Blog de Alfonso Roldán Panadero

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En las fronteras hay vida y tuve la suerte de nacer en la frontera que une el verano y el otoño, un 22 de septiembre, casi 23 de un cercano 1965. En la infancia me planteé ser torero, bombero (no bombero torero), futbolista (porque implicaba hacer muchas carreras), cura (porque se dedicaban a vagar por la vida y no sabía lo de la castidad...) Luego, me planteé ser detective privado, pero en realidad lo que me gustaba era ser actor. Por todo ello, acabé haciéndome periodista. Y ahí ando, juntando palabras. Eso sí, perplejo por la evolución o involución de esta profesión. Alfonso Mauricio Roldán Panadero

domingo, 2 de febrero de 2014

Los secretos del edificio Capitol


Es una inmensa proa que surca los mares de la Gran Vía. El luminoso neón de Schweppes son sus luces de situación con un ritmo estudiado: empieza encendiéndose poco a poco la marca Schweppes de color azul y después de color amarillo. Cuando acaba esta parte se empiezan encender el neón de colores de derecha a izquierda y se apaga de izquierda a derecha dos veces los dos pasos. Más tarde, se enciende el neón de fuera hacia dentro y se apaga de dentro hacia fuera tres veces los dos pasos. Después color a color del neón van encendiéndose y apagándose (uno sí, otro no) 5 veces cada color. Y el ciclo acaba encendiéndose todo el neón y la marca Schweppes de color amarillo parpadea 3 veces y vuelve a empezar. Algo realmente endiablado...

El edificio Carrión, que para los madrileños es el edificio Capitol, siempre me resultó especialmente llamativo, quizá desde que mi padre me enseñó a mirar hacia arriba cuando paseábamos por la ciudad. Este buque, de mágica por desconocida eslora, ha sido testigo de lujo de los acontecimientos del foro y su neoyorkina Gran Vía. Y también de buenos jirones de mi vida.

A sus pies me recuerdo en la antigua plaza de Callao despidiendo un año de hace muchos años, metido en la fuentecilla que allí había…, o algo así. Sábados de amigos y cines; de hamburgueserías, con olor a kétchup, recién llegadas al foro; de paseos sin rumbo ni objetivo aparente; de centro comercial despistando algún artículo entre el abrigo; de vuelta a casa desde la Facultad.

Bullicio, sirenas de ambulancias, de policías, de bomberos. Gentes variopintas. Encuentro de clases y culturas: proxenetas, prostitutas, compradores compulsivos, cinéfilos, ensortijadas con abrigo de pieles, japoneses despistados, angoleños sin papeles, provincianos con ínfulas, limpiabotas, mendigos, carteristas, amantes clandestinos, besos apasionados, miradas furtivas y, rumbo al sur, en “Chicote un agasajo postinero, cuna de la intelectualidá”.

Recuerdo el ya desaparecido confort de tortitas con nata en la cafetería Manila. A Manila se la llevaron por delante los nuevos tiempos, no sin pelear. Trabajadores despedidos, indignación, pancartas exigiendo justicia. Aún, un poco al norte, Nebraska intenta mantener el sabor de la típica cafetería.

Quienes entienden de arquitectura dicen que el estilo de la fachada del Capitol corresponde a una arquitectura expresionista con claras influencias mendelsohnianas. Y sí que es tan neoyorkino como el edificio Flatiron.

Feduchi y Eced




Planos de la planta baja.
Pedro Montoliú, en su Enciclopedia de Madrid, explica que el edificio fue promovido por el empresario Enrique Carrión (de ahí su auténtico nombre). La construcción del edificio fue precedida de un concurso restringido al que se invitó a ilustres arquitectos, pero las propuestas no le gustaron al promotor y el concurso fue declarado desierto. Así las cosas, el promotor encargó el proyecto a Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced. Las obras terminaron en 1933 y los arquitectos se acomodaron a la demanda del empresario que, adelantado a su tiempo, quería un centro multiusos con cafetería, restaurante, sala de fiestas, cine, hotel, apartamentos… De hecho fue el primer edificio dedicado a apartamentos residenciales. El mobiliario, que obtuvo varios premios, también lo diseñaron los arquitectos y por primera vez usaron materiales ignífugos. También por primera vez se centralizó el aire acondicionado, que ocupaba toda la planta séptima.

El Capitol era un auténtico Titanic, pero ni en la Guerra Civil encontró iceberg que le hiciera naufragar. Tras el golpe de estado fascista en España.

Guerra Civil

Durante la Guerra Civil Española y durante la defensa de Madrid su azotea fue empleada como observatorio avanzado. Es lógico. Desde el puente de mando de esa azotea se divisa por babor la Gran Vía, plaza España, Princesa, Moncloa…, el frente. Por estribor, con el oleaje de Jacometrezo salpicando, la vista se pierde en la sierra. En la proa, Gran Vía hasta Alcalá, Retiro, toda la ciudad…

A la derecha, Kolstov, periodista y espía.
Fernando Cohnen, en Madrid 1936/1939. Una guía de la capital en guerra, explica que Mijail Kolstov, enviado del diario Pravda y comisario soviético trasladó su residencia del hotel Florida al Capitol en octubre de 1936. En el Capitol, el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) tenía una emisora de radio que funcionó hasta enero de 1937, cuando la Junta de Defensa de Madrid la incautó porque se criticaba al Gobierno de la República. Las cosas de la izquierda cainita…

Cuenta Cohnen que en este hotel recibió Koltsov múltiples visitas, como la de Louis Aragón que transmitió al soviético su indignación por la negativa del gobierno francés a ayudar a la República. Recordaba Cohnen que en la planta baja del hotel se esncontraba el mayor cine de Madrid, perteneciente a la Paramount: “En su vestíbulo han habilitado un refugio. Las sillas están tiradas y los instrumentos de orquesta desparramados; unas quinientas personas permanecen sentadas o semiacostadas en un silencio somnoliento y taciturno. La mayoría son ancianos y mujeres con niños a medio vestir”.

El 19 de octubre de 1936 se estrenó en el Capitol Los marineros de Kronstadt. La orquesta sinfónica interpretó el Himno de Riego, cuando don Manuel Azaña, jefes militares y algunos ministros llegaron a la sala.

Con la entrada de las tropas franquistas se instaló temporalmente en el edificio Capitol la sede del Gobierno Civil. El buque insignia de la Gran Vía viviría en blanco y negro, la postguerra de miseria y hambre. Con los años viviría revueltas estudiantiles que llegaban desde Moncloa y vecinales que venían desde Preciados. Tiempo de disparos fascistas y botes de humo por Atocha… Y ahora, entre el bullicio, cortes de tráfico de indignados. Es decir, Madrid.

Por la proa.
Por babor.
La tremenda proa de este buque con catorce plantas se está convirtiendo en lo más fotografiado de Madrid, desde la terraza de la remodelada cafetería de enfrente, otrora la de Galerías Preciados…

(Esta entrada no habría sido posible sin las obras citadas de Pedro Montoliú, Fernando Cohnen y sin mis paseos por Gran Vía)

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