Es una inmensa proa que surca los mares de
la Gran Vía. El luminoso neón de Schweppes son sus luces de situación con un
ritmo estudiado: empieza encendiéndose poco a poco la marca Schweppes de color
azul y después de color amarillo. Cuando acaba esta parte se empiezan encender
el neón de colores de derecha a izquierda y se apaga de izquierda a derecha dos
veces los dos pasos. Más tarde, se enciende el neón de fuera hacia dentro y se
apaga de dentro hacia fuera tres veces los dos pasos. Después color a color del
neón van encendiéndose y apagándose (uno sí, otro no) 5 veces cada color. Y el
ciclo acaba encendiéndose todo el neón y la marca Schweppes de color amarillo
parpadea 3 veces y vuelve a empezar. Algo realmente endiablado...
El edificio Carrión, que para los
madrileños es el edificio Capitol,
siempre me resultó especialmente llamativo, quizá desde que mi padre me enseñó
a mirar hacia arriba cuando paseábamos por la ciudad. Este buque, de mágica por
desconocida eslora, ha sido testigo de lujo de los acontecimientos del foro y
su neoyorkina Gran Vía. Y también de buenos jirones de mi vida.
A
sus pies me recuerdo en la antigua plaza de Callao despidiendo un año de hace
muchos años, metido en la fuentecilla que allí había…, o algo así. Sábados de
amigos y cines; de hamburgueserías, con olor a kétchup, recién llegadas al
foro; de paseos sin rumbo ni objetivo aparente; de centro comercial despistando
algún artículo entre el abrigo; de vuelta a casa desde la Facultad.
Bullicio,
sirenas de ambulancias, de policías, de bomberos. Gentes variopintas. Encuentro
de clases y culturas: proxenetas, prostitutas, compradores compulsivos,
cinéfilos, ensortijadas con abrigo de pieles, japoneses despistados, angoleños
sin papeles, provincianos con ínfulas, limpiabotas, mendigos, carteristas,
amantes clandestinos, besos apasionados, miradas furtivas y, rumbo al sur, en “Chicote
un agasajo postinero, cuna de la intelectualidá”.
Recuerdo
el ya desaparecido confort de tortitas con nata en la cafetería Manila. A
Manila se la llevaron por delante los nuevos tiempos, no sin pelear.
Trabajadores despedidos, indignación, pancartas exigiendo justicia. Aún, un
poco al norte, Nebraska intenta mantener el sabor de la típica cafetería.
Quienes
entienden de arquitectura dicen que el estilo de la fachada del Capitol corresponde
a una arquitectura expresionista con claras influencias mendelsohnianas. Y sí
que es tan neoyorkino como el edificio Flatiron.
Feduchi y Eced
Planos de la planta baja. |
Pedro Montoliú, en su Enciclopedia
de Madrid, explica que el edificio fue promovido por el empresario Enrique Carrión (de ahí su auténtico
nombre). La construcción del edificio fue precedida de un concurso restringido
al que se invitó a ilustres arquitectos, pero las propuestas no le gustaron al
promotor y el concurso fue declarado desierto. Así las cosas, el promotor
encargó el proyecto a Luis Martínez
Feduchi y Vicente Eced. Las
obras terminaron en 1933 y los arquitectos se acomodaron a la demanda del
empresario que, adelantado a su tiempo, quería un centro multiusos con
cafetería, restaurante, sala de fiestas, cine, hotel, apartamentos… De hecho
fue el primer edificio dedicado a apartamentos residenciales. El mobiliario,
que obtuvo varios premios, también lo diseñaron los arquitectos y por primera
vez usaron materiales ignífugos. También por primera vez se centralizó el aire
acondicionado, que ocupaba toda la planta séptima.
El
Capitol era un auténtico Titanic, pero ni en la Guerra Civil
encontró iceberg que le hiciera naufragar. Tras el golpe de estado fascista en
España.
Guerra Civil
Durante
la Guerra Civil Española y durante la defensa de Madrid su azotea fue empleada
como observatorio avanzado. Es lógico. Desde el puente de mando de esa azotea
se divisa por babor la Gran Vía, plaza España, Princesa, Moncloa…, el frente.
Por estribor, con el oleaje de Jacometrezo salpicando, la vista se pierde en la
sierra. En la proa, Gran Vía hasta Alcalá, Retiro, toda la ciudad…
A la derecha, Kolstov, periodista y espía. |
Fernando Cohnen, en Madrid
1936/1939. Una guía de la capital en guerra, explica que Mijail Kolstov, enviado del diario Pravda y comisario soviético trasladó su
residencia del hotel Florida al Capitol en octubre de 1936. En el Capitol, el POUM (Partido Obrero de Unificación
Marxista) tenía una emisora de radio que funcionó hasta enero de 1937, cuando
la Junta de Defensa de Madrid la incautó porque se criticaba al Gobierno de la
República. Las cosas de la izquierda cainita…
Cuenta
Cohnen que en este hotel recibió Koltsov múltiples visitas, como la de Louis Aragón que transmitió al
soviético su indignación por la negativa del gobierno francés a ayudar a la
República. Recordaba Cohnen que en la planta baja del hotel se esncontraba el
mayor cine de Madrid, perteneciente a la Paramount:
“En su vestíbulo han habilitado un refugio. Las sillas están tiradas y los
instrumentos de orquesta desparramados; unas quinientas personas permanecen
sentadas o semiacostadas en un silencio somnoliento y taciturno. La mayoría son
ancianos y mujeres con niños a medio vestir”.
El
19 de octubre de 1936 se estrenó en el Capitol Los marineros de Kronstadt.
La orquesta sinfónica interpretó el Himno de Riego, cuando don Manuel Azaña, jefes militares y
algunos ministros llegaron a la sala.
Con
la entrada de las tropas franquistas se instaló temporalmente en el edificio
Capitol la sede del Gobierno Civil.
El buque insignia de la Gran Vía viviría en blanco y negro, la postguerra de
miseria y hambre. Con los años viviría revueltas estudiantiles que llegaban
desde Moncloa y vecinales que venían desde Preciados. Tiempo de disparos
fascistas y botes de humo por Atocha… Y ahora, entre el bullicio, cortes de tráfico
de indignados. Es decir, Madrid.
Por la proa. |
Por babor. |
La
tremenda proa de este buque con catorce plantas se está convirtiendo en lo más
fotografiado de Madrid, desde la terraza de la remodelada cafetería de
enfrente, otrora la de Galerías Preciados…
(Esta entrada no habría sido posible sin las obras citadas de Pedro Montoliú, Fernando Cohnen y sin mis paseos por Gran Vía)
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