Como no podía ser de otra manera he leído El francotirador paciente de
Arturo-Pérez Reverte. Quien siga esta vida desde el lago ya habrá visto que he
realizado una guía musical de la novela al estilo El tango de la Guardia vieja.
Me atrevería a calificar a El francotirador paciente como una novela menor. Con
muchas características Reverte, pero menor.
No puedo criticar que la novela no sea elocuente, que lo es,
pero no veo yo esa estructura sólida de otras ocasiones. La historia está
narrada en primer persona por una mujer lesbiana. Como los personajes dejan de
ser de los autores para ser de los lectores, debo decir que Lex, la narradora
de la historia me parecía poco creíble. A veces hasta me imaginaba al propio
Reverte, quizá por utilizar la técnica de la entrevista, quizá porque la personalidad
del autor es demasiado fuerte.
Adrenalina y olor a spray. |
Es cierto que quien ha hecho algún pinito grafitero sabe lo
que es la adrenalina mezclada con olor a spray. En la primera página aparece el
maestro “Muelle”, a quien más quien menos intentamos copiar con rotuladores,
bolígrafos, con algo que pintara. Muelle en mi adolescencia estaba en todas
partes. Era un espectáculo. Inventó el grafiti madrileño basado en la firma.
Algunos quieren que la última firma que de él queda se preserve como Bien de
Interés Cultural. En ese ajo andaba Fernando Figueroa.
Con esta novela, Reverte nos muestra ese mundo de
camaradería, de lealtades, de “reputación”, de códigos éticos que tanto le
gustan. Y todo ello con la ley de la calle. Esa calle que nos quieren robar: “…
Las calles son el arte… El arte sólo existe ya para despertarnos los sentidos y
la inteligencia y para lanzarnos un desafío. Si yo soy un artista y estoy en la
calle, cualquier cosa que haga o incite a hacer será arte. El arte no es un
producto, sino una actividad. Un paseo por la calle es más excitante que
cualquier obra maestra”.
El francotirador paciente es todo un ensayo de filosofía
grafitera, activista: “Existe gente que sueña y se queda quieta, y gente que
sueña y hace realidad lo que sueña, o lo intenta. Eso es todo… Luego, la vida
hace girar su ruleta rusa. Nadie es responsable de nada”.
Buena colección de grafiti madrileño. |
Y no puede Reverte lanzar un dardo al periodismo televisivo,
que por eso a veces le veía a él en vez de a la narradora de la historia: “Tras
aquellas imágenes, con una sonrisa mecánica que parecía parte del maquillaje,
la presentadora cambiaba de escenario. Y ahora – la misma sonrisa, reavivada-
nos vamos a Afganistan. Bomba de los talibán. En directo. Quince muertos y
cuarenta y ocho heridos. Etcétera…”
Además nos hace
viajar por Madrid y por . Más allá de los guerrilleros urbanos aparecen
personajes interesantes, como el taxista conde
Onorato, digno de Almodovar. Y, además de llevarnos a bombardear desde ese
mundo clandestino, la novela critica ferozmente el mundo del arte. Ese arte al
uso que ahora ha visto rebajado el IVA.
Nápoles
El final, pues…, es sorprendente, vale. Pero a mí me dejó…,
digamos…, insatisfecho. Hay gente pá tó.
Personalmente muchos grafitis me conmueven. En la historia
del francotirador hay uno que me gusta especialmente: “Un cerdo que no vuela sólo
es un cerdo”.
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