Se acabó el ir asustados a las
sucursales bancarias. Se acabó humillarse. Hay fórmulas, más allá de nuestros
inexistentes bienes para lograr ese crédito.
El crédito es confianza y la confianza no tiene precio, no
se puede valorar en euros. En El crédito
hay un juego de confianzas y desconfianzas. Y ojo, a pesar de las risas. No es ejercicio baladí, al salir, cuando dejas de tararear la musiquilla, detenerse a reflexionar un poco. Pero no de esta maldita crisis, no...
Ahí os dejo el principio.
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